Quedamos solo para vernos, porque cuando llegué, sólo nos sentamos a hablar. Fui a su casa, no había nadie cuando me ofreció sentarme en su sofá. Estaba nerviosa, pero simplemente limpié el sudor de mis palmas en mis muslos descubiertos.—¿Has crecido? —me burlé mientras servía en dos vasos de chupito algo, no le pregunté, parecía dispuesto.
—O vos sos más baja. —habló con el mismo tono que yo, y eso provocó que me cruzase de brazos. Dejó los dos vasos sobre la mesa de café enfrente del sofá, estaban al tope y parecía cuidado con eso.—¿Alguna vez probaste el fernet? —se desplomó a mi lado. Había dejado la botella a un lado de la mesa, habían latas de coca cola llenas, exactamente dos.
—Me moría de curiosidad por probarlo. —sonreí mientras cogía de manera delicada el vaso. El castaño imitó mi acción, contó hasta tres y nos lo bebimos del tirón. No estaba mal, pero algo dulzón para mi gusto.
—¿Primera impresión a solas? —dejé caer mi cabeza hacia atrás sin dejar de verlo. De aquí a unos meses y había cambiado, se había puesto más atractivo.
—¿De nosotros dos o de esto? —moví el vasito con una sonrisa burlona, estaba demasiado contenta hoy, y él se había dado cuenta.—Está bueno, tendría que probarlo más a menudo para poder darte una respuesta concreta. —su brazo aterrizó hacia la parte trasera del sofá, apunto de rodearme con este.
Se hizo un pequeño silencio mientras mirábamos nuestro teléfonos, pero luego seguimos charlando.
—¿Querés dar una vuelta? —me dijo, y obviamente acepté. No se puso nada más, sólo cogió las llaves de la casa y ambos salimos fuera.
La zona de donde estaba situada aquella mansión era preciosa, y era irrebatible que había sido adrede, con todo lo que debería haber costado, lo mínimo era que estuviese posicionada en un buen barrio.—¿Hace tanto calor acá siempre? —exageró el acento, como si lo estuviese pasando mal. Me burlé un poco y sonreí, mirándolo fijamente.—En verano este es el año que más calor hace de momento, y eso que solo estamos a junio. —caminábamos sin rumbo alguno, paseando por los parques verdes de la zona. Habían pequeños kiosco, personas haciendo picnics y perros correteando y rodeando los árboles.
—Menuda poronga. Posta pensaba que haría menos calor. —jadeó mientras se paraba delante de uno de los puestos.—Quédate acá. —me pidió mientras caminaba hacia la misma zona. Me quedé quieta, pero terminé sentándome en un banco de madera que estaba caliente y pegajoso.
Lo volví a ver, pero esta vez llevaba algo encima, un ramo de flores. Mordí mi labio tratando de que no se notase mi cara rojiza. Podía parecer que tenía fiebre, o eso sentía yo, mi rostro ardía.—¿Te acordás que te dije que te las daría en persona? Seré un boludo pero jamás rompo promesas. —me ofreció el ramo con una sonrisa. Estaba repleto de flores rosas y blancas, mis dos colores favoritos. Parecía haber indagado para saber los temas que decía elegir.
—Gracias, pero no hacía falta. —mis manos temblaban mientras él se sentaba a mi lado. Me insistió que tomase el regalo, y lo terminé haciendo.—Son preciosas. —
Vi su sonrisa burlona e hizo un gesto de halago. Sus manos rozaron con las mias mientras me pasaba el ramo.
Caminamos otro rato más hasta que terminamos el paseo, y Danna vino a por mi. Me despedí del castaño con dos besos en la mejilla, su mano situada en mi cintura mientras en mi cuerpo ocurrían constantes escalofríos.Me subí al coche, Danna estaba con una ceja levantada en el asiento de conductor. La oteé mientras ella conectaba su móvil al dispositivo bluetooth. Ella no dijo nada, sólo comenzó a conducir camino al kfc más cercano.