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Pasaron algunos días, cada vez interacciono menos con mi hermana... a tal punto que ni parece mi hermana. Ser la favorita del príncipe mayor del sultán la ha cambiado demasiado.

— Meryem... — salí de mi habitación.

— ¿sí, sultana?

— ve a los baños y prepárate, a partir de hoy pertenecerás al harén de mi hijo.

— sultana...

— no serás la única, vas a bailar frente a él junto a más criadas, Allah mediante te escogerá a ti.

— claro, mi sultana... ¿puedo preguntarle algo? — asintió. — ¿por qué quiere que me escoja?

— eres una chica de buen corazón. — sólo sonreí, hice una reverencia y salí de sus aposentos.

Fui al baño con una toalla y comencé a desvestirme. Estoy nerviosa, si el príncipe llega a escogerme... me sentiré impura, mi primera vez fuera del matrimonio.

— ¿para quién te bañas? — escuché a mi hermana.

— para el príncipe, así como tú... formaré parte del harén del príncipe Mehmet.

— bien por ti. — se envolvió en la toalla y salió, sólo suspiré.

[...]

Me ayudaron a prepararme, un vestido violeta, maquillaje, peinado y joyas. Gracias a Sümbul Aga, sé algo de danza.

Entré junto a otras chicas, hermosas y de mirada seductora hacia el príncipe, parecían saber lo que hacían. Pero noté algo... el príncipe no quitaba sus ojos sobre mí, todas se detuvieron y me dejaron bailando sola, aún tengo muchos más nervios. Me detuve y vi que el príncipe sacó un pañuelo violeta, más intenso que el de mi vestido. Lo tomé, hice una reverencia y me acerqué junto a las demás chicas.

— qué suerte tienes. — me dijo la Srta. Dilek al salir de los aposentos. — aunque antes de bailar, ya habías conquistado al príncipe.

— ¿Cómo puedes darte cuenta?

— por su mirada, lo hechizaste con tu belleza. — sonreí, me tomó del brazo y nos detuvimos, Sümbul Aga sé llevó al resto de las chicas. — debes volver a los baños y ponerte hermosa para el príncipe, será tu primera noche con él y con suerte no la última, puede que seas su favorita. — asentí y me devolví a los baños.

[...]

Me dieron un vestido color menta y volvieron a repetir el procedimiento de antes: maquillaje, peinado y joyas. Me paré fuera de sus aposentos, con el corazón latiendo rápidamente, y toqué a la puerta. Hasta escuchar un "pase", los guardias me dejaron entrar y ahí lo vi.

Me arrodillé y besé su caftán, me tomó del mentón y lentamente me levanté. Lo miré a los ojos, hay que aceptar que es bastante apuesto.

— ¿quieres seguir? No te obligaré a hacer algo que no quieres.

— sí quiero, Alteza. — sonrió, con una mano me tomó de la cintura y con la otra de la nuca y me besó.

Poco a poco la intensidad fue subiendo, hasta el punto de despojarnos completamente de nuestras prendas, me cargó y me acostó cautelosamente en la cama.

Es mi primera vez, no me gustaría detallarlo, pero fue increíble.

— tu nombre es Alexandra, ¿verdad? — me preguntó, ambos estábamos acostados, conmigo recargada en su pecho y tomados de la mano.

— sí, pero la sultana Hürrem me dio otro nombre.

— cierto, Meryem, es un lindo nombre. — lo miré a los ojos. — pero no tanto como tú.

— gracias, Alteza, usted también es muy apuesto. — sonrió. — sus ojos resplandecen con la luz de la luna, brillan y se ven hermosos.

— están así por mirar una belleza como tú. — me sonroje. — pasa la noche conmigo. — sólo asentí y volví a abrazarlo.

[...]

Desperté, estaba en mi habitación, en mi mansión... me levanté y busqué a Alice, con la esperanza de encontrarla en su recámara.

— Alexandra, ¿qué haces despierta a estas horas? — escuché a mi madre preguntar.

— tuve una pesadilla, no quiero dormir sola...

— tu hermana está de viaje, ya sabes, está comprometida con el príncipe Mustafá, regresará pronto.

— ¿se irá a vivir a Estambul? — asintió. — no, no... así empezaba mi pesadilla, que nos secuestraban y nos vendían al sultán.

— es una triste realidad que tendrás que afrontar, mi querida Lexie, tienen un nuevo futuro y con la bendición de Dios, será mejor del que tendrían aquí. — acarició mi mejilla.

— te extraño, mamá.

— yo igual, pero sé que estarán bien ahí, cuídense.

Desperté, asustada en medio de la noche, haciendo que el príncipe también se despertara.

— lo lamento tanto, príncipe.

— descuida, sólo fue un mal sueño. — me abrazó y volvimos a acostarnos, no mucho después volví a quedarme dormida.

Al amanecer no sentí su cuerpo, fui abriendo los ojos, encontrándome con él en los pies de la cama, vistiéndose.

— tengo cosas que hacer, puedes volver con mi madre. — busqué mi vestido, me lo pasó y comencé a vestirme.

— con permiso, Alteza. — hice una reverencia.

— Meryem... — me habló antes de salir, se acercó y me besó tiernamente. — que tengas un buen día.

— igualmente, Alteza. — toqué a la puerta, los guardias me abrieron y salí hacia los aposentos de la sultana.

— regresaste. — asentí. — ¿qué tal la pasaste con mi hijo?

— me la pasé muy bien, gracias sultana, por la oportunidad de pertenecer al harén de su Alteza.

— no hay de qué, Allah mediante pronto tendrás un hijo en tu vientre y darás a luz a un príncipe. — sonreí. — Cihangir quiere dar un paseo por el jardín, tengo que ir con Su Majestad, así que te lo encargo, llévalo al jardín.

— claro, sultana. — salió y me dirigí a los aposentos del pequeño príncipe, se encontraba con sus dos hermanos: Selim y Bayaceto.

— Meryem... — me abrazaron los tres, se veían asustados.

— ¿qué pasó, príncipes?

— ¿te enteraste de lo que pasó en el harén? Hubo una pelea entre dos criadas y ambas terminaron colgadas ahí mismo.

— eran favoritas de nuestro padre. — contó el príncipe Bayaceto.

— no seas llorón. — le dijo el príncipe Selim.

— es normal llorar, fue algo que los impactó, no se preocupen.

— ¿crees que lleguen a hacernos eso también? Ya trataron de hacerlo con mamá. — preguntó Bayaceto.

— idiota, ¿se te olvida que a cualquiera nos pasará eso cuando uno de nosotros ascienda al trono?

— príncipe... es normal llorar, responder de este modo, fue una noticia y una escena que los impactó, no tiene nada de malo descargar ese miedo en el llanto. — le dije. — y ojalá que no suceda el fatricidio, nunca es tarde para cambiar de tradiciones.

— si nuestro padre se casó con mamá, puede que esa ley también cambie. — opinó Bayaceto.

— no seas iluso, eso no pasará.

— ¿quieren ir a caminar al jardín? — pregunté para cambiar de tema. — Tal vez un poco de aire fresco les venga bien para despejarse. — los tres asintieron. — bien... — tomé de la mano a Cihangir y a Bayaceto, mientras Selim caminaba frente a nosotros.

Qué triste que en este imperio existe el fatricidio, ni España ni Reino Unido tienen estas leyes. Debe ser difícil perder hermanos por una ley tan ambigua como esa.

LA SULTANA DE LA LUNA [SEHZADE MEHMET]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora