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El tiempo avanzaba mucho más deprisa de lo que le gustaría ya había pasado más un mes y ya solo le quedaban unas escasas dos semanas para la selección final.

Y no había conseguido ningún progreso. Ni Sabito había conseguido partir la roca, ni mucho menos él. Todos sus últimos entrenamientos se habían basado en tratar de seguirle el ritmo a Sabito.

Su muerte se encaminaba a ser un suceso inevitable.

Una tarde regresaron a casa para encontrar a Urokodaki tallando dos máscaras de tengu.

Se le formó un nudo en la garganta y el hombre mayor les dirigió una mirada.

— ¿Qué os ocurre últimamente? A ti Giyuu no dejo de olerte triste y desesperado y a Sabito no necesito ni olerlo para saber que está amargado y enfadado.

— ¡Oye! — dijo Sabito sonrojándose mientras metía en un cubo de agua fría sus manos llenas de ampollas. — Es solo que no doy roto una piedra con la que se ha encaprichado.

— ¿Y por qué quiere que rompas esa piedra?

— Porque va a morirse en la selección final. — contestó Giyuu con la mirada clavada en las máscaras de Tengu. — Allí hay un demonio que lleva escondido muchos años y se ha comido ya a más de 50 personas. Se le romperá la espada al tratar de cortarle el cuello y lo matará.

— Y por eso se ha encaprichado de la maldita piedra. — dijo Sabito para cortar el denso silencio que se había formado.

Urokodaki abandonó las máscaras de tengu y fue hacia Giyuu. Le colocó ambas manos sobre los hombros.

— Repite lo que acabas de decir.

Y lo hizo mientras esta vez miraba a Urokodaki. Con él trató de ser lo más escueto posible. Destrozaría al hombre si se enterase que aquel demonio lo había encerrado él mismo allí y que por ello le guardaba rencor y se vengaba asesinando a sus estudiantes, los cuales reconocía por las máscaras de tengu que con tanto cariño les hacía. Había jurado junto con Tanjiro que aquella información se la llevarían a la tumba.

Urokodaki le soltó los hombros.

— Está claro que me equivocaba con vosotros. Ninguno de los dos está preparado para realizar la prueba todavía. Enviaré hoy mismo una carta avisando de que no os vais a presentar y que busquen por si acaso si ha quedado algún demonio escondido de la selección anterior.

— ¡Ey! ¿Y si logro romper la piedra? — protestó Sabito.

— ¿Qué piedra?

Sabito lo guió por la montaña hasta la famosa roca de la que estaba hablando.

— ¡Ah, sí claro, por supuesto! — dijo el hombre con tranquilidad mientras les acariciaba la cabeza a ambos. — Si alguno de los dos lográ partirla a la mitad sin que se le rompa la espada podréis presentaros a la prueba. Hasta que no lo hagáis no os dejare hacerla.

Esa misma noche mandó una carta por un cuervo. Urokodaki ya sabía que no iban a lograrlo seguro para esta selección final y puede que ni siquiera lo hiciesen para la siguiente que se celebraría el próximo año.

El cuervo llegó a la siguiente semana con un mensaje: No habían encontrado ningún demonio escondido donde se celebraría la prueba.

Aquello debería habérselo esperado si no lo habían encontrado en más de cuarenta años que llevaba allí escondido, otra búsqueda más que hiciesen no iba a marcar la diferencia.

Urokodaki habló con él, le dijo que era normal estar nervioso por la selección final y tener pesadillas sobre ella las semanas o los meses previos a realizarla.

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