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Tardó los siete días que duraba la prueba final en contarle todo lo que le había sucedido desde que había conocido a los hermanos Kamado hasta que habían derrotado a Muzan Kibutsuji. Sintió cierto alivio cuando Sabito sobrevivió al día que habría sido la fecha de su muerte, aunque por el momento se tratase de un aplazamiento.

También hubo otro asunto que le preocupo, todos los muertos que habría habido en la selección, a los que había sacrificado por la vida de Sabito, ¿debería cargar con sus muertes en su conciencia? Después de todo habían sido culpa suya por alterar de forma egoísta la línea temporal. Rara vez el número había habido bajado por debajo de quince muertos en las cribas.

Sintió un tirón por los tobillos que lo arrastró hasta meterle los pies descalzos en la poza de la cascada.

— Me gustaría que me enseñases la undécima postura del agua. — le dijo Sabito. — Eso y a mantener esa expresión tan estoica. Antes podía saber que estabas pensando sin problemas, ahora no tengo ni idea.

Tomioka se acomodó para sentarse en el borde.

— No estaba pensando en nada. — le mintió.

Sabito lo miró a los ojos con intensidad como si aquella acción lo ayudase a descubrir si le estaba mintiendo o no. Terminó por desistir y se sumergió hasta el fondo de la poza donde trataba de contener la respiración lo máximo posible.

A él todavía le ardían los pulmones de ese ejercicio. Había tratado de mantenerse más de lo cuerpo había podido aguantar y habría estado a punto de ahogarse si Sabito no lo hubiese ayudado a salir a la superficie cuando había comenzado a tragar agua.

Había tratado de volverse a meter para continuar en cuanto había escupido y tosido todo el agua, pero Sabito había insistido en que se tomase un descanso por unos minutos.

Sabito emergió del agua y le lanzó con todas sus fuerzas una pequeña piedra que habría estado a punto de golpearle en la cara si no la hubiese detenido con ambas manos.

— ¿Qué haces?

— Antes te habría golpeado sin problemas y te habría roto la nariz. De hecho antes tenía que esforzarme en nuestros combates para no ganarte con uno o dos golpes. Ahora eres un verdadero reto.

— ¿Y qué? No es suficiente.

— Nunca es suficiente y uno nunca está lo suficientemente preparado, pero eso no significa que no podamos echar un vistazo al pasado y alegrarnos de lo mucho que hemos mejorado. Te has convertido en todo un hombre, estoy orgulloso de ti.

Aquellas últimas palabras lo enfadaron. ¿Cómo podía decirle aquello si estaba resultando ser un inútil?

Tomó una gran bocanada de aire causando que sus pulmones le dolieran y se lanzó al agua.

Está vez emergió antes de que sus pulmones soltasen el aire que estaba reteniendo y comenzasen a llenarse de agua.

— No te sobreesfuerces. — Le pidió Sabito. — Estás tan concentrado en el futuro que has olvidado el pasado.

— Por supuesto que no. Por eso estoy aquí.

— ¿Ah sí? ¿Entonces qué fue de lo primero que te dije cuando Urokodaki te trajo?

Pensó por un largo rato, pero lo cierto era que ya no se acordaba. ¿Cuánto hacía de aquello? Para Sabito no había pasado más de un año, pero para él ya habían pasado nueve.

— ¿Qué fue lo que dijiste?

— No importa, de todas formas no fui nada agradable. — dijo Sabito antes de sumergirse en el agua.

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