"Matheo"
Su actitud hacia la mujer cambió repentinamente después de aquello. Cuando le hablaba ni siquiera alzaba la cabeza para mirarla, tampoco dejaba que acariciara su espalda como solía hacerlo a menudo. Solía evitarlo, hacia como si se rascara o simplemente se lo hiciera saber a base de movimientos.
Ella continuaba tratándolo con normalidad, incluso se podía decir que ahora era ella la obsesionada, pero eso no tenía sentido ya que si eso fuera cierto,¿por qué no había dejado que la besara? Él a ella no le dijo nada al respecto de lo que hizo. Es más, ni se movió.
— Bueno, mi personaje con esto da a ver que se adentra en algo totalmente desconocido, en este caso en la escritura, la cual va conociendo poco a poco gracias a Martín — exclamó Milo, hablando cerca de su personaje, ejercicio que solían hacer casi siempre para empatizar y entender más a los personajes, para una vez que grabaran pudieran dar lo mejor de ellos para representarlos.
— Sí, no? Luka conoce a Martín tras el asesinato de su tío, y al volverse muy cercano a Martín comienza a aprender cosas sobre el mundo de la escritura. Matheo, ¿tú qué piensas? — Dijo la mujer, mirándolo por encima del guion.
— Martín, en un principio no está agradado con Luka, no quiere entrometerse en el asesinato, pero más adelante... bueno...— dijo él, sin saber qué decir, mirándola unos segundos para luego encoger los hombros y fruncir los labios, como si fuera un niño pequeño, provocando que la mujer reaccionara de manera negativa ante su gesto infantil, mirándolo de una manera en la que hasta el momento no lo había hecho, una mirada que expresaba decepción e ira. No era la única ya enfadada con el otro, él aún seguía también molesto.
En el momento en que intentó levantarse de su silla para marcharse junto a los demás, con quienes iba a ir nuevamente a comer al restaurante asiático, Silvia le arrebató el guion de las manos, impidiendo que se fuera, haciendo que Milo y los demás se marcharan cuanto antes tras ver la escena.
— Tu manera de actuar es bastante inmadura — le dijo la mujer, molesta, manteniendo un tono de voz razonable para que los que aún estaban en la habitación no los escucharan.
— No estoy de humor desde hace unos días... — murmuró él, tomando nuevamente el guion entre sus manos, dirigiéndole una mirada vaga.
— No se basa en si estás de buen o mal humor, te comportas de manera profesional cuando estás aquí o te vas — exclamó ella, alzando el dedo índice de su mano izquierda para acercarlo a su pecho.
— Me tienes enfermo... — interrumpió él, ahora serio, susurrando, acercándose a ella.
— ¿Enfermo? — repitió ella — Matheo..
— Pides profesionalismo como si tú fueras un ejemplo de ello...— continuó él, dejándola con las palabras en la boca — El otro día...
— ¡Eh! — lo llamó ella, sin lograr nada ya que el joven continuó hablando sin escucharla.
La habitación poco a poco fue vaciándose, llegando a un punto en donde ellos solos se quedaron allí, provocando así que fueran elevando cada vez más sus voces, haciendo así también que hablaran de manera más específica.
— ¿Por qué me haces esto?
— Matheo...
— No sabes cómo llegué de mal mi casa..., me tumbé en la cama y...
Inesperadamente la mano de la mujer rápidamente se estrelló en su delicado rostro, marcando así en cuestión la silueta de su mano sobre su pálida piel, ahora roja, como si fuera un tatuaje temporal. El chico, ante el manotazo dado con bastante presión y rabia, cerró con fuerza los ojos para procesar el dolor después de haber soltado un pequeño gimoteo.
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ENTRE LUCES Y CARICIAS ; Matienzo
RomansaEl chico alzó la mirada de su guión. Delante suyo estaba su compañero. Quizás lo que estaba plasmado en el papel que sostenía en sus manos terminaría sucediendo en la vida real. ¿Quién sabía?