10. Tardes de misterio.

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SLOANE

—La mente de un asesino es un laberinto sin salida. Cada movimiento calculado, cada pista esfumada, es un acto de magia negra en el mundo del crimen.

El aula de criminología estaba sumida en un silencio expectante, únicamente interrumpido por la voz del profesor Edwards. Uno de mis profesores favoritos hasta ahora. Era mi penúltima clase del día y una de las muchas que compartía con Mason White. Que, como de costumbre, no estaba en clase. Su asiento habitual, a unos asientos frente a mí, (que había usado como unas cuatro veces en todo el semestre) estaba vacío.

Era tan... raro.

Todo de él era raro.

—Consideren el atentado reciente —continuó el profesor Edwards, cambiando las diapositivas a imágenes de la zona de esquí del hotel cubierto de cinta policial. Justo donde había estado el fin de semana.

Tragué saliva.

Cuando regresamos a la ciudad, todo el mundo estaba hablando sobre el atentando de la pista de esquí y del hotel. A pesar de que ningún estudiante terminó herido, muchos estudiantes y periodistas del club de comunicación interrogaban a todos los que habíamos asistido al campeonato como si hubiéramos sido sobrevivientes de la guerra de mundial.

Porqué ASÍ SE SINTIÓ.

Tyler fue la cara de una nota periodística otra vez, porque a ese chico le encanta ser la cara de todo.

—Cinco hombres, vidas prometedoras, extinguidas en un instante. La congelación de sus cuerpos no solo preserva la escena del crimen, sino que también simboliza la parálisis de nuestra comunidad ante tal acto —comentó el profe con su voz grave, capturando la atención de todos—. El atentado que sacudió nuestro pueblo no es solo un acto de violencia, es un rompecabezas para los investigadores criminales. Nos enfrentamos a un criminal que ha demostrado una comprensión avanzada de la preservación de la escena del crimen. La congelación de los cuerpos es un acto deliberado, una forma de manipular la temporalidad de la evidencia.

Dios.

No podía creer que yo había estado en ese mismo lugar. Sentada en mi lugar habitual, no podía apartar la vista de las fotos. Cinco hombres ahora reducidos a meras estadísticas en un informe policial. Y había sido demasiado extraño. Había muchos cabos sueltos de aquella noche.

Pulse una y otra vez el botón de mi bolígrafo, pensativa... Uno de esos cabos, era... él.

—La ocultación de pistas —siguió el profesor—, es una táctica común, pero el verdadero desafío es entender el 'por qué' detrás del 'cómo'. ¿Qué motiva a un asesino a dejar tal escena?

De un momento a otro, comencé a divagar sobre esa noche. ¿Por qué era tan importante encerrarme en la habitación y por qué solo a mí? ¿Por qué Mason sabía qué hacer? ¿Por qué Mason había desaparecido por tanto tiempo? Y, ¿a dónde había ido?

Mmm.

—En la investigación criminal—continuó Edwards—, buscamos patrones, anomalías, cualquier hilo que nos lleve al corazón del laberinto. Pero no olviden, la mente de un asesino es un espejo oscuro de nuestra propia psicología.

No sé en qué momento sucedió, pero en eso, fijé la mirada en su asiento y él ya estaba ahí. Había llegado en un abrir y cerrar de ojos. No noté cuando entró, ni si quiera el profesor lo había hecho.

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