5 El azul profundo.

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LEXA

Desperté sobresaltada, con la sensación de que mis párpados pesaban más de lo habitual. Al abrir los ojos, me encontré en un aula vacía, solo yo estaba presente. Las luces del techo brillaban intensamente, y un murmullo distante resonaba en el aire.

Me levanté, agarrando mi mochila, y al salir por la puerta, noté que el pasillo también estaba desolado

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Me levanté, agarrando mi mochila, y al salir por la puerta, noté que el pasillo también estaba desolado. La luz se había vuelto más tenue, y las voces, ahora más audibles, parecían surgir de alguna parte, aunque su origen seguía siendo un misterio.

La confusión se apoderó de mí. ¿Por qué me había quedado dormida? Nadie me había despertado. Cada uno de mis pasos resonaba contra las paredes, creando un eco opresivo y constante.

De repente, una risa siniestra resonó detrás de mí. Me giré rápidamente, pero no había nadie. Comencé a caminar más rápido, sintiendo cómo el miedo se apoderaba de mí.

A medida que avanzaba y corría, el pasillo parecía estirarse infinitamente, sin que pudiera encontrar la salida. Mi corazón latía con fuerza, y las risas se sumaban al ambiente, aumentando mi angustia.

 Mi corazón latía con fuerza, y las risas se sumaban al ambiente, aumentando mi angustia

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Las luces se apagaron de golpe, dejándome paralizada en la oscuridad. Al encenderse nuevamente, noté una televisión frente a mí. Me acerqué con cautela, y se encendió sola, mostrando imágenes perturbadoras: yo misma, desnuda en una cama. Mis ojos recorrían la pantalla con horror, mientras las voces se burlaban de mí, criticando cada centímetro de mi cuerpo.

-¡Es gorda!-, una voz femenina susurró detrás de mí.

-¡Es horrible!-, otra voz se unió al coro, cada palabra como un puñal que perforaba mi autoestima.

-¡Mira esos muslos, son enormes!--

-¡Y esa tripa!, añadió otra voz, llena de veneno.

Al girarme, me encontré con un grupo de chicos riéndose y señalándome, diciendo cosas crueles sobre mi cuerpo. Me sentí expuesta, vulnerable, y me cubrí rápidamente con mis manos, sintiendo el peso de su escrutinio.

-¿Ves cómo se oculta? ¡Es patético!-, se burló uno de ellos, con una risa que cortaba como un cuchillo afilado.

La escena cambió de repente. Ahora había un espejo frente a mí, reflejando mi cuerpo desnudo. Las lágrimas brotaron de mis ojos mientras las voces continuaban su ataque despiadado.

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