Diario de Clarke

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Entre Hebras de Ébano

En la suave brisa de la tarde, encuentro tu cabello, un marrón que evoca la tierra misma, ondulante como los árboles en el bosque, susurra historias que me llaman.

Tus ojos verdes son como los profundos lagos, donde el reflejo del cielo se desvanece en la oscuridad, una calma que envuelve y atrae como el bosque en la noche, un misterio que me sumerge en su profundidad.

Tus labios, suaves y cálidos como el sol, esconden palabras que danzan en el aire, una sonrisa que ilumina como los rayos filtrados por el dosel, y me pierdo en su belleza sin fin.

Tu rostro es como la suave luz del amanecer, donde las sombras se desvanecen con el primer rayo, una armonía de formas y texturas que acarician la vista, y en cada mirada descubro un nuevo paisaje.

Tu personalidad, tímida y reservada, es como el susurro del viento entre las hojas, una quietud que esconde la fuerza de un río subterráneo, y en cada gesto encuentro un nuevo enigma por desentrañar.

En ti, encuentro la serenidad del bosque, la belleza que se encuentra en la naturaleza misma, un universo de maravillas que me atrae sin remedio, y en cada momento contigo, encuentro mi hogar.

En ti, encuentro la serenidad del bosque, la belleza que se encuentra en la naturaleza misma, un universo de maravillas que me atrae sin remedio, y en cada momento contigo, encuentro mi hogar

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