Capítulo 6

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Jules dormía cómodamente, como en mucho tiempo no lo había hecho. Por eso se negaba a hacer caso a la voz que lo llamaba con insistencia, incluso ¿había empezado a empujarlo con fuerza?

Así había seguido hasta que el tono tan familiar en que dijeron "Lord Saint-Clair", con patente molestia, lo hizo reaccionar aún antes de despertar del todo. Apartó el brazo que apoyaba pesadamente sobre ella y, al abrir sus ojos, se encontró con sus ojos azules risueños, llenos de diversión y un toque de preocupación.

–Dioses, Jules, sí que duermes profundamente –exclamó Belle, incorporándose y pasando su camisa por sobre la cabeza.

–¿Me dijiste lord Saint-Clair? –inquirió, confuso.

–No sabía cómo más hacer que escucharas. Aparentemente, funcionó. ¿Tanto te intimido?

–Solo digamos que me sentí aliviado al encontrar tus ojos llenos de diversión al abrir los míos.

–Bueno, por si no lo has notado, hay alguien que está intentando entrar.

–¿Qué? –Jules se incorporó también, buscando alrededor su túnica y, luego recordó, su inexistente arma. Estaban desprotegidos–. Demonios.

–Parece que sabremos quién nos ha retenido todo este tiempo –Belle se inclinó a darle un breve beso en la mejilla antes de dirigirse ágilmente hasta detrás del biombo–. Al menos una de las voces no la he reconocido –indicó.

Jules no tenía idea de hacía cuánto habían estado en la puerta o por qué habían tardado, pero apenas iba a amanecer, eso podía deducirse por la relativa oscuridad en que todavía estaba la estancia. Y nunca antes los habían "visitado" tan temprano. Belle, su perspicaz esposa, debía tener razón.

Alcanzó apenas a lavarse el rostro antes de que el hombre que los había tenido prisioneros se asomara en el umbral. Y Jules no necesitó mirar para saber de quién se trataba. De hecho, lo único que no entendía es por qué había tardado tanto tiempo en revelarse.

Aun si solo lo había visto brevemente antes, lo reconocería en cualquier lugar. Sus ojos lucían más desesperados, pero era el mismo, lord Valens, regente de Nox.

–Lord Saint-Clair, Lady Saint-Clair, confío en que disculpen mi descortesía al interrumpir su descanso, pero pensé que querrían saber cuánto antes a quién deben su hospedaje en este tiempo. Son invitados de las tierras de Nox, cómo podrán deducir, soy lord Valens, el regente –apuntó y clavó sus ojos en Jules–. Me recuerda, ¿cierto lord Saint-Clair?

–Sí, lord Valens –respondió Jules, intentando mantener un tono estrictamente cortés, pero gélido–. Agradecemos la ayuda que nos brindaron tras nuestro... accidente... pero nos gustaría...

–Comprendo, milord –cortó rápidamente el hombre–. Créame que estoy consciente de la situación y, como imagino querrán hablarla más, ¿puedo pedirles que me acompañen al desayuno en el salón? Ahí podremos hablar.

–Desde luego –respondió Jules, sin dejar de mirar hacia lord Valens y los dos hombres fuertemente armados que lo acompañaban–. ¿Si nos permite...?

–Lamento mi descortesía, les daré privacidad a usted y su esposa para que se preparen. Buen día, lord y lady Saint-Clair.

Jules murmuró algo parecido a una despedida, respirando hondo para no estallar. No podía, no cuando carecía de modo alguno para defensa y estaba a manos de un lunático impredecible. Tenía que ser civilizado, hablar con ese hombre y buscar que los liberara. Estaba obligado a escucharlo...

¿Serviría de algo? ¿Lograrían sobrevivir?

Dioses, ¿qué se suponía que debía hacer ahora?

–Sólo será una comida, Jules –dijo Cibel antes de abrazarlo por la espalda–. No te preocupes, milord.

Un día (Drummond #2.5)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora