Capítulo 11: Cuando dos depredadores se enfrentan

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Era increíble cómo en cuestión de un par de horas, aquel rumor infame se había propagado como una enfermedad contagiosa por los pasillos de Tagus. Ari, con su maquiavélica manipulación, había conseguido que mi reputación quedará por los suelos. Ahora, ante los ojos de toda la universidad, yo era el hazmerreír, el gran Aegan Cash reducido a un patético "Rechazado".

Lo que más me enfurecía era ver cómo aquellas mujeres que antes se doblegaban ante mis deseos, ahora se pavoneaban altivas, sintiéndose con el derecho de mirarme por encima del hombro. Era como si de repente, gracias a las artimañas de esa arpía, se creyeran a mi nivel.

Resulta que Ari no solo había logrado presentarme como un fracasado en el arte de la seducción, sino que encima se las ingenió para quedar como la heroína feminista del cuento. La muy descarada disfrutaba de los halagos y la admiración de sus compañeras, quienes la veían como un modelo a seguir por haberse atrevido a rechazar al "patán mujeriego" de Aegan Cash.

Harto de las provocaciones de Royalty, abandoné la cafetería con un sabor amargo en la boca. Era insoportable seguir presenciando cómo Aleixandre, mi propio hermano, se tragaba cada una de sus patrañas sin cuestionarlas. ¿Acaso el llevar el apellido Cash no le había dotado de un mínimo de astucia? Menuda decepción, resultó ser un ingenuo de primera.

Pero claro, ¿qué se podía esperar de alguien que no fue forjado bajo la dura mano de Adrien Cash?, con todos sus defectos y su carácter de mierda, al menos tuvo la decencia de enseñarme a enfrentar la vida con coraje. Gracias a él, aprendí a no doblegarme ante nada ni nadie. Lástima que Aleix no tuvo la misma suerte.

Reconozco que quise protegerlo de las garras de nuestro progenitor, evitarle el calvario que yo tuve que soportar. Pero en el proceso, lo volví un débil sin carácter. Con Adrik no corrí la misma suerte, él prefirió encerrarse en sí mismo, volviéndose hosco y distante. En cambio Aleix, con su eterna sonrisa y su actitud despreocupada, pudo gozar de la niñez que a mí me fue arrebatada.

Mientras caminaba por los pasillos de Tagus, un grupo de estudiantes se apartó rápidamente de mi camino. Sus rostros reflejaban una mezcla de temor y diversión mal disimulada, como si estuvieran conteniendo las ganas de reírse en mi cara.

En ese instante, sentí cómo una ola de furia abrasadora se apoderaba de cada fibra de mi ser. La indignación me corroía las entrañas, urgiéndome a descargar mi ira contra el primer incauto que osara provocarme. Pero no, no podía darles el gusto de verme perder los estribos.

Así que, haciendo acopio de toda mi fuerza de voluntad, me obligué a mantener la compostura. Con la mandíbula apretada y la mirada al frente, continué mi camino ignorando deliberadamente los cuchicheos a mi alrededor. No les daría la satisfacción de verme flaquear.

Al llegar al estacionamiento, el cielo parecía haberse confabulado con mi estado de ánimo. Un aguacero torrencial se desplomaba sobre el asfalto, como si el firmamento mismo estuviera descargando su furia. Sin perder tiempo, desactivé la alarma de mi auto y me deslicé en su interior, ansioso por refugiarme de la tormenta tanto literal como figurativa.

Pero justo cuando me disponía a encender el motor, la puerta del copiloto se abrió intempestivamente. Ante mis ojos atónitos, una empapada Ari se acomodó en el asiento con una sonrisa deslumbrante, como si irrumpir en mi vehículo fuera lo más natural del mundo.

—¡Vaya tormenta! Quedé toda empapada, pero pude proteger esto —anunció triunfante, dejando caer una carpeta sobre su regazo.

A pesar de su aspecto desaliñado, con el cabello revuelto y el rostro salpicado de gotas de lluvia, Ari no perdía ni un ápice de su característica elegancia. Era como si ni siquiera un aguacero pudiera mellar su aura de sofisticación.

PERFECTAS APARIENCIAS-(PERFECTOS MENTIROSOS - ALEX MÍREZ )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora