Capítulo 4

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Luego de mi intento fallido de escape mis padres, como era de esperarse, pusieron toda su atención sobre mí. Los días estaban pasando demasiado rápido a mi parecer. Por supuesto, eso sólo podía significar algo; la llegada de mi futuro «esposo». La sola mención de la palabra me pone la piel de gallina.

Por supuesto, no dejé de devanarme los sesos tratando de armar un plan que sí diera resultado, ya que la última vez terminé siendo arrastrada de vuelta a casa. Leah también intentaba ayudarme, pero lo cierto es que no estábamos llegando a ninguna parte.

Las ideas que se nos habían ocurrido iban desde fingir estar enferma y fugarme desde el hospital a dar una fiesta para el personal del palacio y drogar a los guardias para pasar inadvertidas y escapar. Por obvias razones, todas fueron descartadas.

Finalmente, una semana y media después de mi encierro logré dar con una idea que quizás valdría la pena intentar.

—Y bien, ¿estás lista? —preguntó Leah después de repasar el plan por enésima vez.

—Sí. —No pero no puedo decirte eso—. Está bien, sólo… ah repasemos el plan una vez más, ¿vale?

—Sí, deberíamos. —coincidió mi amiga—. Bien, ¿paso uno?

—Meterme al garaje desde la entrada de servicios. —contesto y dibujo en el aire la señal de revisado.

—Si alguien pregunta ¿qué responderás?

—No tengo por qué explicarme, estoy en mi casa y soy la princesa. —Eso, Mara, sin miedo al éxito.

—Correcto. —indicó orgullosa mi amiga ante mi arranque de valentía—. Paso dos.

—Esperar a que actives la alarma de incendios y llevarme tu coche cuando todos estén protegiendo a mis padres del falso incendio.

—No olvides la peluca y las gafas de sol. —ordenó Leah—. Te las dejé en el asiento del copiloto.

—¿Crees que sea suficiente? —pregunto dudosa—. Nosotras nos parecemos pero…

—Aún si lograran captarte las cámaras de seguridad, no podrán revisarlas hasta estar seguros de que no hay ningún incendio y que tus padres no están en un peligro real. —interrumpió Leah con convicción—. Incluso si logran reconocerte en las grabaciones, quiero creer que para ese entonces nuestro plan habrá dado resultado y tú estarás en un avión a mil metros de aquí. Además haré todo lo posible por retenerlos. Intentaré engañarlos de algún modo.

—Pero apenas se active la alarma de incendios mis padres mandarán a alguien a buscarme o lo harán ellos mismos. —contesto no muy convencida.

—Pues entonces confiemos en que la cerradura de esta habitación es lo suficientemente resistente como para darte tiempo a salir al menos del palacio.

—Pero…

—Nada de peros, Mara. —Me cortó mi amiga, consciente de que estoy comenzando a dudar una vez más—. Si de verdad quieres escapar tu única opción es arriesgarte. No ganarás nada si no lo intentas.

—Y lo perderé todo si fracaso. —agrego ya con pocas ganas de seguir con el plan—. Pero tienes razón. Todo lo que puedo hacer es… tratar y esperar que esta locura no acabe mal.

—Bueno en el peor de los casos, tus padres te atraparán, te llevarán esposada al altar y yo pasaré el resto de mi vida desterrada de Meadowlands por ser tu cómplice. —Aplausos para la reina del drama Leah Windsor.

—No olvides que ya no tengo acceso a mis tarjetas de banco. ¿Cómo demonios voy a comprar un boleto de avión si no tengo dinero? —interrogo.

—Eso tiene solución. —Leah saca un sobre del bolsillo de la chaqueta que lleva puesta y lo deja sobre la cama—. Son mis ahorros, no es mucho, pero es más que suficiente para comprar un boleto de avión a algún lugar lo suficientemente lejos de tus padres pero cerca como para no ser tan excesivamente caro. Debería alcanzarte para pagarte una habitación de hotel y al menos una comida ligera, pero después de eso tendrás que buscar otra forma de conseguir dinero. Siempre puedes empeñar tu corona, ser bailarina exótica o trabajar de camarera en un bar de moteros. Definitivamente no tendrías tiempo de aburrirte en ninguna de las dos últimas opciones.

Princesa a la fugaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora