Antes de que el tren cerrara por completo, antes de que los rieles se pusieran en marcha y justo antes de que las lágrimas comenzaran a caer, una menuda figura se acercó a él con pasos tambaleantes. Un piecito detrás del otro sin coordinación, agitando sus pequeñas manos en el aire como buscando algún sostén, como si quisiera aferrarse a algo para no caer, o también podría ser que sólo era la alegría del viaje desbordando a través de sus inquietos brazos.
Fue mayúscula su alegría cuando se abrieron las puertas de aquel tren, cuando ese niño ocupó el asiento aledaño y esa sonrisa cantarina penetró sus oídos y se tatuó a los mejores recuerdos de su vida.
El que había iniciado como un día de esos que deberían ser borrados de la memoria se convirtió en un día que no olvidaría nunca.
Ese día, más temprano, su madre lo acompañó hasta la estación de tren. Fueron directo a la taquilla y su progenitora adquirió un único pase de abordar, estaba acordado que iría a vivir con su padre después de la separación de sus padres y eso no era algo que un niño de nueve años pudiera cuestionar.
Llevaba un equipaje modesto y entre sus manos su frasco con algunos bichos recolectados recientemente. El corazón apretujado en su pecho y las lágrimas contenidas en sus oscuros orbes.
Extrañaría Cheonan, claro, sus jardines y viñedos, sus monumentos y sus museos, sus pequeñas calles y por supuesto esa pequeña casa que había sido su hogar desde siempre. Pero sobre todo extrañaría a JongJin, su pequeño hermano y, más que nada, la hermosa familia unida que antes tuvo.
Fue de los primeros pasajeros en abordar el tren, su madre no lo despidió demasiado, aun así pudo ver las lágrimas detenidas en los brillosos ojos de su progenitora, quien con un amoroso beso y un fuerte abrazo le dijo adiós.
Le aseguro que su padre los esperaría en la última estación del tren, que como el niño grande de nueve años que era iba a poder llegar a salvo hasta Seúl, JongWoon sabe que lo dijo sólo para animarlo, sin embargo JongWoon no tuvo miedo.
Vio a los pasajeros abordar, grandes y chicos, con abundante equipaje o sin el.
Luego, antes de que las puertas cerraran lo vio entrar a él.
Fue sentado a su costado, un infante de cabellos chocolate e iris avellana, quizá un par de años menor que él, tal vez más ya que parecía mucho más pequeño.
Sostenía una colorida jirafa de felpa y un aura de alegría resplandecía a su alrededor.
Supo enseguida su nombre, pues éste fue pronunciado por el nombre de su madre, quien dejó dichas indicaciones y se trasladó al asiento de atrás.
— RyeoWookie, no bajes del asiento, estaré atrás mi pequeño.
Y el tren avanzó, pensó que escucharía el característico "traca, traca" de las caricaturas o los trenecitos a escala, no contó con que viajaría en uno de esos trenes modernos que prácticamente no producían sonido.
El tren se movía lentamente y él del mismo modo giraba su vista hacía su costado, hacía aquel pequeño con ojos risueños que aferraba el animal de felpa bajo sus puñitos fuertemente cerrados.
Tuvo unas ansias de hablarle tremendas.
Pero la timidez cortaba de raíz sus palabras, la timidez le invitaba a sólo contemplarlo.
Y vio esas mejillas infladas y esos labios fruncidos en un puchero, miró a detalle las pequeñas cejas ceñirse, parecía que en cualquier momento el pequeño RyeoWook rompería a llorar.
— Hyung ¿Sabes si falta poco para llegar a Seúl?
El pequeño castaño le dirigió una mirada interrogante y JongWoon tuvo que asegurarse, volteando a los lados, de que no hubiera alguien más allí a quien RyeoWookie le hablara.
— ¿Yo?
— Sí Hyung. El tren es muy aburrido. ¿Cuándo llegaremos a Seúl?
El pequeño parecía un poco frustrado y a decir verdad bastante aburrido. A JongWoon no le aburría en absoluto el paseo en tren, es más, encontraba divertido poder viajar en él y ver una diversidad de mundos tras la ventana, poder contemplar desde ciudades hasta pueblos conforme éste avanzara, seguir las nubes viajeras del cielo, perseguir a la luna y al sol.
— No me digas Hyung, soy JongWoon, pero puedes llamarme YeSung.
— Sí, Hyung.
— Hyung no, YeSung.
— Hyung, pero ¿Cuál es tu nombre, eres JongWoon o YeSung?
— Para ti soy YeSung.
Ambos infantes sonrieron, mirándose a los ojos y firmando, sin saberlo, un contrato de amistad, implícito en la cómplice y ancha sonrisa del mayor, en el grácil sonido de la carcajada de RyeoWook.
— Yo soy RyeoWook y ella es kiki.
El menor aflojó el agarre en la pieza de peluche y la extendió muy cerca de los ojos del mayor para que pudiera ver a detalle lo hermosa que la jirafa era según RyeoWook.
JongWoon no hizo más que sonreír ante la inocencia de RyeoWook. Una ola de felicidad le invadía el pecho cada que esa singular sonrisa adornaba el pequeño rostro del menor.
— Hyung, Kiki también está aburrida.
El vagón de tercera clase estaba plagado de silencio, los adultos alrededor se perdían en la lectura de algún libro o en el reconfortante mundo de los sueños.
Tras la ventana había un mundo por ver, de eso estaba seguro JongWoon.
Pero el menor no alcanzaba a ver todo lo que, tras el cristal, el viaje les ofrecía. Continuando con el mohín en el rostro se dedicaba a acariciar la jirafa inexpresiva atrapada en sus pequeñas manos.
— Hyung ¿Falta mucho para llegar a Seúl, cuándo llegaremos?
El redondo rostro del menor más que aburrido o hastiado por los escasos minutos de viaje, lucía impaciente. JongWoon por su parte comenzaba a querer que el viaje no terminara para poder ver a ese simpático chiquillo un poco más.
Como compañero de viaje JongWoon se propuso hacer de la experiencia una aventura inolvidable para RyeoWookie. Pensó en mostrarle los insectos contenidos en ese frasco transparente que llevaba a todos lados consigo, más desistió de la idea cuando contempló con más cuidado el aspecto pulcro que tenía el menor, parecía mala idea poner en sus pequeñas y suaves manitas esos insectos hallados en el sucio parque cerca de su ahora viejo hogar.
Pero JongWoon no llevaba juguete alguno consigo, ningún libro de cuentos tampoco. El único equipaje que cargaba era el contenedor de insectos, dos mudas de ropa y diez mil recuerdos.
— Hyung, ¿Ya estamos cerca de Seúl?
RyeoWook apartó los ojos de Kiki y observo con ilusión los ojos de JongWoon, como esperando escuchar buenas nuevas, optimista de escuchar un sí de parte de esa encantadora voz del mayor. JongWoon deseó darle una respuesta afirmativa, pero eso sería mentir ya que aún faltaban bastantes kilómetros para llegar a la capital del país. No sabía con exactitud cuánto camino les quedaba por recorrer, pero intuía que debía ser bastante, ya que aún se apreciaba tras la ventana un paisaje verde y de los altos edificios que sabía hay en Seúl no alcanzaba a ver ni siquiera la cima.
JongWoon respondió con una sonrisa nerviosa y con ese humilde gesto, RyeoWook comprendió que aún faltaba mucho para llegar a su destino.
Cuando parecía que el silencio llegaba a instalarse entre ellos definitivamente, JongWoon escuchó la clara y dulce voz del pequeño entonar una canción que hace mucho él no cantaba, pero que reconoció enseguida.