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Casi al anochecer llegó la doctora junto a la Srta. Dilek.

— Feriha... — salió de la habitación.

— ¿qué es lo que sientes? — me preguntó la doctora en cuanto Feriha salió.

— mareos y náuseas. — asintió.

— ¿Has tenido algún otro síntoma? Cómo jaquecas, antojos o mucho cansancio.

— las jaquecas y el cansancio. — respondí y miró a la Srta. Dilek, ella sólo asintió.

— te pediré que te acuestes y abras las piernas. — me indicó la doctora.

— ¿qué? ¡No, claro que no! No volveré a pasar por eso.

— Miray, no es una pregunta. — negué, me obligó a acostarme y abrirme las piernas, pero antes de que se alejara, la tomé de la mano.

— por favor. — le pedí asustada y suspiró.

— por Allah... está bien. — la doctora comenzó a checarme y cada vez que lo palpaba allí abajo, sujetaba con más fuerza la mano de la Srta. Dilek, se siente muy incómodo.

— listo... — avisó, rápidamente me senté cruzando las piernas y la Srta. Dilek miró a la doctora, ella sonrió mirándome. — felicidades, está embarazada. — sentí un escalofrío recorrer mi cuerpo.

¿Yo? ¿Embarazada? ¿Igual que mi hermanita?

Le pagó a la doctora y se retiró.

— ¿Miray? — trataba de evitar contacto visual, quiero llorar, pero no de alegría. — ¿no estás feliz porque tendrás un hijo? — negué. — no seas aguafiestas, si le das un príncipe a su Alteza Mehmet, serás una sultana.

— ¡No me importa el título! — respondí, las lágrimas comenzaron a caer por mis mejillas. — no quiero un hijo, jamás quise esto... — me solté a llorar. — no quiero tenerlo.

— eso no depende de ti. — se fue y Feriha volvió a entrar.

— ¿qué pasó? — me preguntó preocupada al verme llorar y se sentó junto a mí.

— estoy embarazada.

— ¿y eso te pone triste? ¡Es una excelente noticia! Allah mediante le darás un niño al príncipe.

— ¿por qué a todos les parece una buena noticia?

— porque nosotras sólo servimos para dos cosas: para darles bebés a los príncipes o al sultán, o para ser sus criadas. — me dijo con un tono suave. — lo lamento, Miray, pero es un destino del que no podemos escapar, al menos no vivas. — la tomé de la mano. — tienes suerte, a partir de hoy te mandarán a unos aposentos privados y tendrás a tus propias criadas.

— eso es lo que menos me importa... — suspiré frustrada. — amo al príncipe, pero... — chasqueé la lengua. — ya no importa, creo que tengo que avisarle a la Sultana Hürrem. — asintió.

— sí, pero mañana, ahora debe estar descansando. — medio sonreí y la miré.

— ¿quieres ser mi amiga? — asintió sonriendo.

— ya duerme, Sultana Miray. — me dijo mientras se iba a su cama y reí.

— lo mismo le digo, Sultana Feriha. — también rió.

— ojalá eso se haga realidad. — sonreí.

— Allah mediante. — apagamos las velas y nos dormimos.

A la mañana me dirigí a los aposentos de la sultana.

— mi sultana... — hice una reverencia.

— Miray... — sonrió. — me avisaron que la doctora fue a verte, ¿qué te dijo?

LA SULTANA DE LA LUNA [SEHZADE MEHMET]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora