Capítulo 2

33 9 13
                                    

—¿Se puede saber qué estás tramando ahora princesa rebelde?

La pregunta de mi amiga Leah al entrar a mi habitación es totalmente comprensible, así como el hecho de que me haya llamado rebelde, después de todo siempre la estoy metiendo en problemas. Esperemos que con la idea que tengo para proponerle no crea que finalmente he perdido la cabeza.

—Leah, Leah, querida, hermosa y talentosa Leah. ¿Sabes que te adoro y que eres la hermana que nunca tuve, cierto? —Quizá si la halago esto de resultado.

—Sí, sí. Y también sé que nada bueno puede venir detrás de tus empalagosas palabras. —¿Mencioné que me conoce demasiado bien?— Deja de intentar endulzarme y dime de una buena vez qué planeas hacer.

Bueno, a riesgo de que llame a los de las camisas de fuerza, allá voy.

—Sé que probablemente me tomarás por loca...

—Ya te considero loca. —interrumpe burlona.

—Debí suponerlo. En fin, necesito tu ayuda con algo. Necesito que me ayudes a desaparecer.

—¡¿Qué?!

Ay madre, debí haber formulado mejor esa frase. A juzgar por su expresión me da la impresión de que eso no sonó igual que en mi mente.

—Mara, te he seguido en todas y cada una de tus locuras. —¿Por qué suena como si quisiera llorar?—. Y créeme que te ayudaré en todo lo que quieras, pero amiga matarte no entra en la lista.

Esperen, ¡¿qué?!

—Leah, cuando dije desaparecer no me refería a morir. Seré loca, pero no suicida. —Su cara pasa de alivio a incredulidad y luego a curiosidad—. Me refiero a que necesito que me ayudes a escapar. ¿Entiendes ahora?

—Ah, ya entendí. —Suspira tranquila—. Menos mal, por un momento pensé que querías desaparecer pero de la tierra, o sea... tú sabes. —dice mientras trata de indicar con divertidos y torpes gestos la palabra morir.

Adoro a mi amiga, pero tengo que reconocer que si a veces se me va un poco la olla, Leah está como una cabra.

—No tengo intenciones de morir, Leah, mi único objetivo ahora es escapar de la vida de princesita rosa y perfecta que me estoy viendo obligada a vivir. —contesto con total sinceridad.

—Te entiendo pero, ¿cómo pretendes hacerlo? —inquiere curiosa.

—Esa es la parte en la que tú haces entrada. —Respondo orgullosa del plan que se me ha ocurrido.

Leah me mira confundida.

—Amiga, para ser tan inteligente, tiendes a ser muy despistada a veces. Lo que quiero es, por una vez en la vida, hacer uso de la dupla princesa–hada madrina. Digamos que me voy a robar el clásico truco de Cenicienta, pero espero que el mío pase de la media noche. —Está claro que no lo capta. Mejor soy más específica—. Lo que necesito es que me ayudes a cambiar mi apariencia, color de cabello, ojos, todo. Y luego necesitamos encontrar el momento perfecto para escaparme.

Espero que Leah acepte ayudarme, aunque por la cara de póquer que luce en este momento no puedo decir si va a aceptar o si está dudando de mi salud mental ahora mismo.

—Y bien, ¿me ayudarás? —pregunto porque la incertidumbre me está matando. Mientras, hago pucheros tratando de convencerla.

—Deja de mirarme así Mara. ¿Eres consciente de que si esto sale mal estaremos castigadas de por vida, cierto? —No puedo negar esa posibilidad pero prefiero creer que este plan será infalible-. Bien, te ayudaré.

¡Sí! Parece que los pucheros funcionaron. ¿O será que ya me da por perdida? No importa. Abrazo a mi amiga dando saltitos y casi la ahorco.

—Sólo tengo una pregunta. —Ok, baile de la victoria pausado—. Siempre has vivido como princesa, pero nunca habías hecho nada para salirte de este mundo. ¿Por qué escapar ahora y no antes?

Bueno, esa es una buena pregunta. Incluso yo me lo he estado cuestionando.

—Pues, la verdad es que no tengo una respuesta clara para eso. —Tristemente cierto—. Pero el detonante sí lo tengo claro. Tus amados reyes han decidido que es momento de que me case y de ninguna manera pienso hacerlo.

—¡¿Casarte?! —La cara de Leah es un poema.

—Sí, y lo peor es que según ellos debe ser con el hijo de un tal Sir James Roswell porque sería un buen compañero de vida. —De tan solo recordarlo me dan ganas de arrancarme los pelos—. Ni siquiera me dijeron el nombre del que ellos pretenden que sea mi prometido, y que de seguro es un nerd que se pasa toda la vida leyendo cómics o libros de astronomía. No es que eso esté mal, simplemente que no es el tipo de persona con quien podría estar ni por un segundo.

Leah se ríe ante la descripción de mi posible prometido y, según mis padres candidato a esposo.

—Con razón quieres escapar. Tú y un cerebrito, sencillamente imposible de imaginar, se espantaría con tanta anormalidad. —Genial, ahora hasta anormal me dice—. Aunque quizás ese tal Roswell no sea lo que imaginas. Si es hijo de un Sir debe aparecer en alguna revista o página de internet. ¿Y si lo buscamos? Tal vez no está tan mal.

—Me da igual lo bueno que esté, no pienso casarme, ¿para qué molestarme en investigar su vida? —respondo cruzándome de brazos-. Además hay un 99% de probabilidad de que sea un nerd con gafitas.

—¿Y qué pasa con el 1% restante? —inquiere divertida.

—El porcentaje restante es para la posibilidad de que sea un buenorro pero gay. No hay forma de que me case con cómo se llame Roswell. —Y eso es seguro.

—Bueno, ¿cuándo comenzamos con la transformación? —Listo, hada madrina convencida, manos a la obra.

Pasamos toda la tarde planeando mi fuga. Al final decidimos que para el cabello lo mejor es teñirlo de un solo color, negro completo, así mis padres no notarán el cambio repentino. Lo que más me duele es tener que eliminar mis mechas. Pero es la mejor opción si quiero pasar desapercibida.

También compraré lentillas de contacto azules, necesito camuflar el color gris de mis ojos. Mi ropa no necesitará ser cambiada porque de todas formas, ya me visto casual, así que no debería preocuparme por deshacerme de mi armario. Lo que nos lleva al punto más importante en todo esto, cómo escapar.

Todo debe ser perfecto. Aunque ya sabemos que no hay crimen perfecto así que supongo que tampoco hay una fuga perfecta. Leah cree que lo mejor es que consiga una identidad falsa si realmente quiero salir de Meadowlands y, ya que voy a cambiar mi color de cabello y usaré lentillas, debería cambiar también mi nombre y apellido. Así que de ahora en adelante seré Lisa Bates. Mara Vanderveer estará oculta a partir de hoy.

En cuanto a mis padres, creerán que me voy de compras y pijamada con Leah. No les extrañará ya que no sería la primera vez y eso me dará tiempo para salir del país.
Leah se encargará de mi nueva identidad; miedo me da saber cómo pero situaciones desesperadas necesitan soluciones desesperadas.

Puede que esta sea una decisión un poco drástica, pero no puedo pasar mi vida y menos mi juventud casada con un tipo al que ni siquiera conozco y al que no tengo intenciones de conocer, no si eso implica perder mi libertad. La vida es demasiado incierta y corta como para andar por ella siguiendo estúpidas reglas y negándote a hacer lo que de verdad te gusta, sólo porque ser quien quieres no se corresponde con quien debes ser, tus responsabilidades o estatus social. Voy a extrañar muchísimo a mis padres, pero hasta que comprendan y acepten mis decisiones me iré.

Leah se va asegurándome que volverá más tarde para traerme las lentillas, mi ID y un nuevo pasaporte. Aún no tengo claro a dónde quiero ir, pero sé que no pienso quedarme en un solo lugar. Ahora simplemente debo esperar a que regrese mi amiga con las cosas que necesito para teñir mi cabello. Ella misma se encargará de hacerlo, se le da bastante bien todo lo relacionado con moda y estilo. Sólo espero que mi plan funcione porque de otro modo ya me veo a mí misma rodeada de hijos y con un esposo idiota.

Princesa a la fugaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora