Capítulo VIII

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Kallias

—Entonces, estarás en la próxima carrera del puerto, te aviso desde ya que no vas a contar con mi apoyo, es un suicidio —me dice Itzel.

Me giro hacia ella, para encararla y esta me mira con los brazos cruzados.

—¿Cómo sabes de la carrera?

—Por Dios ¿no has visto los carteles? Están por todas partes. —dice mostrándome un cartel que trae en sus manos.

—Vaya que bien salgo —digo viéndome en el cartel. —De todos modos, no te pregunté si estabas de acuerdo, así que, ve a jugar con tus muñecas junto a Kendra y déjame en paz.

Me río, por la cara de asco que pone.

—Le diré a papá si no desistes de esta carrera.

—¡No dirás nada! No sabes las razones de yo hacer esto.

—No lo hagas —dice acercándose más a mí. — Eres tan idiota que no ves lo que hay a tu alrededor, no sabes cuanto sufrí al verte postrado en aquella cama en la clínica, pensé que te perdería, y todo por una maldita carrera sin relevancia, recapacita. Competir nuevamente es un error.

—¿Terminaste? No tengo tiempo para esta conversación.

Ella bufa y puedo ver su disgusto.

—Estoy empezando a creer que eres otra persona.

—¡Vaya! Hasta que lo notas.

—¿Recuerdas a mamá?

—Pregunta algo relevante por favor, Itzel, papá no deja de hablar de tu inteligencia, no le hagas quedar mal —le respondo con pesadez, masajeándome las sienes. —Y no recuerdo haber tenido mamá, solo recuerdo a la señora que nos dejó de querer y nos abandonó.

Veo un destello de tristeza en los ojos de Itzel y su nariz se ha puesto roja.

—La perdí a ella y no te perderé a ti, sé que mi hermano sigue ahí y no dejaré que muera —dice apuntándome en el pecho, para luego marcharse.

Después que Itzel se marcha, me quedo mirando a la nada en la salida de la casa y decido que es mejor salir a pensar. Busco las llaves y me subo en mi moto Ducati Scrambler negra. Mi padre me la regalo hace un año y anteriormente corría en una chatarra que le gané a Dareen en nuestra primera carrera. El muy idiota le tenía sentimiento a la moto. Desde ese entonces creo que herí su ego y su corazón de paloma.

Paso horas dando vueltas por la ciudad a todo dar, amo como el aire se cuela por mis brazos, mientras hago zigzag entre los autos, que son lo más parecido a un maratón de tortugas. Cuando me aburro de dar vueltas por la ciudad, llamo a Kamari y quedamos de juntarnos con los demás chicos en la cafetería Violeta.

Entro a la cafetería y veo a los chicos mirando a la mesera embobados, a medida que más me acerco se me hace más conocida, pero no sé de dónde. Lo único que reconozco es que tiene buenas piernas, me acerco lo suficiente hasta chocar con ella a propósito ella pierde el equilibrio. Antes de caer la sostengo de la cintura, ella cierra los ojos esperando lo que supongo es el golpe de su caída, aprovecho el momento para mirarla de cerca y en las fotos no se le ven tantas pecas. Debo de admitir que es muy bonita, se ve tan perfecta e indefensa que la puedo asemejar a una figura de cristal. Puedo notar como se tensa ante mi toque, pero eso no me detiene para seguir aferrándome a ella hasta que me deja con la palabra en la boca y se marcha.

Noto que hay unas llaves en el piso así que, me acerco para ver si son las mías, pero me percato que no, por el llavero que lleva claramente el nombre de Maliah, con un objeto que en el momento no me detengo en descifrar. No hago ni el mínimo esfuerzo en devolvérselas y regreso a mi lugar con una idea en mente.

Nos vemos en Saturno Donde viven las historias. Descúbrelo ahora