HAN - SKZ

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♡ Advertencias: mención a la ansiedad, breve desnudo no sexual.

Han se sienta en el suelo frente al sofá de Félix con la cabeza acunada por la suavidad de tus muslos. Le pasas los dedos por el pelo, deteniéndote de vez en cuando para masajearle cuidadosamente el cuero cabelludo. Cierra los ojos, inspira profundamente y vuelve a exhalar lentamente. Cuando vuelve a abrir los ojos no se siente tan asfixiado por la fiesta que se desata a su alrededor.

De repente, la música se ha apagado, las luces se han suavizado y la multitud se aleja hasta que sólo queda usted. Su amor. Su amor. Su dulce bebé. Su reputación de mariposa social ha hecho que la gente espere mucho de él. Con las expectativas viene la presión y con la presión viene la ansiedad. Pero sentarse aquí contigo es su lugar seguro. Tú eres su lugar seguro.

Te coge por las muñecas, entrelazando sus dedos entre los tuyos, y pone tus brazos sobre sus hombros. "¿Por qué me miras así? Bromeas, apoyando la barbilla en su pelo aterciopelado. Han sonríe, con esas mejillas de quokka pellizcables: "Porque eres tan guapo". Hay algo encantador en la forma increíblemente británica en que dice esa palabra.

Beau-TI-ful. Tan beau-TI-ful. La dirá con el acento que quieras, en cualquier idioma que pueda aprender si se lo pides. A sus ojos, eres una obra de arte digna de elogio en todas las formas posibles que puede ofrecer. Y cada vez que lo hace, sin falta, sientes una cálida sensación en el pecho. La que sientes ahora mismo.

Le besas en la frente, intentando ocultar esa dulce sonrisa tuya aunque él desearía que no lo hicieras. "Ojalá estuviéramos en casa para poder abrazarnos" suspiras y él ya está en pie, ayudándote a recoger tus cosas. Lo normal es que se despida de Félix, pero ahora sólo piensa en tumbarse contigo en la cama, abrazado a tu figura gloriosamente regordeta.

Llevarte de vuelta a casa es su único objetivo. Han te guía por la noche, con los dedos entrelazados con los tuyos, y se esfuerza por recordar dónde aparcó el coche. Al cruzar la calle, tu tacón se engancha en un trozo de grava. "Mierda", murmuras, casi perdiendo el equilibrio. Han se da la vuelta, con los ojos muy abiertos y muy preocupado por si te has hecho daño.

Enseguida se arrodilla y te examina el tobillo para ver si tienes algún hueso roto: "¿Estás bien? ¿Te duele?" "Cariño, estoy bien. No te preocupes. No debería haberme puesto estos estúpidos tacones". A pesar de que le aseguras que estás bien, sigue examinándote el tobillo, incluso el otro, para estar doblemente seguro.

Eres su favorita. Lo que no cambiaría por cada estrella que cuelga en lo alto. Si alguna vez te duele algo, incluso algo tan pequeño como un corte de papel, él tiene que curarlo. Hacer que todo mejore. "Quédate aquí, ¿vale? No te muevas", te ordena, llevándote de nuevo a la acera. "Han..." Un rápido beso en los labios te corta antes de que corra a por el coche.

No eres tan frágil como parece, pero te hace sentir especial que se preocupe tanto por ti. Han detiene el coche a tu lado y salta para ayudarte a subir al asiento del copiloto. Su sentido de la urgencia hace que parezca que te han herido en combate. "Dije que estaba bien", ríes, "no es tan grave". Han te quita los tacones y se toma unos segundos para masajearte los "pobres tobillitos".

En el viaje de vuelta te pregunta un millón de veces si estás cómoda. ¿Te gusta el asiento? ¿Está bien la música? Le dices que es perfecto porque lo es. Siempre lo es.

Cambias el foco de atención preguntándole por su música y la chispa que se enciende en él es visible. "Oh, mi precioso, precioso bebé", chilla, apoyando una mano en la suave carne de la cara interna de tu muslo, "¡Tengo tantas cosas que contarte! Tantas cosas". Han habla a mil por hora, apretándote un poco más el muslo cada vez que llega a un detalle que le entusiasma.

Antes de que te des cuenta, estás entrando en el garaje y él casi te arrastra hasta el dormitorio. No tienes que mover un dedo para cambiarte de ropa porque Han ya te la está arrancando y sustituyendo por tu pijama más cómodo. "¿Quieres té? ¿Agua? ¿Un tentempié?", pregunta, poniéndose un pantalón de chándal.

"Lo que quiero es..." Te desplomas sobre la cama, haciéndole caer contigo, "Esto. Esto está bien". Han apoya la cabeza en tu vientre y desliza las manos por el lateral de tu camiseta para aplastarte los michelines. Pones los ojos en blanco: "Por favor". "Lo digo en serio, es mi favorito". "Dices que cada parte de mí es tu favorita".

Han se acerca para besarte en la nariz: "Puedes tener más de una favorita. Como aquí..." Los labios rozan tu cuello. "Y aquí..." Los dedos recorren tu columna. "Y aquí..." Han podría seguir así, adorando todo, desde tu nuca hasta ese punto que te hace cosquillas detrás de la rodilla, durante el resto de la noche.

Y lo hace. Incluso vuelve sobre sus pasos para asegurarse de que no se le ha escapado nada. Cuando termina, se acurruca detrás de ti, ya no contento con ser la cucharita. "¿Podemos quedarnos así para siempre?" "Mmm, tal vez..." murmuras, dándote la vuelta para apoyar la cara en su pecho.

"¿Quizá?" No puedes verle la cara, pero estás segura de que tiene cara de ofendido. Le pasas la pierna por la cintura y le besas por debajo de la barbilla: "Sí, podemos. Para siempre. Después de todo, eres mi favorita".

RAINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora