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Mientras Daeron y Joffrey dormían plácidamente en su lujosa habitacion en el castillo, un repentino golpe en la puerta los sacó de su sueño. Daeron se levantó con rapidez y se acercó a la puerta, abriéndola con curiosidad.

Un sirviente estaba parado frente a ellos, haciendo una reverencia respetuosa.

-Sus altezas, su presencia es requerida en el salón del trono-anunció el sirviente con solemnidad.

Daeron y Joffrey intercambiaron miradas desconcertadas, preguntándose qué podría ser tan importante como para interrumpir su descanso. Daeron se adelantó y preguntó al sirviente:

-¿Por qué se nos requiere en el salón del trono? ¿Qué está sucediendo?

El sirviente bajó la mirada, visiblemente incómodo.

-Lamento no tener más información, sus altezas. Solo sé que han llegado órdenes de que deben presentarse de inmediato en la sala del trono -respondió el sirviente con voz apresurada.

Daeron frunció el ceño, sintiendo una ligera incomodidad ante la falta de explicaciones. Sin embargo, sabía que como príncipe, debía cumplir con sus deberes sin cuestionar demasiado. Se volvió hacia Joffrey, quien asintió con determinación.

-Está bien, iremos al salón del trono- anunció Daeron con firmeza. El sirviente asintió y se retiró, dejando a los príncipes a solas en la habitación.

Joffrey se levantó de la cama y se vistió rápidamente, mientras Daeron se preparaba con calma. Ambos se dirigieron hacia el salón del trono, preguntándose qué les aguardaba y qué podría ser tan urgente como para despertarlos en medio de la noche.

Al llegar al salón del trono, se encontraron con una multitud de nobles y consejeros reunidos en silencio, esperando a que el rey apareciera y les revelará la razón de su convocatoria. Daeron se acercó a sus hermanos y madre.

Las puertas se abrieron sin anunciar a nadie, Rhaenyra y Daemon entraban, dirigiéndose firmemente al trono de hierro. Justo al frente del trono, Rhaenyra se posicionó, miró a todos los que se encontraban reunidos y dijo con voz fuerte:

-Lamento informarles que el rey Viserys I de la casa Targaryen ha fallecido.

Alicent, sabía lo que eso significaba. Las vidas de sus hijos corrían riesgo ahora que Rhaenyra sería coronada reina. La tensión en la sala era palpable, todos esperaban ansiosos ver cómo se desarrollarían los acontecimientos.

Rhaenyra continuó hablando, su voz resonando en la sala del trono.

-Por derecho y por voluntad de mi padre, Viserys I, yo, Rhaenyra Targaryen, reclamo el trono de hierro como legítima heredera.

La sala del trono estaba llena de tensión y expectación. La princesa Rhaenyra, con su cabello plateado y sus ojos violeta, se erguía con orgullo frente a los nobles reunidos.

-He convocado a todos ustedes aquí para que me juren lealtad como la nueva reina de los Siete Reinos -proclamó Rhaenyra con voz firme.

Los nobles murmuraban entre ellos, algunos con expresiones de sorpresa y otros de desaprobación. Pero todos sabían que la princesa tenía derecho al trono, según la voluntad de su difunto padre, el rey Viserys.

Aegon, Aemond y Daeron, que se encontraban entre los presentes estaban indecisos en que es lo que tenían que hacer así que Aegon, como el mayor de los tres, se acercó primero a su hermana.

Aegon se arrodilló ante su hermana Rhaenyra, con los ojos llenos de determinación. Había llegado el momento de jurarle fidelidad como la nueva reina de los Siete Reinos.

 𝐔𝐧 𝐀𝐦𝐨𝐫 𝐝𝐞 𝐒𝐚𝐧𝐠𝐫𝐞 𝐑𝐞𝐚𝐥Donde viven las historias. Descúbrelo ahora