Hoy era viernes, tenía el examen de recuperación dos semanas más tarde, pero no estaba ansiosa ni mucho menos. Cormac me había estado ayudando, se tomaba su tiempo explicando y cuando veía mis caras de confusión, me lo volvía a explicar. Tenía mucha paciencia, a diferencia de Jacob los últimos meses que me estuvo explicando cosas.De todas formas, no quise darle más vueltas, hoy disfrutaría de todo. Era el cumpleaños de Wil, iríamos a comer la familia y yo a un lujoso restaurante en el centro de Los Ángeles. No quería preguntar cuánto costaría la comida, por eso no invité a ninguna otra persona.
Por mucho que me quisiese poner un vestido elegante, maquillarme con labial rojo y beber vino, no quería ir. Era una estupidez, pero no me quería encontrar con Lorenzo.Papá no invitó a ninguno de sus amigos, mi hermano no invitó a ninguno de sus amigos, aunque no tenía tantos. Sí, era popular y había ganado fama tras su cambio, pero ninguno era realmente amigo suyo más que Jacob, Cormac, y algún otro chico. Cuando entramos al restaurante, mi madre ya estaba dentro, le dio dos besos a mi padre y luego a nosotros un abrazo. Por educación, su futuro marido hizo lo mismo.
Lorenzo estaba delante mía, llevaba un traje color grisáceo y tenía mala cara. Parecía incómodo con este. Pensé que había sido más por obligación que por gusto propio.
Yo me puse un vestido apretado color dorado con lentejuelas del mismo color, además llevaba el pelo suelto y unos tacones dorados también. Me sujetó por la cintura para darme dos besos en la mejilla, y seguido se separó sin decirme nada.—Estás ya tan mayor...— mi madre acarició la mejilla del cumpleañero, y este solo sonrió como respuesta, para luego sentarse en una de las sillas de la mesa. Lo imitamos, y nos sentamos.
Dejé mi móvil boca arriba sobre la mesa, el bolso estaba lleno e impedía poder guardarlo ahí.—No miréis el precio, es una ocasión especial y hay que disfrutar.— mi padre habló mientras abría la carta. Lo primero que miró fueron los vinos y sidras que habían.
Yo miré algo sencillo para beber, debía introducir alcohol en mi sistema nervioso para poder soportar esta comida. Iba a ser buena, me llevaba bien con todo el mundo, pero en el momento en el que las preguntas comenzasen a salir, iba a ser un infierno tener que contestarlas. Apunté una copa de vino blanco y seguido miré los entrantes. Papá pidió trufas de invierno, Wil pidió un costillar de cordero australiano y yo pedí Sashimi. Para compartir se pidió caviar y varios platos más.
Las bebidas fueron lo primero en llegar, le di un sorbo directa cuando vi que mi madre tenía intención de preguntarme algo.
—Ale, querida, ¿Cómo vas con las clases?— no vi necesario decir el suspenso. Si todo iba bien, Cormac me ayudaría a sacar un sobresaliente en el examen y nadie sabría la nota principal. Pero en caso de que fuese mal, tarde o temprano tendría que decirlo. Aún así, decidí mentir, no solo por mi bien sino también por el del ambiente de la comida.
—Todo genial, si sigo así puede que saque matrícula de honor.— solté la sonrisa más falsa que pude y cogí entre mis manos la copa de vino para darle un sorbo.
—Siempre siendo el orgullo de la familia, ¿y qué tal el novio?— Lorenzo me miró nada más mamá preguntó aquello, y mi cara se enrojeció al instante. La vergüenza atestó mi cuerpo y busqué algún reparo ante su pregunta.
—Bien, supongo...— no era capaz de decir la verdad. Sabía que estaba mintiendo en esta comida más que en toda mi vida, pero valía la pena.
Wil me miró de reojo, pero aún así no dijo nada, parecía seguirme la corriente.—¿Falta mucho para que llegue la comida?— mi hermano desvió el tema, y justo cuando lo mencionó, el camarero dejó los platos en la mesa.
Susurraron un "gracias", y seguido se fue.