Capítulo 9 : ¿No te enseñaron que si juegas con fuego puedes quemarte?

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Aegan Cash

Habían transcurrido unos cuantos días desde aquel encuentro en el club nocturno. A pesar de mis esfuerzos por convencerlo, el terco de mi hermano se había negado a volver a casa. Al menos había retomado sus clases en Tagus, era un avance.

Pero lo que realmente me tocaba los cojones era ver cómo Ari prácticamente se había convertido en su sombra dentro del campus. Los rumores no tardaron en llegar a mis oídos sobre la repentina cercanía entre esos dos.

Por los pasillos no se hablaba de otra cosa que del cambio radical de Aleixandre. Que si ahora se veía más seguro de sí mismo, que si emanaba un aura de imponencia... Puras idioteces si me lo preguntan, pero no podía negar que algo había cambiado en él.

Además, por lo que me contó Adrik, la princesita era buscada por Aleixandre todas las mañanas en su salón y esperándola a la salida para almorzar juntos. Vamos, parecían un maldito noviazgo de secundaria.

Estaba claro que ella lo estaba utilizando para llegar a mí. De seguro le llenaba la cabeza de en mi contra, aprovechándose de su rencor por lo de Regan.

Aunque he de admitir que no todo eran malas noticias. Al menos Adrik parecía estar saliendo poco a poco de ese pozo depresivo en el que se había hundido por su distanciamiento con Jude.

Ya no se la pasaba encerrado todo el día llorando por los rincones, e incluso lo vi salir a correr un par de mañanas, algo impensado hace unos días.

Mientras me preparaba un café cargado para enfrentar otro día, no pude evitar bufar frustrado al pensar en todos los frentes que tenía abiertos últimamente.

Entre lidiar con el distanciamiento de Aleix, los vaivenes emocionales de Adrik y los intentos de Ari por sabotearme, sentía que me estaban atacando por todos lados.

Pero no pensaba bajar la guardia ni por un segundo. Hacerme cargo nunca ha sido tarea fácil y no iba a acobardarme ahora que más necesitaban de mí. Con la amenaza latente de Regan al acecho, debía mantenerme fuerte y en control o todo se iría a la mierda.

Aunque tuviera que tragarme el orgullo de vez en cuando, al final haría lo que fuera necesario para mantener a mi familia a salvo y unida. No había más opciones, los Cash siempre irían primero.

En estos momentos me encontraba en las oficinas del buffet de abogados más prestigioso de la ciudad junto a Lander, quien estaba empecinado en cubrirse las espaldas antes de cumplir con su parte del trato.

El muy cobarde no accedió a hackear el sistema del Ministerio Público hasta que le garantizara protección legal en caso de que lo descubrieran. Claro, como si fuera tan fácil rastrear a un hacker de su nivel.

Rodé los ojos mientras firmaba los papeles que harían oficial su representación si se metía en problemas. Pero no podía culparlo, yo en su lugar también querría tener un seguro extra. Además, que hubiera aceptado arriesgarse por mí, aún con el miedo a flote, decía mucho de su lealtad.

Una vez que terminamos con el estúpido papeleo, nos dirigimos a su empresa donde un equipo de nerds se afanaba frente a las computadoras cumpliendo sus órdenes.

—Bueno caballeros, pongámonos en marcha —anunció Lander.

Uno de los informáticos lo miró nervioso antes de comentar:

PERFECTAS APARIENCIAS-(PERFECTOS MENTIROSOS - ALEX MÍREZ )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora