Capítulo 1

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Paco

- ¡No puede ser! ¡No puedes estar hablando en serio! ¿De verdad estás dispuesto a abandonarlo todo por esas personas?

- ¡No son esas personas! ¡Es mi familia! ¡Mi madre y mis hermanas! ¡No voy a seguir aquí mientras ellas...!

- ¡Ya son mayores! ¡Pueden arreglárselas solas! ¿Por qué tienes tú que ir a solucionarles la vida? ¿Acaso tu madre no puede cuidarse sola? - suspiré tratando de calmarme después de escuchar todo lo que Azalea me estaba diciendo, haciendo un esfuerzo para asimilar ¿Cómo era posible que no entendiera que debía estar con mi familia, ayudar a mi madre y velar por el bienestar de mis hermanas ahora que mi padre había muerto?

- ¡Esto no está a discusión! ¡Voy a regresar a casa y...!

- ¡Si te vas de aquí... si dejas la universidad, terminamos! ¡Yo no pienso andar con un carnicero! ¡No pienso casarme con un idiota que no es capaz de ver el futuro que se está perdiendo! ¡Por dios, Paco! ¡Te has pagado la universidad tú solo! ¡Has trabajado cada día de tu vida para lograr esto! ¡No le debes nada a nadie! ¡Solo te falta un año! ¡No abandones tu futuro por esas...!

- ¡Ten cuidado con lo que dices de mi familia! - la amenacé, levantando mucho la voz, volteando rápidamente para mirarla a los ojos mientras ella componía una expresión de miedo en su rostro - ¡Si ya tomaste la decisión de no estar con un carnicero! ¡Entonces esto se acabó! ¡Porque no pienso abandonar a mi familia por nadie! ¡Ni siquiera por ti! - grité encolerizado mientras ella comenzaba a llorar, con tanta amargura que mi corazón se encogió y sentí un profundo dolor al saber que todo se había acabado entre nosotros, que tres años de relación habían terminado y que mi vida cambiaría radicalmente tras haber decidido que lo correcto sería tomar las riendas de mi familia.

Azalea salió corriendo de la habitación y poco después escuché cómo azotaba la puerta de nuestro departamento, sintiendo ese horrible vacío en mi estómago, esa sensación de pérdida que no se había detenido desde que Ariana me dijo que papá había muerto y que se vio agravada por el repentino abandono de la mujer que amaba, con quien había compartido varios años de mi vida y a quien extrañaría como a nadie, a pesar de haber develado la clase de persona que era en realidad.

La bocina del taxi que me esperaba fuera del edificio, me sacó del estupor en el que me vi atrapando mientras pensaba en lo mucho que mi vida había cambiado en tan solo un par de horas, obligándome a recobrar la consciencia de dónde estaba, tomar mis maletas y recorrer el departamento en silencio, echando una última mirada a las fotos que yacían sobre la mesa de la sala, sintiendo un vuelco en el corazón al saber que aquellos recuerdos en poco tiempo dejarían de tener significado; con lágrimas en los ojos, que expresaron el profundo dolor que sentía ante todo lo que estaba pasando en mi vida, dejé las llaves del departamento sobre la mesa del comedor, abrí la puerta y abandoné así el que había sido mi hogar por tres años, disponiéndome a partir de regreso a casa, sabiendo que difícilmente regresaría al campus, que era un hecho que mi vida como estudiante universitario se había terminado.

Verónica

- Paco viene en camino, pero no sabe a qué hora va a llegar - comentó mi hija mientras se sentaba a un lado de mí en la sala de espera del hospital, después de haber escuchado a una prepotente mujer al decirme que no me entregarían a mi esposo a menos que liquidara la cuenta de los gastos que había generado el traslado de su cuerpo.

- Gracias, amor - le respondí a Ariana sin ser plenamente consciente de lo que mis labios le decían, sintiendo una creciente desesperación por no tener el dinero para recuperar el cuerpo de mi marido, ni la claridad de pensamiento suficiente para conseguirlo.

Verónica: mi hijo vuelve a casaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora