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Otro día más llegó a ese lado del pentagrama, junto a los gritos matutinos que provienen de la habitación del rey. Quién, por cierto. Acallaba los gritos con sus propias manos, ahogando inclusive los sollozos que intentan escaparse de sus labios. El temblor en su cuerpo es peor que hace un par de días, justo cuando había empezado a dormir tranquilamente vuelven ese tipo de sueños... Esos amargos recuerdos que lo atan a esa miserable vida mortal, esos recuerdos le arruinan el ritmo que había comenzado a retomar para volver a ser el de siempre. Para ser el de hace un mes, su cuerpo se estremeció cuando un par de manos sostuvieron sus hombros. Alzándolo en el ovillo que se había hecho debajo de las mantas, sus jadeos salieron cuando las manos de esa persona las apartó de sus labios.

— Estoy aquí majestad, estoy aquí....

— ... Estoy contigo.

Lucifer tembló cuando el aroma almizclado entró por sus fosas nasales, sus manos se aferraron a la espalda del alfa pelirrojo; sus manos y garras apresan la ropa del ciervo, arañando y rompiendola en el proceso. Su llanto volvió a ahogar su voz, un grito se atravesó en su garganta. Apretó los dientes, en un intento desesperado por callarse... Sus fosas nasales se habían ido de sabático por el aroma del alfa.

Lucifer Morningstar escondió el rostro en el cuello del alfa mientras que el más alto lo envolvía en sus brazos, sus piernas se enrollaron en la cintura del pelirrojo.

Los fantasmas que persiguen a Lucifer no son los de Lilith, son los de su vida como mortal.

Los dolores, rabias, tristezas e impotencias lo ahogaron en ese momento; se sentía tan diminuto que podía ahogarse con cualquier cosa. Ya sea con una gota de agua o con un vaso, la agonía era tanta que en algunas veces había pensado en suicidarse. Pero, cuando estaba muriendo internamente, llegó su hija y poco después Alastor... El Alastor del futuro y que probablemente nunca vuelva a ver...

— No se lo guarde, majestad — sus manos acariciaban la espalda del omega que se aferraba como un niño desesperado a su cuerpo.

— N-no... No puedo hacer ruido... — dijo sollozando — E-emily dijo que no puedo... E-el hombre viene hacia aquí.

Alastor frunció el ceño. — ¿Qué hombre, señor?

Lucifer tembló fuertemente cuando Alastor lo abrazó a él para darle más seguridad.

— El señor de... del parque... Se llevó a... — se alejó un poco de Alastor, buscando ver su cara — E-emily... No ha vuelto en un... un tiempo...

Alastor no conoce a ninguna Emily, y la única de la que ha oído hablar es de la serafín que conoció cuando fue al cielo por el plan del hotel.

Pero no tenía conocimiento de que Lucifer ya la conocía.

— ¿Qué más hizo ese señor, majestad? — se subió en la cama y gateó con el rey colgado a él como un koala. En ningún momento dejó de abrazar al rey, se acomodó entre las sábanas y arropo a ambos mientras continuaba con las caricias en la espalda del soberano.

Lucifer se frotó contra la mejilla de Alastor y el involucrado se tensó por ese tipo de contacto físico.

— Emily... — pareciera que el aire se le fue pero solo inhaló el aroma del overlord. — Ella murió.

Su propio aroma a manzanas y rosas marcó el cuerpo del alfa bañándolo en su esencia mientras que el abrazo al cuello del más alto no se deshizo en ningún momento.

"Que lamentable, mi señor ha comenzado a alucinar."

Alastor pensaba con cierta burla.

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Consolando al Rey [RadioApple]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora