Estoy en una de las habitaciones de huéspedes, aquello a lo que antes yo solía conocer como despacho, lo único que siguen manteniendo ambas es que ninguna tiene ventanas. Me quedo esperando sentada en una cama simple de dos plazas, con tres rígidas almohadas sobre ella que opacan una hermosa cabecera con flores talladas en los bordes. No había mucho para ver o hacer, únicamente tengo de compañía a un buró, una repisa en la qué hay tres caballos de madera, un armario y un tocador grande junto a una banqueta.
No tengo noción del tiempo, pero por la luz del sol tengo la certeza de que es de día, quizás mediodía o tres de la tarde, eso sí ya no lo sabía. En mi mente no dejan de reproducirse sus palabras, esas que dijeron fríamente que la amabilidad no podía salvarme. ¿Salvarme de qué? ¿De la pelirroja llamada Darnell? Estoy cansada de no poder despertar de este sueño que cada vez se asemeja más a la realidad. ¿O acaso esta era mi nueva realidad?
Alguien toca la puerta y me sobresalto, al parecer de ahora en adelante, esa sería mi nueva costumbre. Insisten una segunda vez, y en la tercera hablan.
—Señorita —dice temeroso, quizás hasta algo nervioso, aunque eso no era algo que pudiese asegurar—, soy Klinsman, ¿puedo pasar?
Me pongo de pie y le abro la puerta, está acompañado de una caja metálica que carga en ambas manos y una sonrisa que resalta sus hoyuelos. ¿Era normal sonreír en esta familia cada vez que se aparecía una desconocida? Ah, como si lo hubiera olvidado lo recuerdo: para ellos era normal. Doy media vuelta y me siento en la cama, él cierra la puerta y se sienta a mi lado, abriendo la caja para revelar que es un botiquín.
—He de asumir que los últimos acontecimientos te han dejado más que anonadada —saca de ahí de un pequeño frasco y vacía un poco de su contenido en un paño blanco bordado con la inicial de su apellido.
Klinsman se inclina un poco, sujetando el paño y acercándolo a mi cara, a lo que yo retrocedo confundida por su actuar.
—Es sólo agua con jabón, para quitarte la sangre.
Lo había olvidado. Handres me lo había dicho al salir de su casa, y yo me había enfocado tanto en adentrarme y revisar la mansión que lo había olvidado por completo. En ese momento, limpiarme la sangre estaba en la última de mis prioridades. Solo quería escapar de ese pueblo para no ser una víctima más de un francotirador, y por más irónico que suene, la verdad era que había logrado escapar: a 1778. Dudaba mucho que alguien me pudiera encontrar aquí.
Al no escuchar reproche alguno y entendiendo mi desconfianza, comienza a pasar delicadamente el paño por los lugares sucios de mi cara. Ni siquiera me había visto en el espejo para ver en las condiciones en las que estaba, aunque no era algo difícil de imaginar debido a que estuve lo suficientemente cerca del padre de Nycholas.
—¿Cuántas veces ha pasado? —digo.
—Para ser honesto, he perdido la cuenta.
—¿Sabes que es lo que Darnell quiere? Debe haber algo que pueda darle cambio...
—No —me interrumpe—,ella solo quiere una cosa, algo que ha estado buscando en cientos de miles de jóvenes, y no se detendrá hasta que lo obtenga —hace una pausa, aclarando su garganta—.Es posible que no sea yo el más adecuado para decirlo.
—Entiendo.
No cuestiono, no hago preguntas, me quedo en silencio.
—Señorita...
—Celes.
—¿Qué? —deja de limpiarme para darle vuelta al pañuelo y seguir echándole agua.
—Celes, ese es mi nombre —confieso—, así no tendrás que decirme señorita.
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MY DARK LIGHT© #PGP2024
Misterio / Suspenso| finalizada | - historia registrada en Safe Creative (2403197373496) completamente prohibido la reproducción total y/o parcial de esta obra sin mi consentimiento previo. Celes Wright ha vivido mudándose de un lado debido al trabajo de sus padre...