¿Vale la pena?

La vida después del suicidio

Este capítulo es un testimonio de la inquebrantable voluntad de vivir, de la fuerza del espíritu humano para sobrevivir incluso a las tormentas más oscuras. A lo largo de mi vida, he enfrentado momentos en los que la desesperación me llevó al borde del abismo. En múltiples ocasiones, he intentado quitarme la vida, y sin embargo, aquí estoy, contando esta historia.

Mi historia no es única, pero es una que se debe compartir. A menudo, cuando hablamos del suicidio, nos centramos en las estadísticas alarmantes, en las sombras que oscurecen la mente de quienes luchan con pensamientos suicidas. Pero hay otra historia que merece ser contada, una que habla de la resiliencia, de la capacidad de superación y de la transformación que puede surgir de las profundidades de la desesperación.

La vida después del suicidio es una realidad que pocas personas conocen realmente, pero es una realidad en la que he vivido. Mi historia es un recordatorio de que, incluso cuando parece que todo está perdido, cuando creemos que hemos alcanzado el punto de no retorno, aún podemos encontrar una razón para seguir adelante.

A lo largo de este capítulo, compartiré mi viaje de recuperación, los desafíos que he enfrentado y las lecciones que he aprendido a lo largo del camino. Mi esperanza es que, al abrir mi corazón y mi experiencia, pueda ofrecer un rayo de esperanza a quienes están luchando en la oscuridad y a aquellos que desean comprender mejor la vida después del suicidio.

Esta historia es un recordatorio de que cada vida tiene un valor inmenso, incluso cuando la desesperación parece abrumadora. Si estás luchando con pensamientos suicidas, quiero que sepas que no estás solo y que siempre hay esperanza, incluso en los momentos más oscuros.

Como he compartido en capítulos previos de este libro, mi experiencia con los pensamientos y los intentos de suicidio se remonta a un período doloroso de mi vida que comenzó a los 11 años, en el año 2018. En ese momento, mi mundo se volvió un abismo de confusión y desesperanza, y mi primera tentativa de poner fin a mi vida fue un episodio que nunca podré olvidar.

Sin embargo, lo que es igualmente notable es que mi travesía a través de la oscuridad no se detuvo allí. A lo largo de estos cinco años, he enfrentado innumerables momentos en los que la desesperación se apoderó de mí, y esos intentos de suicidio se convirtieron en una triste y constante compañía en mi vida.

Si bien podría ser difícil precisar el número exacto de intentos, estimo que, en ese tiempo, he llegado a aproximadamente más de ocho ocasiones en las que mi deseo de escapar de mi propio sufrimiento me llevó al borde del abismo. En cada uno de esos momentos, el dolor emocional parecía insuperable, y la idea de terminar con todo era una sombra constante que me perseguía.

Es fundamental comprender que estos episodios de desesperación son más que simples números. Cada uno de esos intentos dejó cicatrices profundas en mi alma y en mi cuerpo, y aunque no logré completarlos, el hecho de que llegué tan lejos me recuerda la intensidad de mi sufrimiento en esos momentos. No fue la falta de voluntad para seguir adelante lo que evitó que esos intentos fueran exitosos, sino quizás una pequeña chispa de esperanza que se aferraba a la vida.

En el momento en que me encontraba al borde de tomar una decisión tan trascendental, una maraña de emociones y pensamientos encontrados se entrelazaban en mi mente, formando una tormenta interna que amenazaba con arrastrarme. Era un punto crítico en mi vida en el que la desesperación y la incertidumbre se mezclaban de una manera abrumadora.

Me cuestionaba si realmente había llegado el momento de rendirme ante la implacable tormenta emocional que me había acosado durante tanto tiempo. ¿Era este el punto de no retorno, el momento en que decidiría que la vida ya no merecía ser vivida? O, tal vez, todavía existía un rincón, por pequeño que fuera, de esperanza que me instaba a quedarme, a seguir luchando.