Capítulo 12

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VERÓNICA

Una madre sabe reconocer cuando algo extraño les pasa a sus hijos, puede ver en sus ojos cuando hay algo que está perturbando su ánimo haciendo que su comportamiento se vea alterado. Eso fue justamente lo que pasó aquella mañana en que noté que Paco miraba a Melody de una forma extraña, a pesar de que a ella no parecía molestarle nada, un hallazgo que me hizo pensar que algo no andaba del todo bien entre esos dos, que quizás él había intentado acercarse a mi hija para hablar de lo que pasó y no había resultado bien o que probablemente se estaba preguntando cómo abordar aquel complicado tema con su hermana, viendo aún en ella a la chica que recordaba de los tiempos previos a que se marchara a estudiar en la universidad.

Era difícil alejar esos persecutorios pensamientos de mi cabeza, pues en verdad me preocupaba que lo que mi hija nos vio hacer pudiera poner en riesgo la tranquilidad que había logrado nuestra familia, y es que las cosas iban muy bien hasta antes de que Melody nos atrapara en esa situación tan comprometida, tan bien que la tranquilidad que prevalecía en casa se veía en los rostros de mis hijas y en la alegría que parecía predominar en la familia, algo que podría ponerse en peligro si todo el asunto con Melody no era manejado de la mejor forma, si las cosas se encaminaban en un rumbo que de alguna manera la hiciera explotar, tal vez al considerarse relegada por las otras mujeres de la familia o por su hermano mismo.

La cantidad de ideas y posibilidades que se cruzaron por mi cabeza fue casi infinita, pensamientos que me acosaron de una manera atemorizante una vez que mis hijos se fueron a trabajar, sintiéndome temerosa ante la posibilidad de que nuestra tranquilidad se viera alterada por una reacción desmedida de Melody; pero a pesar de las miles de ideas que se me pasaron por la cabeza, de los cientos de escenarios que imaginé y de las ingeniosas soluciones que pensé ante cada uno de ellos, tarde o temprano me di cuenta de que no era mucho lo que podía hacer sin tener la certeza de lo que en realidad pasó entre ellos, una conclusión a la que llegué poco antes del momento de su regreso a casa, un instante en el cual decidí que lo mejor sería esperar a hablar con Paco y después considerar juntos las medidas que deberíamos tomar con respecto de Melody, pues en realidad estaba convencida de que mi hijo no se permitiría a sí mismo intimar con su hermana menor, a quien toda la vida había visto de una manera especial, casi como si en lugar de verla como una hermana la viera como su hija.

Cuando al fin regresaron y Melody entró corriendo para abrazarme, darme un beso en la mejilla y luego meter la cabezota en el refri para ver qué había hecho de comer, confirmé lo que supuse durante la mañana con respecto de que el problema no se centraba en mi hija, que ella no estaba en lo más mínimo alterada, un hecho que me hizo pensar que el estado de ánimo que observé durante en mi hijo, seguramente se debería a sus propios pensamientos, siendo una consecuencia de haberse mostrado como hombre frente a su hermana menor, algo que jamás había hecho y que seguramente le generó un cierto impacto, una serie de consideraciones que me permitieron tranquilizarme un poco al entender que tal vez mi hijo solamente estaba consternado por el simple hecho de no saber lo que Melody pensaba con respecto de lo que nos vio hacer en la cocina, eliminando de esa forma, al menos de momento, el riesgo de que un arranque de mi hija menor pudiera afectar la manera como la familia poco a poco se estaba recuperando de la perdida de mi esposo y de los destrozos que dejaron las infames vidas que mis hijas mantuvieron mientras Paco se encontraba lejos.

Otro aspecto que logró tranquilizarme un poco más, fue la actitud desenfadada que mostró mi hijo durante la cena, demostrando un ánimo muy distinto del que observé en la mañana, a pesar de que seguía lanzándole miradas extrañas a Melody, algo que de cierta manera reforzó la idea de que tal vez él no había hablado con ella acerca de lo que ocurrió en la cocina, un pensamiento que me llevó a considerar que lo mejor sería hablar con él a solas, tal vez en el calor de su cama, después de haber compartido un momento de intimidad que en ese preciso instante necesitaba.

Verónica: mi hijo vuelve a casaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora