Goma de mascar

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YeSung se encontraba escondido detrás de los arboles de su jardín, mientras observaba a su pequeño vecino de 5 años jugar con sus carritos de juguete.

Todas las tardes hacía lo mismo. Observar por horas a ese pequeño castaño que le robaba el aliento, mientras masticaba una goma de mascar para controlar su ansiedad.

No quería acercarse, ni que lo viera. Cada vez que el pequeño RyeoWook lo sorprendía observándole, salía corriendo a esconderse a su casa. Le tenía miedo, y ya no quería asustarlo.

—chucu-chucu, pi-pi, rum-rum —decía mientras hacía a sus carritos chocar.

Pronto RyeoWook se aburrió de jugar. Dejó a un lado sus juguetes y se tiró al pavimento a observar a su alrededor.

Una sombra detrás de los árboles de su vecino, captó su atención. Sonrío, otra vez era su vecino raro observándole. De un principio le tenía miedo, pero su mamá le había dicho que solo era un chico tímido que le daba pena acercarse a jugar.

Recordó que su madre le había pedido que le diera una oportunidad, y le pidiera jugar con él. RyeoWook sonrió, era la ocasión para hacer un nuevo amigo. Ahora lo necesitaba, ya que su mejor amigo SungMin no estaba en la ciudad, y se sentía solo.

—¡Hey tú! —gritó para llamar su atención—, él chico que se esconde detrás de los árboles.

YeSung se asuntó, casi se atraganta con la goma de mascar que tenía en su boca.

En todo el tiempo que observaba a RyeoWook, jamás el pequeño le había hablado. Ahora estaba sorprendido, y no sabía qué hacer.

—Ven a jugar conmigo, tengo varios carritos —le pidió el menor haciendo un adorable puchero.

YeSung salió de su escondite, y se acercó lentamente al pequeño que lo esperaba sentado en el suelo. Su mandíbula se había cansado por masticar la goma por tanto tiempo. La sacó de su boca y la arrojó al suelo.

RyeoWook estaba esperando a su extraño vecino que se acercaba a paso de tortuga a él. Decidió ir por él.

—Si te alcanzo, tendrás que comprarme un helado —propuso, se levantó del suelo y corrió para alcanzar a su mayor.

YeSung sonrió, dio la vuelta y comenzó a correr, no muy rápido, dejaría que su vecino lo alcanzara para comprarle un helado, tal vez así se gane de a poco su corazón.

El mayor de ambos niños, paró en seco cuando escucho un ruido estrepitoso, de algo estrellarse con el suelo, un grito y el llanto de RyeoWook, lo asustó.

Su pequeño amor, se había sufrido una caída. Estaba tirado boca abajo en el suelo, llorando.

Corrió para socorrerlo, trató de levantarlo, para llevarlo en sus brazos hacia su casa, pero el llanto de RyeoWook, aumento su volumen cuando lo movió. Algo no dejaba mover su pie del suelo.

El pequeño había pisado la goma de mascar fresca que botó YeSung al pavimento, y su zapato se había pegado al asfalto. Trató de despegar el zapato del suelo, pero no pudo. La goma se había adherido con fuerza a la pequeña zapatilla.

Desesperado por el llanto de RyeoWook, desató los cordones de la zapatilla y se la sacó, lo llevó en sus brazos hasta el césped.

—¿Te duele mucho? —preguntó al sentarlo en el pasto— si dejas de llorar te compare muchos helados.

Pero el llanto de RyeoWook no cesó, tocaba una de sus rodillas, mientras con su rostro formaba muecas de dolor.

YeSung se percató del malestar de su vecino, su pantalón se había roto en su rodilla derecha. Arremangó la prenda y vio la herida. Con papel higiénico que guardaba en su bolsillo limpió la lesión, luego por un impulso, la besó.

En el instante donde sintió los labios de su vecino acariciar su lastimada rodilla, RyeoWook dejó de llorar. Miles cosquillas atacaron su estomago, se sonrojó, y olvidó el dolor de su contusión.

Ambos niños levantaron su mirada y se sonrieron. Ambos sintieron lo mismo, cosquillas en su estomago, y su corazón latir frenéticamente.

—Me debes muchos helados —RyeoWook rompió el silencio que se había formado.

—¿Por qué?

—Dijiste que si dejaba de llorar, me comprarías muchos helados.

YeSung estaba feliz, por fin se había acercado a su pequeño niño. Ahora estaba dispuesto a comprarle cientos de helados para hacerlo feliz.

—Te compraré muchos dulces y helados todos los días si me das un beso —se atrevió a pedir.

YeSung no era tan tímido como demostraba ser.

RyeoWook se acercó, y lo besó en la mejilla. Ambos niños cayeron suavemente al césped abrazados.

YeSung podía haber estado más feliz, pero ahora estaba preocupado. ¿Dónde sacaría dinero para comprar los helados? Tal vez le diría que el beso no contó, porque tenía que ser en los labios

✿Yewook✿Donde viven las historias. Descúbrelo ahora