Capítulo 3

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Jules había estado recordando con ahínco cada uno de los sucesos de los días previos al accidente, buscando alguna pista que pudiera llevarle a una solución satisfactoria sobre lo que había sucedido; pero, lo único que tenía en claro, era que, de alguna manera, lord Valens, regente de Nox, estaba involucrado en lo sucedido.

No sabía si el accidente había sido fortuito o algo planeado. ¿Había estado yendo demasiado rápido el carruaje cuando se había accidentado? ¿Algo lo había desviado? ¿Qué había estado sucediendo antes de que todo se precipitara?

No estaba seguro. Como en esos momentos, él había estado sumido en sus pensamientos, recordando la extraña conversación que había tenido con aquel hombre. Su absurda insinuación... la que ahora, quizá, no era tan descabellada como había pensado.

Desde luego que Antoine tenía sangre de la realeza, eso le venía del lado de su madre. Pero, que ella tuviera orígenes en Nox... cambiaba todo lo que se había negado a escuchar.

Una conspiración tan disparatada. Tan... peligrosa.

Ese hombre había querido una promesa de apoyo incondicional a cambio de hacer lo propio con la propuesta de Jules sobre la creación de una guardia personal para Artem; y, en otras circunstancias, lo habría considerado... si es que él no hubiera preguntado por su hijo.

¿Tiene usted un heredero, lord Saint-Clair? ¿Es un niño? ¿Quién es su esposa?

Había sido demasiado raro... incluso para la Corte.

–¿En qué está pensando tan atentamente, milord? –inquirió Cibel, entregándole una copa con una infusión que había preparado–. Tómelo, lo ayudará a sanar.

–Me sorprende... –Jules aceptó el recipiente y lo bebió–. ¿No me estará envenenando, cierto?

–Dioses, Jules, nunca haría algo semejante –Cibel fingió pensarlo antes de añadir–: ¿o es que tengo motivos para hacerlo?

–Aun si fuera así, no los recuerda –respondió Jules, algo burlón. Ella soltó una carcajada–. Cuando ríe... se ve aún más hermosa.

–Vaya, milord, ¿está intentando cortejarme? Por lo que me ha dicho, ya estamos casados, así que...

–Sí, lo estamos.

–¿Le importa que le pregunte más sobre ello?

–¿Nuestro matrimonio?

–Sí. Tengo tanta curiosidad... no entiendo cómo... –se sentó en el lecho, junto a él–. ¿Le importa? –preguntó.

–Bueno, ya está sentada y ha estado cuidando de mí todo este tiempo, así que supongo puede tomarse todas las libertades que quiera, Belle.

–Excelente. En ese caso, Jules, cuénteme... ¿cómo es Artem? ¿Y el castillo de Grianmhar? ¿Tiene más familia? ¿Y sus amigos? ¿Y yo tengo amigos? ¡Oh! ¿de verdad tenemos hijos?

–¿Qué debería contestar primero? –inquirió, divertido.

–Hmmm... la última. Quiero saber de nuestros hijos.

–Hijo. Tenemos un hijo –precisó.

–¡Oh! ¿Es un niño entonces? ¿Cómo es? ¿Cuántos años tiene? ¿Por qué no tenemos más?

–Tiene dos años, su nombre es Antoine –Jules suspiró–. Es un pequeño precioso, se parece a usted, pero con mi color de ojos... y aunque su cabello también es rubio, es de un tono más oscuro que el mío. Él... –observó que ella tenía los ojos llenos de lágrimas–. ¿Sucede algo?

–¿Hmmm? –Cibel sintió cómo la mano de Jules limpiaba el rastro de sus lágrimas–. Dioses, ¿estoy llorando?

–Eso parece... Belle. ¿Qué sucede?

Un día (Drummond #2.5)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora