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Bajó el cierre de su pantalón, su mano temblando por los nervios, todo bajo la atenta mirada que le estaba dando Quackity.

Mierda.

Roier sintió un gran alivio al dejar de sentir esa incómoda presión sobre su erección. Aunque aún estaba la tela de sus bóxers que seguía apretándola, pero no quiso pensar mucho en eso.

Bajo sus pantalones muy poco, quedando estos sobre sus muslos. Quackity pareció satisfecho con eso ya que comenzó a seguir restregándose contra él sin previo aviso, apresando nuevamente con sus piernas la cintura del alfa.

Ahora el castaño sentía toda esa humedad penetrar aún más su intimidad, el omega movía su culo justo sobre el pene marcado de Roier. El alfa no pudo evitar morderse el labio, aquello se sentía demasiado bien para su gusto.

Aún seguía aferrado a la idea de que era su mejor amigo el que estaba debajo de él y que lo que estaba pasando era culpa de su celo.

—La tienes muy dura, ¿no me la quieres meter?

Sí, definitivamente era el celo el que estaba diciendo ese tipo de cosas en lugar de su amigo. En ningún contexto de su mente podía imaginar ese tipo de palabras salir de la boca de Quackity.

Sintió la culpa llenar su pecho de nuevo, porque de alguna manera escuchar eso le gustó.

—¿Puedo?

No pudo luchar más contra la abrumante situación, sólo trataba de retrasar lo que se supone tiene que hacer. Ni siquiera la culpa iba a detener sus instintos reales de alfa, que de por sí no es como si pudiera controlar.

Sentía como su miembro se hinchaba cada vez más y la tela comenzaba a raspar incómodamente, siendo molesta.

—No preguntes estupideces, mi amor, sólo cógeme de una maldita vez.

Quackity se encontraba perdido, desde hace un rato ya le había dado completo control a su omega. Roier supo que era gracias al celo pero aún así el escuchar a Quackity tan ansioso encendió algo en él que nunca había sido tocado.

—Mierda, yo... no, no puedo, de verdad lo siento mucho.

La sensación pesada sobre su cabeza fue más fuerte que la hinchazón entre sus piernas. Quackity, su mejor amigo desde la infancia, ¿cómo podría? Roier se sintió un imbécil en toda la palabra, su alfa interior se lo repetía como loco, pero simplemente no podía dejarse llevar y profanar a su inocente amigo.

Aunque era ahora consciente de que su mejor amigo no lo veía de la misma forma amistosa, él sí.

Simplemente no, no pudo hacerlo.

La cara de Quackity era un poema, estaba rojo debido a la excitación en su cuerpo pero su ceño arrugado no podía hacerlo ver como si estuviera disfrutando la situación, estaba molesto y el alfa lo sabía mejor que nunca.

—Vete.

Pronunció después de un largo silencio, con la voz ahogada y echando la cabeza hacia atrás tapando con sus brazos la vergüenza que el rechazo le trajo.

Roier no supo qué decir, estaba congelado, quería pedir mil y un disculpas pero las palabras no salían de su garganta, no tenía idea de lo que le pasaba. Arruinaría esto su amistad con Quackity, no podía dejar de pensar eso, en ningún momento quiso llegar a este incómodo punto.

Sólo no estaba listo para enfrentar los abrumantes sentimientos que le estaba ocasionando este rollo nuevo. Roier jamás había estado expuesto a algo así, y resaltando que con una persona tan importante como lo es Quackity. Fue horrorizante para el castaño sentir tanto en tan poco tiempo.

Sin embargo, Quackity estaba aguantando las ganas de echarse a llorar y rodar por su cama con frustración, su corazón dolía al igual que su miembro. Un omega rechazado en pleno celo, no podía sentirse peor.

Antes de dejar que todo empeorara entre ellos, Roier tomó la decisión de hacer caso a la orden de Quackity, se acomodó la ropa para después darse una rápida peinada a sus alborotados cabellos y se fue, no sin antes acariciar los largos cabellos negros del omega con ternura, esperando suavizar la tensión.

Esperando que al día siguiente, todo siguiera igual que siempre.

¡Mírame! | SpiderduckDonde viven las historias. Descúbrelo ahora