6

309 25 2
                                    

Amaneció, desperté aún abrazada del príncipe, lo abracé devuelta y sentí un beso en mi frente. 

— buenos días, mi luna.

— buenos días, Alteza. — lo besé. — ¿está listo para un día especial?

— claro que sí.

[...]

Salimos al bosque a dar un paseo.

— ¿qué solías hacer en Yorkshire?

— no mucho, estudiar, leer, asistir a bailes... por fortuna, a veces salía de caza con mi hermano.

— ¿les permiten cazar? — negué.

— pero mi hermano y yo no somos mucho de respetar las reglas, me enseñó a usar la espada y el arco, dijo que algún día necesitaría saber cómo protegerme, tuvimos una hermana mayor... también la secuestraron y se atrevieron a extorsionar a mi padre, él no le dio importancia, creía que serían incapaces de hacerle algo a una Lady, pero... se equivocó, nos la devolvieron... sólo para sepultarla y esos hombres siguen libres por ahí. — conté tratando de no llorar, siempre que la recuerdo me entran las ganas de llorar.

— tu hermano hizo lo correcto al enseñarte defensa personal, aunque no esté permitido, uno nunca sabe cuándo el peligro se acerca, siempre hay que estar precavidos.

— creí que diría otra cosa, según lo que he escuchado, usted siempre respeta las reglas al pie de la letra.

— depende la situación, cualquier cosa que tenga relación al sultanato y las campañas, siempre lo respetaré sin importar qué, pero si se trata de mi madre, mi hermana o mis hermanos... vale la pena romper una que otra regla. — sonreí.

— me alegro de escuchar eso.

— ¿hay algún juego que tengan en Inglaterra?

— a las escondidas. — respondí. — o a los caballeros y piratas.

— ¿cómo se juega eso?

— es una batalla de espadas, normalmente de madera.

— Balibey, danos unas espadas.

— Alteza... — empezó Balibey a hablar, pero el príncipe lo interrumpió.

— danoslas, por favor.

— Alteza, pero son espadas de verdad, no creo que...

— si la sabes manejar bien, no tienes de qué preocuparte. — Balibey nos dio las espadas, sinceramente tengo miedo, no quiero lastimarlo. Nos posicionamos y comenzamos a pelear.

— ¡Mehmet! — escuché la voz enojada de un hombre, ambos volteamos.

— ¿quién es? — le pregunté.

— es mi padre, el sultán Süleyman. — ambos hicimos reverencia.

— ¿cómo es que te atreves a darle una espada a una criada?

— padre, no es cualquier criada, es mi favorita, Meryem.

— aún así no es suficiente razón para permitirle una espada, puede matarte.

— si me lo permite, su Majestad, jamás podría matar al príncipe, ni siquiera hacerle un rasguño.

— sólo estábamos jugando, Meryem sabe usar bien la espada, su hermano le enseñó, también sabe cazar animales.

— ¿de dónde eres?

— Yorkshire, Inglaterra, su Majestad. — respondí. — soy sobrina del Rey Henry VIII. — conté.

— ¿Eres la duquesa Alexandra? — asentí. — he escuchado sobre ti, que eres una joven rebelde. — volvió a mirar a su hijo. — no quiero volver a verla con una espada en la mano, ¿oíste?

— sí, su Majestad, perdóneme. — se retiró. — si queremos jugar, tendremos que estar lejos de la vista del sultán.

— ¿planea desobedecer sus órdenes? — sonrió.

— claro que no, no frente a sus ojos. — respondió. — y no frente a Balibey, sé que él mandó avisarle. — sonreí apenada.

— lamento que su padre lo haya regañado por mi culpa.

— descuida, no fue tu culpa. — besó mi frente, lo tomé del brazo y seguimos caminando.

Pasamos toda la tarde platicando, riéndonos, al anochecer, el príncipe decidió acampar.

— esa estrella es muy bonita, brilla mucho. — dije señalándola.

— es verdad, resplandece más que las estrellas a su alrededor.

— y junto a la luna llena, se ve hermosa. — me miró. — ¿traigo algo en la cara? — pregunté divertida, acercó su mano a mi cara y acarició mi mejilla.

— ni la luz de mil estrellas puede compararse con el brillo de tus ojos, resplandecen cada vez que ves algo que te emociona, como las flores, las estrellas, la luna, jugar. 

— y también cuando lo veo a usted. — acaricié su mejilla y sonrió tiernamente.

— anoche dijiste que quieres convertirte al Islam. — asentí. — bueno... resulta que no necesitamos a Sümbul para eso, puedo ayudarte. — le habló a otra criada y ella le entregó un libro. — este es el Corán, yo te convertiré al Islam.

— es un honor, Alteza. — se acercó a besarme, luego tomó mi velo y lo desplazó para que cubriera mi cuello y llegará de nuevo a mi espalda.

Y dio por iniciado el ritual.

Sé que te prometí serte siempre fiel, mi Señor Jesucristo, pero he caído en las redes del amor y por ese mismo amor puedo llegar a hacer cualquier cosa, hasta cambiar mi religión. Tengo que aceptar que no volveré a mi hogar con mi madre y mi hermano mayor, y que aquí me encuentro completamente sola. Bueno, a excepción del apuesto príncipe Mehmet, sólo lo tengo a él... y quizás a su madre, aún no sé si me he ganado su confianza, pero me esforzaré por ganármela. Dios mío, perdóname por mis pecados, perdóname por renunciar a ti y abandonarte, pero cuando más te necesité, ¿dónde estabas? Me arrebataste a mi hermana mayor y ahora nos has arrebatado de las manos de nuestra madre y nuestro hermano. Lo lamento, pero es tiempo de seguir adelante.

LA SULTANA DE LA LUNA [SEHZADE MEHMET]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora