jealous

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Verla con Lorenzo, tonteando, era algo que no sabía cómo debía hacerlo sentir. Era hermosa, alguien atrayente y sobretodo con unos ojos preciosos de dos colores, pero a diferencia de Lorenzo, él era el primero que la veía cuando se levantaba del malhumor, cuando volvía de la playa, cuando la silueta de su bicicleta borrosa entre la bruma de media tarde, aparecía por el camino de pinos que daba a la casa.

Fue el primero en reconocer sus pasos cuando una noche, llegó tarde del cine, al que había ido con Lorenzo y sin decir una palabra, ella se adentró en la habitación, sin mirarle ni una vez.

Él la reconocía por la forma en que pisaba las escaleras y cuando su figura energética y decidida, trataba de burlarse de él. Fingía no importarle lo que ella hiciese, pero sí le molestaba que ella no fuera tan suelta con él como con Lorenzo.

Elio no toleraba que tuviese otra forma de ser con él, tan distante pero tan cálida con Pasquale. Sabía que no podía impedirle nada, ni mucho menos reclamarle algo, porque no eran nada.

. . .

Intentaba sentirse relajado ante el hecho de que Lorenzo parecía frecuentar aún más seguido su casa. Iba a buscar a Emma como el sol buscaba a la luna, y ella, salía con él.

A Elio le molestaba. ¿Pero qué podría decirle él que haría que ella parase? Absolutamente nada. No era quién para decirle qué hacer.

Aunque quisiera confesarse, sabía que Emma no estaba atada a él.

Quizá los demás también albergasen algo especial hacia ella, que ocultaban hasta que se lo demostraban de manera particular. No podía culparlos, Emma era una chica preciosa, que sabía qué hacer para comerse al mundo y dominarlo si ella quisiera.

Que se le saliera el corazón del pecho por si no oía su voz o la veía sentada en su sitio cuando ya casi había perdido la esperanza de que estuviera con ellos, mostrándose de repente como una flor envenenada.

Verla y creer que se iba a unir con ellos a comer y luego que de repente, luego de terminar, se iba corriendo a cambiarse para salir con Lorenzo.

En ese momento, Elio estaba del peor humor posible. Le parecía insoportable la facilidad que tenía ella de dejar todo de lado y con todo el mundo actuar despreocupada y con tanta calma.

A veces, deseaba asesinar a Lorenzo. ¿Qué tanto tenía que hacer él ahí? ¿Que tenía él que Emma lograba ir corriendo? No lo sabía, pero pensó muchísimas formas distintas de hacerlo desaparecer de la ecuación.

El asunto con Pasquale ocurrió con tanta facilidad que no hubo tiempo para conjeturas. Le encantaba irse con él a dar un paseo y alejarse del mar, en una barca que él había alquilado. Él remando mientras ella ganduleaba al sol y se quitaba los lentes de sol, mirando todo el paisaje frente a ella.

Elio temía perderla, pero también la ignoraba o trataba de hacerlo.

. . .

Una noche, estaban bailando y aquello lo hizo enojar. No sabía cómo hacer para sacarle la mano a Lorenzo de encima de Emma, pero Emma no le decía nada o no pretendía hacerlo, por lo que él tuvo que tomarse el trago amargo esa noche.

Mirar cómo ella bailaba tan contorneada, no le daba una sensación agradable, porque no era él a quién ella estaba bailando, sino a otro muchacho.

Elio terminó yendo a su habitación, tan solo para demostrar que estaba en lo cierto.

Oyó cómo ella andaba con cuidado por el balcón, casi de puntillas. Le estaba evitando.




Él bajó mucho más tarde. Para ese entonces,
su madre y Emma se habían ido a entregar unas correcciones.

tis the damn season « elio perlmanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora