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-Rocio, deja de llorar- Samantha estaba atando los cordones de las zapatillas de la de lentes.
Rocio había intentado impresionar a unos chicos en la pista de atletismo pero había terminado cayendo por llevar los cordero desatados, se había raspado las rodillas bastante feo, y había tendió que curarlas con algo de agua oxigenada y un poco de algodón. Ahora tenía los pantalones arremangados sobre sus heridas.
-Pero duele- se quejo, haciendo pucheros, también se había golpeado la cara, así que cargaba con una bolsa con hielo sobre su frente, donde estaba rojo por el golpe.
-Chio...- la miró con cansancio- eres una idiota.
-Ya lo sé- Samantha se levantó con un quejido y se sentó a su lado- . Pero por algo salí contigo, ¿No?- dijo luego de un rato. Rivera la miró y frunció el ceño con una mueca en sus labios. - Y por algo salías conmigo, así que también, Samantha, eres una idiota.
Esta se toma un segundo completo para pensarlo y al final asintió.
-Si, también por algo estoy aquí... Sigo aquí, así que si, Torres, te confirmo que también soy una idiota.
Rocio asintió levemente, se apoyo un poco sobre la contraria, tanteando terreno, la rubia no se movió, así que prosiguió por poner su cabeza en su hombro.
Y Samantha la dejo, porque le gustaba, porque le hacía sentir más viva por dentro.
En su mente. Rocio pidió que la mayor volviera con ella, que de una vez, la aceptara de nuevo, porque nunca encontraría a nadie más como ella.
Pero era cuestión de recordar por qué habían roto, y por qué Samantha estaba como estaba, para soltar cualquier deseo con un suspiro cansado.
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