41 - Una sorpresa

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El departamento era amplio y tenía varias ventanas por donde entraba la luz. No era un lugar oscuro ni deprimente. Estaba en un segundo piso y por eso la vista era interesante.

Pese a que no había buen clima, estaba seguro de que en otras épocas del año sería agradable estar en aquel pequeño balconcillo.

—¿Te gusta? —le preguntó Lucinda.

Kyler entró por las puertas del balcón hacia el loft que por el momento estaba vacío.

—Me gusta. ¿Está segura de que puedo quedarme aquí estos meses?

—Por supuesto, no tienes de qué preocuparte. Aquí estarás cómodo. Puedo traer unos muebles mañana mismo si gustas.

—No, no se preocupe por eso. Ya lo tengo resuelto.

—¿En serio?

—Sí. Además, esta noche no me quedaré aquí.

—¿Irás a ver a tu hermana?

Kyler asintió.

—Quiero verla. Han sido dos semanas muy largas. Y también quiero ir a ver a mis amigos, deben estar muy preocupados por mí. Me fui sin despedirme, así que me gustaría hablar con ambos. Es probable que me quede con ellos hoy.

—Bien, me parece increíble, Kyler. De todas formas, sabes que cualquier cosa puedes llamarme. Para lo que sea, para lo que necesites, estoy aquí.

—Lo sé —dijo el chico que ahora ya no podía peinarse el cabello para atrás. Se lo había cortado. Y se sentía diferente, pero por alguna razón se sentía más en control que en días anteriores—. Muchas gracias por todo. En serio. No tiene idea de lo valiosa que ha sido su ayuda en todo esto. Sin usted, creo que no habría logrado resistir ahí. Posiblemente me habría ido luego del primer día.

Lucinda sonrió, sin saber qué decir porque era alguien con demasiada humildad cuando se trataba de aceptar cumplidos.

Pero Kyler no lo decía de forma vacía. Estar en ese sitio fue algo que no creyó resistir al inicio. No por el aspecto de estar recluido en ese ambiente, sino por el aspecto de tener que integrarse.

Era un grupo de apoyo para jóvenes, pero no se trataba solamente de adicciones. Se trataba más del tema de la salud mental. La mayoría de los chicos a los que conoció fueron víctimas de violencia por parte de sus padres o algún familiar. Incluso, para algunos, la depresión u otras afecciones eran más fuertes.

Hubo noches en las que no podía dormir, y de verdad había deseado beber un poco. Era absurdo porque estuvo sobrio por varias semanas, su adicción no era así de grave. No obstante, cuando los días comenzaron a pasar y su nivel de ansiedad disminuyó, esa necesidad bajó.

Pero para eso tuvo que hacer algo incluso más difícil.

Hablar.

Existía esa habitación en la que se sentaban todos en círculo. Se sintió extraño las primeras veces, y le costó varios días poder atreverse a hablar.

Escuchó historias de abuso estremecedoras, pero el ver cómo muchos de esos chicos parecían lidiar mejor con el dolor cuando lo contaban, le dio esperanza. Tal vez él también podría ver el pasado y solo decir un día "fue horrible, pero quedó atrás".

Todavía no sentía que hubiese quedado atrás, no del todo. Se sentía todo muy cercano aún, pero ahora era diferente.

Aún recordaba una noche en particular durante los primeros días. Iba saliendo del comedor cuando uno de los chicos tuvo una crisis porque él sí tenía un tipo de abstinencia severa y los doctores tuvieron que llevarlo a otra área.

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