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Los fuertes rayos de sol inundaban las calles de Joseon, los pajaritos cantaban y volaban, los comerciantes negociaban y Seungmin se encontraba en un estado de nervios

Había logrado esconderse detrás de unas bolsas de arena luego de que un alfa intentó quitarle el velo que cubría su rostro. Un maldito, sucio y apestoso alfa.

Seungmin odiaba con todas sus fuerzas a los alfas de su pueblo, puesto que solían burlarse de los omegas, tratarlos como objetos, etc. Un omega ni siquiera podía caminar tranquilo por las calles sin tener el miedo de ser golpeado sin razón o sin que un alfa o beta lo mirase de forma indecente. Maldito sea el pueblo, maldita sea la gente.

Pero, después de todo eso era normal allí en Joseon.

A pesar de que odiaba enormemente su vida, su familia y a sí mismo había algo que agradecía y era el hecho de que -por ahora- sus padres no lo habían vendido a ningún alfa.

Normalmente los alfas que compraban omegas eran los de clase alta. Y no para cosas bonitas.

Su mayor miedo era que, inevitablemente, en un futuro no muy lejano pues ya tenía diecisiete años, un día iba a despertarse y tendría que recoger sus cosas pues había sido vendido a una familia adinerada donde lo utilizarían para diferentes propósitos; cocinar, cuidar a los cachorros, limpiar, satisfacer a los alfas, mantener el jardín o simplemente ser maltratado. Algunas familias compraban omegas ya que no podían permitirse tener cachorros, por lo tanto utilizaban el útero del omega.

Volviendo a Seungmin, le estaba dando una enorme crisis de nervios, si ese alfa lo encontraba estaría en graves problemas, muy graves. Pensó en disculparse, sin embargo lo más probable era que el hombre se enfadara y lo golpeara salvajemente. Y si esto no ocurría la otra posibilidad era que el alfa lo comprara. Seungmin no quería ese destino.

Cerró sus ojos, inhaló y exhaló tres veces antes de levantarse y observar a su alrededor: había demasiada gente. Le era prácticamente imposible correr debido a la ropa que traía puesta sin embargo se las arregló para salir de su escondite y comenzar a caminar por las calurosas y transitadas calles de Joseon.

Milagrosamente logró llegar a casa, se quitó sus zapatos y los dejó en la entrada antes de caminar hacia la mesa y dejar ahí el dinero que había ganado en la noche.

Estaba agotado, sentía que sus piernas fallaban, sus párpados pesaban y en cualquier momento su cuerpo lo traicionaría y se desplomaria en el suelo.

- Hasta que por fin llegaste.- Su madrastra lo tomó bruscamente del brazo y Seungmin se quedó viendo al suelo. - ¿Dónde mierda estuviste?

- No pude volver anoche porq-

- Te estoy preguntando dónde estuviste, no por qué no pudiste venir.

- Estuve en casa de Lee.

- Oh dios... ¡Namjoon! ¡Mira las cosas que hace tu estúpido hijo!- Ella soltó el brazo de Seungmin y salió corriendo.

- ¿Qué?- El omega se quedó confundido, ¿por qué ese cambio de actitud tan repentino? - Ah... Ya entiendo.- Hizo una mueca de asco y fue donde estaba su madrastra. - Roseanne, no hicimos nada fuera de lugar. Me pagó para que hiciera bocadillos ya que tendría una fies-

- ¿Qué hacías anoche en la casa de un alfa?- Su padre lo interrumpió. Bueno, todos en la familia tenían una enfermiza obsesión con interrumpir al omega.

- Estaba haciendo bo-

- Escúchame, tú ya le perteneces a un alfa, ¿oíste?, tú no puedes siquiera estar cerca de otros alfas.- La beta hizo una mueca y Seungmin palideció.

- ¿Desde cuándo?- Sus ojos se llenaron de lágrimas.

- Anoche, mientras tú estabas en casa de Lee, haciendo quién sabe qué cosa, se supone que debías haber conocido a tu alfa.

- ¿Me vendieron?- Su voz comenzó a temblar.

- Qué pregunta más estúpida.

El omega se volteó y salió corriendo lo más rápido que pudo, encerrándose en su "habitación", si es que se le podía llamar de esa forma al sótano frío y oscuro en el que dormía, ni siquiera tenía una cama.

Se sentó en la esquina más oscura y se abrazó a sí mismo, comenzó a temblar mientras se repetía una y mil veces que él no se iría con un alfa, no iba a permitirlo.

Se quitó su velo y lo dejó a un lado, permitiendo que su descuidado cabello negro cayera sobre su frente y sus cansados ojos, que poco a poco se fueron cerrando.

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