—¡¿Quieres explicarme qué demonios está pasando aquí, Mara!?
Reaccionando ante la pregunta de mi madre me pongo de pie de un salto y abro la boca para inventarme una respuesta pero mi madre no me da tiempo.
—No te molestes. Tienes diez minutos para vestirte, recoger todas tus cosas y salir de esta habitación de hotel, te estaré esperando abajo. —Se da la media vuelta para salir y se detiene por un momento— Más te vale no intentar nada más. Da las gracias que tu padre no decidió venir él mismo.
Mi madre sale de la habitación hecha una furia cerrando con un portazo. Yo todavía sigo congelada en mi sitio, lo mismo le pasa al playboy quien todavía sigue en el suelo.
Muchas interrogantes se arremolinan en mi cabeza. ¿Cómo me encontró mi madre? ¿Me habrá reconocido alguien? ¿Quién le habrá dicho que estaba aquí?Salgo de mi cuestionario mental cuando siento la mano de la otra persona en la habitación sobre mi hombro. Todavía conmocionada lo dejo guiarme hasta el sofá y al mirarlo me percato de que ha sustituido su recurrente expresión de «soy guapo y lo sé» por una de «¿qué mierda acaba de pasar?».
Pero ni siquiera yo puedo responder a eso, por lo que ignoro la mirada inquisitiva que me dedica. Me pongo de pie y ya parezco carrusel dando vueltas en el lugar tratando de adivinar mi siguiente paso porque regresar con mi madre no es mi primera opción ahora mismo, aun cuando las probabilidades están completamente en mi contra.
En un momento las manos del chico me sostienen de ambos brazos interrumpiendo mi caminata. Volteo a verlo y me encuentro de nuevo con esos ojos grises que si antes me miraban inquisidores, ahora me observan repletos de curiosidad y preguntas que francamente no tengo ganas de responder; así que niego con la cabeza para darle a entender que no quiero hablar del tema. Pero el idiota no parece captar el mensaje.
—¡¿Qué diablos acaba de pasar!?
—Nada que deba preocuparte. —respondo cortante zafándome de su agarre.
—Nada pierdes con decirme la verdad, Mara. —Es imposible obviar el tono de reproche con que lo dice, sobre todo al mencionar mi nombre.
—Oh claro, supongo que ahora quieres una disculpa por haberte ocultado mi verdadera identidad. —espeto— Perdón, ¿satisfecho?
—No, pero fingiré que sí. —ladea la cabeza como si se estuviera pensando seriamente lo siguiente que va a decir— Si quieres puedo ayudarte.
—¿A cambio de…? —dudo demasiado de su repentina amabilidad.
—De nada. —Sonríe inocente— ¿En serio tan bajo concepto tienes de mí?
—Por supuesto. —confieso.
—Eso dolió, pero lo voy a pasar por alto porque me caes bien. —Poniéndose de pie se acerca y hace bailar sus cejas— ¿Tienes miedo de lo que pueda pedir a cambio? —Por supuesto— Tranquila, sólo respóndeme algo simple y prometo ayudarte.
—¿Qué quieres saber? —pregunto porque se me está acabando el tiempo y realmente estoy desesperada.
—Asumo que la señora que acaba de venir es tu madre y, tengo la sensación de que si te habló de esa manera es porque no es que hayas venido a Nueva Zelanda para hacer turismo, de hecho creo que estás escapando de algo. Así que en realidad sólo necesito que confirmes lo que acabo de decir.
—Sí, es mi madre. —le ratifico— Y sí, escapé de mi casa. ¿Vas a ayudarme o seguirás haciendo preguntas?
—Tengo más preguntas, —Eso debí suponerlo— pero no las haré. Por ahora.
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Princesa a la fuga
JugendliteraturMara Vanderveer no tiene casi nada claro, pero hay una cosa de la que está completamente segura, la vida de princesa no es para ella. Cuando todo ese mundo de realeza y las responsabilidades que lo acompañan se vuelven demasiado para ella, Mara encu...