Emma
—¿Cómo que enemigos? Yo no tengo ningún romance con ustedes. Si creen que me voy a quedar aquí toda mi vida, están muy, pero muy equivocados —digo, tratando de mantener la calma, pero la frustración comienza a invadirme.
—Bueno, preciosa, nuestros enemigos no se interesan por eso —responde Axel, su tono serio y grave—. Solo quieren encontrar una debilidad, y esa eres tú.
—Bueno, ese no es mi problema —digo, cruzando los brazos y dándome cuenta de lo absurda que parece toda esta situación.
—Se vuelve tu problema cuando es tu cabeza la que está en juego —completa Saska, con un tono sombrío.
Me quedo en silencio, pensando en lo que acaban de decirme. Aún no entiendo nada. ¿Quiénes son estos tipos? ¿Por qué están tan involucrados en mi vida, si ni siquiera los conozco? Pero lo que más me molesta es que no me dan respuestas claras.
—Entonces, explíquenme, ¿quiénes son ustedes? ¿Por qué tienen enemigos que buscan una debilidad en ustedes? ¿Y por qué yo? —pregunto, mi voz temblorosa por la presión del momento. Todo esto es tan estresante.
Axel y Saska se miran entre ellos antes de responder.
—Todas esas preguntas se responderán con el tiempo, pero te diré algo —dice Saska, acercándose lentamente mientras habla—. Te protegeremos a toda costa, incluso si estamos al borde de la muerte. Te protegeremos porque tú eres todo para nosotros, Emma. Y te amamos, aunque tú no lo creas.
Mis ojos se agrandan ante sus palabras. ¿Qué acabo de escuchar? ¿Me están diciendo que me aman? ¿Quiénes son estos chicos realmente? No sé si lo que dicen es cierto o si es solo una táctica para manipularme, pero no sé si creerles. Mi cabeza da vueltas, y no sé cómo procesar todo lo que estoy escuchando.
Horas después
Han pasado dos horas desde que me dijeron todo eso. Aunque intentaron explicarme que estoy en peligro, algo dentro de mí me dice que no puedo confiar completamente en ellos. Huir parece una idea tonta, pero ¿cómo pueden esperar que me quede aquí sin más? Ellos no me dicen quiénes son realmente. Un empresario no tendría tantos guardias ni tantas personas dispuestas a poner su cabeza en bandeja de plata por él. Hay algo más que no me están contando, y necesito saber qué es.
Estoy en la ventana de la habitación, observando atentamente a los guardias que patrullan la zona. Mi mente está trabajando a mil por hora mientras elaboro mi plan de escape. Los guardias se cambian cada hora, hay cuatro guardias en la puerta principal, dos dentro y dos afuera. En la parte trasera, hay uno afuera y otro adentro. Los dos guardias de la parte trasera se retiran al mismo tiempo y diez segundos después, los otros dos entran.
Mi plan es el siguiente: al lado de la puerta trasera hay una casita pequeña donde supongo que guardan los utensilios del jardín. Me esconderé allí cuando los guardias se retiren, y cuando llegue el momento, correré y saldré de la casa.
Es un buen plan, al menos eso creo. Después, tendré que ir al pueblo más cercano, ya que no estamos en la ciudad. Alrededor de la casa solo hay árboles, lo que me hace pensar que puedo escapar sin ser vista. Espero que mi plan funcione.
Pasan diez minutos antes de que los guardias finalmente se retiren. Según mis cálculos, quedan solo dos minutos para que se vayan. Mi corazón late con fuerza mientras observo la puerta. El momento que tanto he esperado está por llegar. Finalmente, los guardias se retiran sin pensarlo dos veces. Aprovecho esa oportunidad y corro hacia la casita.
Me siento un poco tonta por la espera, pero estoy aliviada de que el plan haya salido bien. Me quedo agachada dentro de la casita, esperando a que los guardias se alejen lo suficiente para estar segura. Cuando veo que se alejan aún más, me levanto, dispuesta a continuar con la huida.
Corro por algunos minutos, solo rodeada de árboles y bosque. Mi respiración es rápida, pero mi determinación es más fuerte que nunca. Después de un rato, por fin veo la calle. Mi cuerpo se aligera al saber que estoy cerca de la civilización. Sigo corriendo, buscando un coche que me lleve lejos de este lugar. Al fin, veo uno acercándose. Levanto mis brazos y hago señales, gritando:
—¡Ayuda!
El coche se detiene y una sensación de alivio me invade. Al fin, voy a poder salir de aquí. Sin embargo, mi sonrisa desaparece al ver quién está al volante.
—Te gusta mucho jugar, ¿no, preciosa? —dice Axel, con una sonrisa divertida en su rostro, mientras yo siento que la esperanza se me escapa.
Quiero correr, quiero escapar, pero antes de que pueda hacer algo, todo se vuelve negro.
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Nos leemos prontito byeВаш писатель
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Mafia con sabor a café
RomanceDonde ella entró ha su mundo de mafia y ellos a su mundo de café