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Fuimos al jardín, afuera se sentía una brisa fresca, característica de la primavera y el olor de las flores y el césped podían llegar a nuestras narices.

— ¿de dónde vienes también existe la ley del fatricidio? — preguntó Selim, mientras Bayaceto y Cihangir estaban jugando, los vigilaba no tan lejos, pero lo suficiente para darles su espacio, Selim no quiso jugar con ellos.

— no, si alguien no quiere ascender al trono, puede abdicar... es decir, pasarle el título a la siguiente persona más directa en la sucesión. — conté. — sí matan, pero cuando se tratan de guerras, batallas... tristemente ahora con la Santa Inquisición, muchas personas mueren.

— ¿Santa Inquisición? — asentí. — ¿qué es eso?

— la iglesia católica persigue a esos que no creen en Dios y que se resisten a ser católicos, también por otras causas que tengan relación con la iglesia, allá matan a las mujeres que saben de ciencia o que saben leer.

— ¿en serio? — asentí.

— sólo a las mujeres de la nobleza y de la realeza se les permite saber leer.

— eso es horrible. — asentí. — aquí hasta a las criadas se les enseña leer, sobre religión, historia, matemáticas... el Islam lo considera necesario, algo básico.

— pues tanto la monarquía como el imperio otomano tienen sus pros y sus contras.

— ¿cuál sería un contra del imperio otomano?

— el fatricidio. — respondí.

— cuando sea sultán, quitaré esa ley. — sonreí. — no traicionaré a mis hermanos, ni siquiera a Mustafá, mucho menos a Cihangir y a Mehmet.

— ¿y el príncipe Bayaceto?

— es demasiado emocional, temperamental, tampoco lo ejecutaría pero trataría de mantenerlo al margen, él sí sería capaz de quitarme del trono.

— ¿y si el príncipe Mehmet o el príncipe Bayaceto suben al trono?

— quedará a su decisión, sé que Mehmet no se atrevería.

— ¿y el príncipe Mustafá?

— él sí sería capaz de ejecutarnos. — respondió triste. — Mehmet cree que no, pero sé que sí.

— no piense negativamente, Alteza, el futuro aún no está escrito, así que no saben lo que puede pasar.

— tienes razón, Meryem, gracias. — sólo asentí.

[...]

Pasó un mes desde aquel día, me hice mucho más cercana a los príncipes jóvenes, pues soy quien se encarga de cuidarlos.

El príncipe Mehmet no me ha vuelto a llamar a sus aposentos, ganándome las burlas de Alice... o bueno, Handan. Desconozco completamente a mi hermana, para mí... Alice se quedó en Yorkshire y esta chica es otra persona completamente diferente.

— señorita Meryem. — me habló Sümbul, me levanté y me acerqué a él.— el príncipe Mehmet solicita su presencia en sus aposentos, vaya a los baños a prepararse. — indicó con mirada y sonrisa pícara.

— claro. — salí del harén y me encontré con Handan.

— Alex... — me habló.

— mi nombre es Meryem. — le corregí. — no Alex.

— es lo mismo.

— ¿es lo mismo, Alice? — me miró molesta.

— ten más respeto.

— tú me debes respeto, soy tu hermana mayor.

— pero desde ahora tú me debes respeto, estoy embarazada, felicitame. — sentí un dolor en el pecho, apenas tiene 15 años. — seré una sultana.

— si nace niña, no. — dije sonriendo. — aún así, no mereces mi respeto y tú no me puedes mandar a ejecutar... es triste ver cómo el príncipe Mustafá y la sultana Mahidevran han cambiado tus pensamientos, ya no eres esa chica dulce.

— las personas cambian, y las chicas crecen para convertirse en mujeres, ahora soy una mujer y pronto seré madre de un príncipe. — se fue con una sonrisa cínica en su cara.

Traté de calmarme, de no molestarme por su altanería y seguí mi camino hacia los baños.

Esta vez me vestí con un vestido rojo y las joyas que la Sultana Hürrem me ha obsequiado y me dirigí a los aposentos de su Alteza.

— pase. — escuché y entré. — Meryem... — hice una reverencia.

— Alteza...

— me alegro de haber vuelto, me sentí perdido sin ti. — expresó acercándose a mí.

— ¿se había ido? — sonrió.

— ¿no notaste mi ausencia? — negué.

— he estado muy ocupada con sus hermanos y su madre, que no lo noté, perdóneme. — me tomó del mentón e hizo que lo mirara a los ojos, luego pasó su mano a mi mejilla y la acarició.

— descuida, lo entiendo. — me besó.

Y pues... pasó lo mismo que la última vez.

— no puedo vivir un momento más alejado de ti, mis oídos, mis ojos, mi cuerpo y mi corazón te pertenecen, ¿qué brujería me has hecho, Meryem?

— se le llama amor, mi querido príncipe. — me levanté y me puse una de sus batas, así para poder salir al balcón, él fue detrás mío y me abrazó por detrás. — aún sigo sin estar tan convencida de esta vida, de que me alejaran de mi familia y que la dinastía esté cambiando a mi hermana. — confesé. — pero cuando estoy a su lado, lo único en lo que puedo pensar es en una vida a su lado, usted dice que qué brujería le he hecho, pero... ¿qué ha hecho usted en mí, para que una chica noble, que ahora es sólo una simple criada católica quiera volverse al Islam y pasar el resto de la vida junto a usted? — me abrazó más fuerte y besó mi mejilla.

— ¿quieres convertirte al Islam? — asentí. — podemos hacer eso posible, podemos hablar con Sümbul Aga. — sonreí. — y mi brujería es el amor. — se separó y se paró delante mío. — pronto volveré a Manisa y aún necesito la aprobación de mi madre.

— ¿para qué?

— para llevarte conmigo. — me sonroje. — así que no volveré hasta dentro de un mes.

— será un mes muy largo.

— demasiado, pero estuve pensando y... ¿mañana quieres salir? Podemos dar un paseo por el bosque, comer afuera, lo que tú quieras.

— me encantaría, Alteza. — besó mi frente. Volvimos adentro y nos acostamos abrazados. Comencé a sentir mi corazón acelerarse de nuevo.

Príncipe Mehmet, ¿qué me has hecho para ya sólo pensar en ti y comenzar a cambiar mis pensamientos y mis creencias?

LA SULTANA DE LA LUNA [SEHZADE MEHMET]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora