En el calor de la habitación, Elio y Emma estaban molestándose el uno al otro con una complicidad digna de dos amantes.
De repente, ella se quedó muda y él la miró algo preocupado.
-¿Te encuentras bien, Emma?
Ella asintió, restándole importancia. Le dedicó una pequeña sonrisa para tranquilizarlo.
-Si, ¿por qué?
-Oh, nada. Solo quería asegurarme de que no estuvieras enojada conmigo porque para ser sincero...me disgusta demasiado-comentó en un tono más bajo, como si le avergonzara confesarle esto a la castaña frente a él, sintiéndose de alguna forma, vulnerable y expuesto.
-No hay razón para estar enojada contigo, Elio-dijo en un tono suave, sacándole un peso de encima al ruloso.
Elio sintió un subidón de confianza.
-Lo sabía de todas formas, eres incapaz de estar enojada con una belleza como yo-bromeó él en cambio quitándole seriedad a la situación.
Ella rodó los ojos y decidió molestarlo-¿Con belleza te refieres a Lorenzo?
Efectivamente su comentario lo molestó, porque la miró mal y agarró un papel abollado a un lado y se lo lanzó.
-Que infantil eres, Perlman-se mofó de él y él, en respuesta, siguió lanzándole papeles abollados.
Para protegerse, Emma agarró la libreta que tenía había olvidado y la usó a modo de escudo.
-No creas que eso te va a sal...-él Comenzó advirtiéndole hasta que un golpe en la cara con la libreta lo hizo callar.
Emma río por su cara, que ahora era un poema, pero cuando vió la cara de Elio que reflejaba pura venganza, intentó huir, sin éxito claramente, porque apenas se levantó, éste la agarró impidiéndole moverse y cuando hizo ademán de girarla, le advirtió.
-Ni siquiera lo pienses, Perlman.
Elio se encogió de hombros y comenzó a hacerle cosquillas, haciéndola patalear para librarse de él, hasta que un movimiento salió mal, haciendo que él trastabille y ambos se fueran de bruces al suelo.
El problema no era que estaban adoloridos por el golpe o medio atontados por ello, sino que era porque habían caído casi rozándose, causando que ambos se tensen ante dicha cercanía. Era un momento íntimo de nuevo para ellos, ya que a pesar de haber compartido espacio físico muchas veces ya sea en el muro, en la pared de su casa o incluso en el lago, nada se comparaba con ese momento.
Luego de haber olido el perfume de Elio, sus vellos habían crispado y un mar de nervios se instaló en ella, como un fuego ardiente que quemaba todo a su paso.
A pesar de que estén enfrascados en sus propios pensamientos, no habían apartado la mirada del otro (ni tenían interés en hacerlo para ser sinceros), porque era como una fuerza magnética que los había pegado de tal manera que les era imposible dejar de hacerlo, lo cual sorprendió mucho al ruloso, que se sonrojó levemente y apartó la vista de ella, avergonzado.
Mientras que Emma al ver el perfil de Elio, comenzó a analizar su cara y sus rasgos. Comenzó por su cabello lleno de rulos hasta sus hombros. Luego siguió con sus pecas y unos lunares que ella apenas había descubierto en su pómulo.
Él inconscientemente se revolvió el pelo, dejando parte de su oreja al descubierto, lo que le dió vía libre a su cuello, en el cual se encontraba aquel dichoso lunar, por lo que tragó saliva y cayendo en la cuenta que estaba a punto de babear debido a la belleza que éste poseía, se regañó mentalmente y desvió la mirada avergonzada justo al mismo tiempo que éste la miraba de reojo, atrapándola en el acto.
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tis the damn season « elio perlman
Roman d'amourEn una localidad de la costa de Italia, durante la década de los ochenta, la familia de Elio instauró la tradición de recibir en el verano a estudiantes o creadores jóvenes que, a cambio de alojamiento, ayudaran a la cabeza de la familia, catedrátic...