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Quackity siempre atraía miradas, sobre todo las de los alfas, aquellos lo miraban como si fuera lo más exquisito del mundo, y quizá lo era, no sólo era popular por el hecho de que no se le conocía ningún ligue y rechazaba a cualquier alfa que se le declarara, también era un omega precioso que entraba totalmente en todos los estereotipos físicos de lo que era el omega perfecto. Era el favorito de Dios en pocas palabras.

Bueno, casi favorito.

Porque aún siendo consciente de todo lo anterior, parecía haber una excepción que no se daba cuenta de ello.

Su mejor amigo y por quien llevaba siendo su perra sentimentalmente desde hace años, incluso antes de rebelarse como omega quería tener a Roier dominándolo.

Lo amaba, más allá de como se ama a un amigo, siempre lo supo, y ahora que el castaño era todo un alfa atractivo y masculino, tan sexy y gracioso, y...bueno, el tipo de Quackity en todo su esplendor; ni siquiera volteaba a verlo, como él quería, claro.

No había ningún rastro de algo en la forma en que lo miraba, sus ojos siempre estaban brillantes y felices pero eran los mismos de siempre, era frustrante para Quackity.

Cada mañana se levantaba mucho antes de la hora para poder ponerse un poco más lindo y todo para que el objetivo ni siquiera le dijera un maldito y mínusculo halago.

Quackity culpó a la costumbre, Roier lo llevaba viendo diario desde hace años, seguramente el estúpido ve al pato como familia ya. Cosa que sabía porque en una ocasión, para ser precisos la navidad de hace dos años, Roier le dijo que era como el hermano mayor que nunca tuvo.

Mierda.

De sólo recordarlo, le daban sentimientos encontrados a Quackity, se sentía bien saber que tenía un lugar especial en el corazón de Roier, pero se sentía peor no tener el lugar que él quería tener.

En fin, Roier le sonreía a lo lejos, ajeno al mar de pensamientos que era Quackity.

Decidió devolverle la sonrisa antes de lanzarse a sus brazos, como lo había estado haciendo desde hace semanas.

Porque Quackity se había propuesto que por fin le daría aunque sea un indicio a Roier sobre su sentir, no podía decirlo directamente porque aún temía arruinar su amistad con él, pero de verdad necesitaba aunque sea darle pistas y con suerte lo averiguaría.

Si las cosas salen según lo planeado, esto terminará en boda.

Y sí no, Quackity no quería enfrentar esa probabilidad.

—¿Estás comiendo bien? Te siento más ligero.

Quackity rodó los ojos, siempre la misma pregunta. Claro que comía lo que debía, el problema es que le era díficil subir de peso y además no es como si se permitiera eso, hacía ejercicio y mantenía una dieta estricta con el azúcar.

—Literal tuvimos esta conversación ayer.

Roier pareció meditarlo un momento, recordando que tenía razón. Seguramente se desveló de nuevo jugando Warzone con Aldo y Osvaldo. Un par de betas que también le agradaban a Quackity.

—Oh, creo que sigo dormido, ¿vamos por un café o qué? Ocupo activarme para el partido de hoy o Vegetta me va a matar.

Quackity río ante lo último, Vegetta era uno de los pocos omegas que provocaba miedo en los alfas, su aspecto varonil lo hacía ver feroz pero en el fondo era un amor, siempre y cuando Roier no llegara arrastrando los pies a la cancha, claro.

Pronto se encontraban en la cafetería unas cuadras no tan lejos de la escuela, había uno que otro estudiante con el uniforme puesto en las mesas, aún era un poco temprano la verdad.

Quackity notó como las miradas se dirigieron a él en el momento en que atravesaron la puerta, el sonido de la campana resonó en el lugar. Reconoció a Etoiles entre los alfas que lo miraban, un obsesionando con él que había rechazado varias veces, ni siquiera su acento francés lograba derretir su amor por Roier, nadie era rival. Lamentablemente Roier no sabía que estaba en el juego y que iba ganando, el omega suspiró.

Sabía que los alfas lo veían así por las feromonas que estaba soltando de más, era intencional, Quackity buscaba una reacción en Roier con esto, pero el inútil ni siquiera se inmutaba. Por un lado estaban las miradas hambrientas de los otros que Quackity se esforzaba en ignorar, estaban siendo muy pesadas, y por otro en sus narices estaba este castaño que ni siquiera estaba viéndolo, en cambio parecía estar entretenido leyendo algo en su celular.

Frustrante.

Comprender a Roier era tan jodidamente difícil, ¿por qué no podía ser un alfa normal? De verdad Quackity no podía entender como aún no lo tenía besando por donde pisaba, si a los demás alfas no les hacía nada y los tenía mal, a Roier que si le metía esfuerzo en conquistar no se daba cuenta de nada.

—¿Tengo algo en la cara?

De repente se vió interrumpido por el rostro preocupado de Roier.

—Aparte de mi mirada, no, nada.

Usó un tono coqueto, esperando alguna reacción en él.

—Por eso, me estás mirando mucho, ¿me salió un barrito o algo? Dime la neta, no me voy a aguitar.

Nada, en este punto Quackity lo sentía tan inalcanzable. ¿Cuándo será el día en que Roier salga de su nube y vea que Quackity se muere por él?

Como Quackity lo ve, probablemente ese día no llegue nunca.

¡Mírame! | SpiderduckDonde viven las historias. Descúbrelo ahora