5

2K 299 87
                                    

Pasos se escuchaban en la oscura habitación, muchas voces hacían eco detrás de la puerta. Sus orejas seguían agachadas, el silencio que creó desde el momento en que su cuerpo fue arrebatado de sus brazos fue sepulcral. El ambiente luctuoso que lo envolvía, el dolor incesante de su alma dónde parecía quemar algo; su corazón parecía caerse a pedazos mientras su alfa lloraba, desgarrando su interior. Pero pese a que dolía, su expresión no cambió, su voz no salía cuando le preguntaban cosas. ¿Qué es lo que decían? Lo siento, pero él no puede escuchar nada. En sus oídos se había instalado un pequeño zumbido que resonaba en lo profundo de su alma pecadora, sus manos se abrían y cerraban como prueba que aún sigue ahí. Cada día fue aún más doloroso que el anterior, su aroma - el que no dejó salir luego de la muerte de la cachorra - se había disipado por completo de su ropa. Finalmente lo dejó, dejando solo un par de recuerdos que le hacen sonreír amargamente; caricias que su piel recuerda a la perfección y enardecen aún más la herida sangrante en su corazón.

Lo último que recuerda, fue haber visto a una niña extendiendo su mano; diciendo con una sonrisa: — Puedes volver, él está esperando.

Solo bastaron esas cinco palabras para que él finalmente dejará fluir todo lo que retuvo desde la primera muerte, todo salió... Unas lágrimas gruesas y cristalinas se deslizaban por sus mejillas, con gritos roncos y amargos mostraron lo mal que la pasó esos meses. Viviendo encerrado con sus propios pensamientos, con sus propias culpas, con sus propios miedos ahora claros. Después de incluso quedar afónico se llevó la mano al corazón, dónde ese órgano finalmente había vuelto a palpitar. Sonrió con emociones mezcladas, pero más que nada... Está feliz.

— Pronto estaré ahí, Lucifer.

Sus ojos se abrieron lentamente, con un rostro inexpresivo.

"¿Realmente pasó?"

Su cuerpo salió lentamente del medio de las sábanas, sus ojos buscaron algo entre las diferentes prendas del mismo estilo que tenía en el armario. Se vistió tranquilamente, con la misma expresión de hace rato, sus ojos carecían de brillo y no había dicho ni una sola palabra. Sus ojos finalmente se deslizaron hacia el espejo, notando una vez más como su sonrisa habitual tomaba su lugar en su apesadumbrado rostro. Arregló su corbata de moño, mirando una vez más el reflejo; hizo aparecer su báculo y salió de la habitación con pocos ánimos.

El camino a la cocina fue silencioso, su sombra no estaba con él como muchos días anteriores. El raro silencio lo hizo sentir melancólico, sus pasos eran lo único que escuchaba y de cierta forma lo molestaba. Su respiración comenzó a ser suave y lenta, sus ojos miraban hacia delante y sus pies se movían en automático. Bajando escalón por escalón hasta tocar nuevamente el suelo del primer piso del Hotel, yendo hacia la cocina dónde toda la muchedumbre se reunía cada mañana para hablar animadamente sobre lo que soñaron, el cómo durmieron.

Fué hasta el refrigerador y sacó un par de tripas de cerdo que le había enviado Rosie una vez más, caminó hasta la mesa y comenzó a comer tranquilamente su desayuno. Sin escuchar absolutamente nada de lo que dicen, hoy no siente ningún interés en socializar con ellos; no tiene suficientes ánimos para escuchar las incoherencias que dijera Ángel o incluso su querida Nifty, sus movimientos eran incluso algo robóticos. Su boca abría, cerraba y masticaba en silencio, para tragar sin siquiera disfrutar de su comida como lo hace normalmente; bebía un poco de agua y continuaba con lo de antes. Todo en completo silencio.

"¿Por qué me siento así?"

Se levantó de la mesa, llevando el plato al fregadero para que su sombra limpiará su desastre. Y de la misma forma en que entró, volvió a irse. Sus pasos incluso fueron silenciosos y nadie, excepto un par de ojos carmesí notaron el momento en que se fue. Su presencia fue nula para todos, su propio aroma había sido escondido con gran destreza.

Consolando al Rey [RadioApple]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora