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El calor en su vientre acompañado de unos retorcijones dolorosos indicaban que efectivamente, se le adelantó el celo.

Quackity se levantó como pudo de su cama, se sentía débil y sudoroso, el calor lo estaba matando. Como era costumbre en sus celos, se metió a la ducha y abrió la llave de agua fría.

No lo calmaba para nada pero si lo hacía sentirse más limpio, una vez bañado salió y se volvió a recostar en su colchón.

Buscó su celular debajo de su almohada y lo encendió para buscar el nombre de su tutor, tiene que avisar que su celo llegó antes de lo esperado para que le justifiquen las faltas.

Estuvo a punto de cerrar los ojos en cuanto termino de enviar los mensajes, pero recordó que hace tres días había convencido a Roier de hacerle compañía.

De solo recordarlo una ola de calor recorrió su cuerpo y de repente se sintió pegajoso en un lugar donde no quería pensar mucho.

—Mierda, tengo que avisarle también.

Murmuró, cada vez sintiéndose más caliente. Pensar en Roier lo estaba volviendo loco, más de lo que ya estaba.

Decidió llamarlo directamente, sabía lo distraído que era Roier en cuanto a revisar su bandeja de mensajes. Gracias al cielo el castaño no tardó en contestar.

—Hola, ¿paso por ti ya?

Quackity no se dió cuenta de que era muy temprano aún, se sintió un poco avergonzado por molestar a Roier a esta hora, pero no pensó mucho en ello debido a la erección que comenzó a crecer en sus pantalones en cuanto escuchó su voz.

—No iré a la escuela hoy, y tú tampoco...

Dijo con un tono sugerente, que Roier no captó.

—¿Ah? Pero tengo exámen, bueno, es de metodología no importa, qué tienes pensado o qué.

Se oía confundido a través de la línea, pero Quackity no le dió importancia y al contrario se sintió bien de saber que no le dijo que no a nada.

—Mi celo se adelantó, ven a mi casa.

No pudo soportar más la excitación y comenzó a tocarse por encima de la ropa, era tan vergonzoso para Quackity que de solo escuchar la voz del alfa ya lo ponía así.

—Oh, está bien, llego en ¿quince minutos? Si es que no hay mucho tráfico.

Quackity asintió, olvidando que Roier no podía verlo.

—¿Quackity?

—¡Sí, apúrate!

Contestó con desesperación antes de colgar, su problema necesitaba ambas manos.

Roier ya no dijo nada, su amigo se escuchaba ansioso por alguna razón. Esperó unos segundos para ver si le decía algo más, ¿debería colgar?

Unos suspiros extraños se escucharon de repente, y no tenían fin.

El alfa comenzó a atar cabos, celo, omega, mierda. No iban a ver películas ni jugar videojuegos mientras comen doritos, ¿cierto?

Una ansiedad extraña se instaló en su pecho, había algo que lo hacía no querer colgar, como si lo que estuviera escuchando no fuera real.

—Roier...

Oh, no. Eso fue la gota que rebasó el vaso, escuchar a Quackity gemir su nombre fue perturbador, no lo soportó más y colgó al fin. Lo más seguro es que su amigo ni siquiera se dió cuenta de que seguían en llamada.

—Puta madre, ahora qué hago.

El pobre Roier estaba tenso contra el asiento de su auto, ya le había dicho que sí a Quackity y a lo que su entendimiento respecta, los omegas sufren mucho sus celos si los pasan solos. Roier no era un estúpido sobre el tema, simplemente no creyó que Quackity le haya pedido su compañía en ese sentido, quizá tenía a Quackity en su mente más como un amigo que como un omega, no podía verlo de esa manera.

Aunque admitía que era bastante bonito y tenía un buen culo, bueno, era su mejor amigo, el mismo pendejo que se comía la pasta del espagueti cruda y le mamaba ver videos de monos peleando. Esa era la imagen que tenía sobre Quackity, la real debajo de toda esa perfecta y delicada fachada.

Suspiró pesadamente antes de recargar su cabeza sobre el volante.

Tenía que hacerlo, ser un hombre y aceptar los sentimientos de Quackity de una vez por todas.

Porque Roier lo sabía, que Quackity a veces no lo miraba como se miraba a un amigo. Y aunque creyó y trató de convencerse de que era su simple imaginación, ahora esta situación le confirmaba sus mínimas sospechas.

Le gustaba al omega, y él como un alfa tenía que cumplir con su deber.

Se irguió sobre sí, sintiendo la determinación llenar su pecho, si debe cogerse a su mejor amigo para que no sufra, lo hará.

Y será el mejor en ello.

Con esto en mente, encendió el auto y se puso en camino hacia la casa del mayor.

¡Mírame! | SpiderduckDonde viven las historias. Descúbrelo ahora