Capítulo 16

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Salí veinte minutos antes de la casa para llegar a tiempo. No quería hacerlo, dejé que la alarma me reventara los tímpanos mucho antes de despertar. ¿Para qué iba a ir a la escuela hoy? ¿Qué sentido tenía ir? ¿Qué lograría yendo cinco veces por semana? ¿Tener un buen futuro? ¿Ir a una buena universidad? Al ritmo al que voy veo más factible vivir en las montañas. Lo que dijo Ruddy sobre la falta me daba igual, aún no tengo un tutor. Si me desperté tan temprano fue para no estar sola en la mansión. Y evitar pensar en lo que estarían pensando de mí.

Pero no puedo eludir eso. Vuelve a mi mente como un desastroso tornado que golpea con fuerza a un mismo lugar. ¿Cómo escapo de mí y de lo que soy? ¿Cómo evito la culpa? ¿Cómo evito detener lo que sea que hago cada vez que pierdo el control? ¿Cómo evito dejar de ser yo? La familia del hospital, la casa de Handres, ¿y ahora qué? ¿De qué otra cosa deben cuidarse las personas? ¿Qué haría la siguiente vez? ¿Destruir el pueblo entero?

Y esa niña... La que ahora crecerá sin su familia. ¿Qué le dirán al crecer? ¿Cómo le darán la noticia del porqué sus padres no están con ella? Dios, querido Dios: esto es una mierda.

Si los demonios como Darnell son reales y no la exagerada compilación de relatos en un libro de más de tres mil años y que vendió millones de copias mundialmente, entonces, ¿por qué Dios no hace algo? ¿Por qué no la detiene? El mal existe porque hay un bien que contraataque. Él existe, igual que Darnell. Se supone que por ser el creador de todo debió detenerla, tiene la capacidad de hacerlo, ¿no? Es un Dios llamado Yavé después de todo.

Paso por los puntos de referencia que memorice las veces que subí al autobús. Veinticinco minutos a pie y quince en un vehículo motorizado: ese fue el cálculo mental de los cuales recorrí diez. Son las cinco y media. Dormí prácticamente nada. Intervalos de diez o cinco minutos cada dos horas. Mi mente no me dejaba hacerlo... Y no sé si me estoy volviendo loca. Sigo consciente, verdaderamente lo estoy. Aunque no sé si continuará así por mucho tiempo. Maté, intencionalmente, el tiempo dando vueltas en la cama y escribiendo en la libreta. ¿De qué otra forma apagaría mi mente si no era liberándome de mis pensamientos? No funcionó. Lo tengo aún. Esas ideas que giran y giran diciéndome que otras cosas podría hacer. Cosas malas como hacer lo que dijo Leec u obviar la prohibición de abandonar el pueblo.
Pensé en el ataque terrorista. Es algo a lo que la gente le tiene miedo. Estamos en una era digital, las personas creerían cualquier cosa que les dijeras... Podría aprovechar el uso de las redes sociales a mi favor. Grabar un video amenazando la secundaria o la universidad. Un lugar público y con personas... ¡El centro comercial! O mandar un mensaje amenazador a la policía avisando del falso ataque. Y con suerte, espero que eso ayude para evacuar el pueblo. Y aunque el plan sonaba bien, era una mierda. Habrían escépticos, gente enferma en el hospital que no podría ser evacuada y el riesgo de que vuelvan pensando que la amenaza acabó. Otro plan, otra idea, otra vez.

Derrame nuclear, invasión extraterrestre, ataque de zombies, aire contaminado, advertencia de un gran y devastador tsunami. ¿Qué? ¿Qué miedo colectivo puedo usar? Resignación, es lo único que puedo usar hoy. Espero en las escaleras mientras escribo una lista y tacho las más inverosímiles. Esas que nadie creería. Se me están acabando las opciones.

A las seis y quince llega un chico de piel oliva y cabello trinchudo semi rapado a los lados y largo hacia arriba, uno o dos centímetros más alto que yo.

—¿No es muy temprano para venir a clases?

Se sienta un escalón arriba de mí y tira la roja mochila entre sus piernas. Me encojo de hombros a modo de respuesta mientras intento buscar una.

—Vine caminando.

La versión compacta y menos amenazante de Handres me observa con sus grandes ojos marrones y responde: — ¿Y no te dio frío con ese vestido?

MY DARK LIGHT©  #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora