XI

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Él se pone igual o más rojo que yo y vuelve a mirar el móvil,— no me mates, lo siento. De verdad que no era mi intención.

Lo miro confundida y me asomo para ver el móvil con el traductor abierto y la mitad de lo que le dije traducido al italiano.

Chico listo.

Lo voy a matar.

— Te voy a matar, Nicolas Ruggiero,— levanto la cabeza y lo veo intentar abrir su puerta intentando no hacer ruido.

— ¡Te juro que no era mi intención!

Βλάκας!

Me inclino para cogerle de los pelos y que pague por lo que ha hecho pero él es más rápido y sale del coche corriendo.

Agarro las llaves del coche y lo cierro antes de salir porque, a parte de ser idiota, Nicolas es un irresponsable que deja su coche carísimo donde sea.

Salgo corriendo detrás de él gritando su nombre varias veces hasta que veo que llega a un prado precioso y se tropieza con algo en medio del camino.

Me paro a unos metros de él intentando coger aire mientras me apoyo sobre mis piernas y él intenta arrastrarse hacia atrás.

— Ni se te ocurra.

— ¡Pensaba que me estabas insultando y quería defenderme! Los hombres también podemos y debemos defendernos. ¡Vivan los hombres! ¿Acaso eres machista?

Lo miro confundida y suspiro negando con la cabeza. Este chico no tiene remedio, de verdad.

— Eres un idiota, Nicolas.

Hace un puchero y se sienta sobre el césped,— no me llames así.

— Es que lo eres.

Lo empujo con las manos sobre sus hombros y él me agarra ágilmente para poder tirarme al césped junto a él.

Caigo con las rodillas en el suelo y me rindo tumbándome a su lado.
— Digo que no me llames Nicolas.

— Es tu nombre, ¿ cómo te iba a llamar sino?

Se gira hacia mí pero mantengo la mirada en el cielo tratando de evitarle como sea.

— Tengo unas ideas, pero te espantarían,— me río y le doy un golpe en el brazo aún sin devolverle la mirada.

Nos quedamos un rato ahí un rato ambos tumbados mirando las nubes que empiezan a crear formas extrañas.

Me siento y veo a unos niños jugar a superhéroes y tratando de rescatar a unas chicas que fingen ser princesas.
Sus madres están sentadas charlando y mirando a sus hijos de vez en cuando.
También hay unos perritos que juegan entre sí dando vueltas sobre las flores y atrapando bichos que salen volando.

— Maia.

Me giro hacia Nicolas que se ha sentado al igual que yo y parece que ha estado mirando lo mismo que yo porque le brillan los ojos.

— ¿Te había dicho antes que eres preciosa?

Lo miro un segundo más y me vuelvo a sonrojar ante su inesperada confesión,— gracias, Nicolín.

Asiente aún sin apartar la mirada y nos quedamos un rato ahí mirándonos como unos tontos sin fijarnos en lo demás.

— ¿Qué te da miedo, Maia?

Trato de evitar su mirada pero no puedo apartar mis ojos de los suyos. Realmente hipnotizan sus ojos y no puedo evitar sentirme cada vez más atraída hacia él.

Un Verano Junto A Ti.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora