Capítulo 1

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Despertó. Aunque el movimiento realizado había sido mínimo, sintió que la cabeza iba a estallarle por aquel esfuerzo. Abrió poco a poco los ojos y se encontró en un lugar desconocido, rodeada de un inusitado silencio y sin recordar cómo había llegado hasta allí.

¿Qué, por todos los dioses, había sucedido durante el trayecto al Castillo de Grianmhar?

Cerró las manos con fuerza, tensó la mandíbula y se sentó. Al instante sintió un mareo y estuvo a punto de desplomarse de vuelta en aquel improvisado lecho. Se balanceó un par de veces, pero logró mantener la postura erguida.

Tomó aire e intentó mirar a su alrededor, lentamente, con cuidado.

Definitivamente, no reconocía nada a su alrededor.

Y, notó, no estaba sola tampoco.

Cerca, en otro lecho improvisado y estrecho, estaba recostado un hombre, aparentemente dormido, aunque parecía sentirse inquieto pues se removía y se quejaba por lo bajo.

Hizo lo posible por levantarse y no supo cuánto tiempo le tomó, pero atravesó aquel espacio y se quedó de pie junto a él.

Alargó la mano hasta su cabello rubio, pero se detuvo un instante antes de tocarlo. ¿Qué estaba haciendo?

Después notó la sangre. Y el ángulo anormal en que estaba posicionado el brazo derecho de aquel hombre.

Ya no lo pensó. Rasgó el bajo de su vestido, vio que había agua cerca y, aunque fría, tendría que servir.

Supuso que, quien sea que los hubiera dejado ahí, querría que ella ayudara. E iba a hacerlo.

No supo en qué momento de su labor él abrió los ojos, enormes, dorados, llenos de terror. En un intento de tranquilizarlo, alargó su mano hasta su frente, pero él la tomó, con la mano que le quedaba libre, y la apretó.

–Dioses, estamos vivos –murmuró él. Hizo una mueca cuando intentó moverse y notó su brazo inmovilizado–. ¿Qué sucedió? ¿Estoy herido? –preguntó, algo tontamente en opinión de ella.

–Sí. ¿Por qué otra razón le inmovilizaría el brazo? Dioses –suspiró, irritada.

–Sí, ahora que escucho su voz, aquel tono, sé que sigo vivo.

–¿Qué quiere decir? –frunció el ceño, confusa.

–Que ese tono lo reconocería en cualquier parte, milady, es el único que utiliza conmigo.

–¿De qué está hablando? ¿Está burlándose de mí?

–Un poco –él hizo un intento de sonreír. Y esa sonrisa...–. ¿Sabe dónde estamos?

–No. ¿Y usted tampoco entonces?

–No, lamentablemente no.

Se quedaron un momento en silencio. Luego él frunció el ceño, mirándola.

–¿Le duele la cabeza? Tiene un golpe... –hizo un ademán hacia su frente. Ella asintió–. ¿Y se siente bien, además de eso?

–Sí... ¿milord? –añadió, dudosa.

–¿Sí?

–¿Qué?

–¿No iba a preguntarme algo?

–¿Por qué lo dice?

–Ha dicho "milord" en tono de pregunta... ¿no?

–Ah, no era eso. Su título...

–¿Mi título?

–¿Tiene un título?

–¿Qué quiere decir? –inquirió, confuso–. No entiendo.

Un día (Drummond #2.5)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora