Capítulo 25

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A la mañana siguiente me levante temprano como de costumbre, salí de casa y me detuve en un restaurante a desayunar lejos de todo lo que me frustraba. No me tomo mucho tiempo, de camino a la oficina llamé a mi abogado para saber lo avances que tenia con lo de la demanda de divorcio, respecto a las investigaciones que realizo de todos los movimientos y negocios de Daniela. Ni con mil chantajes que me hiciera seguiría casado con ella, me iba a encargar de destruir sus cimientos para que no pueda volver a levantarse y mucho menos se le ocurriera volver a enfrentarme o amenazarme.

—¿Me mando a llamar, señor?— pregunto mi asistente entrando agitada, decidí pasar por alto que no haya tocado la puerta.

—Llama a mi esposa e informarle que voy a pasar por ella a las ocho para ir a cenar— ordené sin despegar la mirada de la computadora.

—¿Necesita que haga alguna reserva?

—No.— Respondí rápido, ya tenia todo cubierto.

Las ganas de llama a Emilia para preguntarle como estaba eran grandes, me decidí varias veces pero a lo último desistía. Quería respetar sus deseos, darle su espacio.

"Lo que hubiera dado por conocerte antes" pensé, Emilia era una mujer excepcional, me cautivo su belleza y me hechizo en la cama, ninguna se sentía igual después de ella, los besos de otras no sabían a nada, las caricias y los juegos sexuales no se me apetecían si no era con ella.

No sabía que me estaba pasando, pero no había momento en el que no pensara en ella, incluso en mis sueños aparecía. Ella sin dudas estaba marcando la diferencia entre las otras mujeres en mi vida.

"Emi, Emi... salí de mi cabeza"

Tire enojado el lapicero que sostenía en mis manos, me pase las manos por el cabello sintiendo la desesperación recorrerme. No quería tener que olvidarme de ella.

Es obvio, en el fondo se lo que me pasa, solo que me es difícil aceptarlo, pero primero tenia que encargarme de Daniela.

Cuando el reloj marcó las siete y cuarto salí de mi oficina y abordé mi camioneta, estaba oscureciendo y el viento se estaba volviendo mas frío, lo que anunciaba los últimos días de verano.

Pare el auto enfrente a mi casa, decidí bajar y entrar al interior en busca de mi esposa, subí las escaleras y entré a la habitación que antes compartíamos, se estaba terminando de vestir y al verme a través del espejo me sonrió, se giro dedicándome una mirada llena de esperanza, sus ojos brillaban, seguramente pensando en que había ganado.

—Sabía que tomarías la mejor decisión— se levantó de su silla y vino a mi cruzando sus brazos por detrás de mí cuello y acercando sus labios a los míos. Dejé que dejara un pequeño beso ahí.— Te extrañe, amor.— Ronroneo lamiendome la barbilla, soltó una risita apartándose de mí para volver a su lugar de antes y seguir con lo que hacía.

—Estaba pensando que deberías volver a esta habitación, ya es hora de que vuelvas al lado de tu mujer.

Me tragué las ganas de mandarla a la mierda y solo asentí con la cabeza. Me convenía más que sintiera que tenía el control de todo, que permaneciera tranquila y confiada.

—¿Donde me vas a llevar?— me preguntó mientras se ponía los aros.

—Es una sorpresa— Contesté mostrándome relajado, la vi sonreír y tomar su bolso para luego venir a entrelazar nuestros brazos.

Dulce tentaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora