Capítulo 9

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Vuelvo con mis amigos rogando que ninguno haya notado mi ausencia. Gracias al cielo, ellos siguen en lo suyo, bailando y aparentemente un poco más borrachos, todos.

—Me hice la loca, pero vi donde y con quien fuiste. —Me habla Laura cerca de mi oído por la música alta que resuena en el lugar. Frunzo en ceño intentado hacerme la desentendida. Ella ríe. —Sí, él llegó y ahí llegaste vos, allá está. —Gira para ver hacia una dirección y ahora es ella quien frunce el ceño. "No está" —Logro leer sus labios. Pero en esa misma dirección lo veo salir del mismo baño en el que minutos atrás estábamos, pero esta vez de la cintura con una rubia.
La rabia me consume, ¿acaso no le importa nada? Decido ignorar, después de todo se trata del pito fácil de Santiago Caputo.

Voy junto a Laura a buscar tragos cuando siento nuevamente que me habla al oído, pegándose a mi espalda. Maldigo por lo bajo.

—Vayámonos, nadie se va a dar cuenta. —Susurra. Me giro y lo enfrento.

—Estas loco, es una gran noche. —Digo remarcando el "gran".

—Por favor. —Pide. Miro a Laura quien nos mira, me hace una seña para que acepte. Definitivamente esta borracha, de lo contrario no me incitaria a tal cosa. Lo agarro de la mano y lo guió hasta la salida. Disculpen, aveces soy fácil y más si de Santiago se trata.

—¿Siempre sos así de terco? —Pregunto mientras él me abre la puerta del copiloto.

—Incluso más. —Responde, se sube y pone en marcha el auto. Empieza a conducir.

Él va acariciando mi muslo y después de un rato sin que ninguno hablara, decidí hacerlo.

—Sigo diciendo que todavía no te entiendo, Santiago, no puedo entenderte. —Él desvía rápido la mirada de la calle y me mira. —Me buscas, tenemos sexo en un baño y después te veo venir de ahí con una barbie plástica de la cintura.

—¿Barbie plástica? —Pregunta riendo.

—No te hagas, sabes de que hablo. La rubia con la que salías del baño, ¿también te fuiste a coger con ella?

—Obvio que no. —Ríe. — Carla es una ex niñera de Sofia, así como vos pero también es una amiga de la familia —Explica. — Pero no te voy a mentir, me la chupo, pero nada más. No me la cogí porque no puedo, porque no paro de pensar en vos.

—¿Ah, sí? ¿Cómo yo? ¿Una empleada con la que te acostabas todos los días?— Mi rabia estaba en su punto máximo. —Andate a la mierda, Santiago. No voy a ser tu juguete. —Llegamos a mi casa así que aprovecho en salir rápido del auto y abrir la puerta de mi casa, antes de que logre cerrar la puerta, Santiago ingresa conmigo.

Se acerca a mí y parecía haber un imán entre nosotros. Quería alejarme pero no podía.

—Con vos es diferente. —Susurra acercándose a mis labios haciéndome sentir su aliento calido. —Te deseo —Vuelve a susurrar en mi oreja, pasando su lengua sobre esta. —Trató de todas formas alejarme de vos, pero no puedo. —Dice y yo estoy que ya no resisto más. —¿No ves como me pones? —Agarra su erección que se marcaba en su pantalón.

—Eso es lo único que provocó en vos, y no es exactamente lo único que quiero. —Admito— Aunque tengo que sacarme de la cabeza el creer que otra cosa pasará entre nosotros.

—Shhh. —Me calla de un beso, me hace temblar, su boca se prende con la mía con un rico beso que hace que pierda la cordura. Su lengua dentro de mí boca es vital, el beso es largo y profundo mueve su lengua con habilidad mientras manosea mis tetas sobre el vestido. Frotando su erección sobre mi abdomen.

Me toma por la cintura, siento cosquillas en mi espina dorsal, me gira dejándome de espaldas contra su duro tórax.
Baja el cierre de mi vestido, quitándomelo por completo dejando que este caiga al suelo, yo solo me dejo llevar, desliza su mano dentro de tanga, tomando mi húmedo sexo. Su respiración hace eco en mi oreja, acto seguido saca su mano y baja el cierre de su pantalón, mete su mano nuevamente dentro de mí ropa interior y comienza a masajear mi hinchado clitoris con sus dedos.

—Esa tanga me esta volviendo loco— Susurra con voz ronca contra mi cuello succionando la piel de este y con su otra mano agarra mi teta derecha y empieza, de igual manera, a masajearlo.

Sigue masajeando mi clitoris con sus dedos, se me escapa un leve gemido cuando toma entre sus dedos y la otra mano suelta mi teta y me sujeta del cuello con firmeza.

—Te deseo.— Mete su nariz en mi cabello aspirando mi aroma a vainilla.

—¡Ay por Dios! —De mis labios se escapan gemidos cuando me penetra con sus dos dedos.

—¿Te gusta? —Me clava su elección en el culo, rozando sus labios por mi cuello. —¿Me extrañaste?

—Sí— Me quedo sin aliento ante la intensidad de su mirada, trato de reunir coraje para hablar, pero parece que las palabras abandonaron mi mente.

—¿Cuanto me extrañaste? —Pregunta mientras lo observo que se sienta en el sofá y me mira fijo. Trato de mantener la compostura pero es absurdo.

—Muchísimo. Ya te dije hoy más temprano.

—Desnúdate para mí— Me ordena, desabrocha los botones de su camisa dejándome ver su pecho tatuado, extrañaba eso. —Compláceme, Emilia— Su voz es demandante y ronca.

Desabrocha su pantalón, se saca la verga, toma el tallo y empieza a masajearla mientras me mira. Obedeciendolo como si fuese mi amo al que no puedo decir que no, me quito la tanga haciendo unos movimientos sexy. Me termino de sacar la última prenda que me cubría y él me mueve su pene en señal de que lo monte.

Y ahí va de nuevo. El vaivén de nuestra entrega nos acompaña.

Despues de unas duras embestidas, la intensidad del momento me lleva al límite  sintiéndome como mi cuerpo se eleva hacia un orgasmo inminente. Un grito de placer escapó de mis labios mientras me acercaba al éxtasis.
Él, sabiendo lo cerca que estaba, deslizó su pulgar hacia mi punto más alto y comenzó a masajearlo con maestría, llevándome a la cúspide de un placer abrumador.

Nuestros ojos se encontraron en un momento de conexión profunda, mientras sus ojos me miraban con intensidad que me robaba el aliento. En ese instante ambos alcanzamos la cima del placer.

—Correte, vaciate toda en mi pija, Emilia.

Gritando su nombre extasiada, siento su miembro latente y duro que se hunde más en mí, envolviéndome en placer. Siento sus manos apretar mis nalgas con fuerza, dejando marcadas sus huellas en mi piel, mientras su respiración se entrecorta y sus ojos se cierran, revelando su propio clímax. Siento su liquido llenarme por completo.

—Siempre estas tan apretada, tan rica. Mi pija te ama. —Suelta de golpe. Toma mi barbilla con suavidad y roza sus labios contra los míos en un beso apasionado y salvaje. Su lengua se entrelaza con la mía en una danza llena de entrega.

Después del beso, me levanto rápidamente, sintiendo la necesidad de taparme y cubrirme lo más que pueda. Lo miro a los ojos, con mil emociones a flor de piel y noto como mis ojos se llenan de lagrimas. La situación es confusa, y mis sentimientos están en una montaña rusa. Él me observa frunciendo el ceño y mostrando confusión por mis actos.

—Quiero que te vayas.—Susurró con voz entrecortada.

Santiago cierra los ojos y se levanta en silencio, comienza a vestirse sin pronunciar palabra alguna.
Su silencio me hiere más que cualquier cosa que pudiera decir en este momento. Quisiera entender que pasa por su cabeza, que siente realmente por mí.

Se da vuelta y se detiene unos segundos, como si quisiera decir algo, pero finalmente no dice nada. Abre la puerta y la cierra de un portazo fuerte al salir. En ese instante no puedo contener las lágrimas que se desbordan, mostrando mi vulnerabilidad, decepción y culpa.

Me siento confundida, herida y desilusionada. No se que esperaba de él pero esta situación me dejo un nudo en el estómago y una sensación de vacío en el corazón. Entonces me dejo caer en el suelo, abrazo mis piernas y comienzo a llorar. Me siento utilizada, sucia, me duele el pecho, un dolor punzante. Me siento abrumada por las emociones, como si fuera imposible controlar las lágrimas y el llanto.

Ahí me encontraba nuevamente, reprochandome por volver a caer ante él, repitiéndome una y otra vez que merezco ser feliz con alguien que me quiera y no ser el juguete de un hombre casado que me busca para complacerse. Estoy cansada, necesito de verdad  sanar, dejarlo y que sea feliz con su familia sin ser yo la segunda.


Dulce tentaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora