"𝑈𝑛 𝑜𝑏𝑠𝑒𝑠𝑖𝑜́𝑛 𝑝𝑎𝑟𝑎 𝑒𝑙𝑙𝑜𝑠, 𝑙𝑎 𝑝𝑒𝑟𝑑𝑖𝑐𝑖𝑜́𝑛 𝑝𝑎𝑟𝑎 𝑙𝑜𝑠 𝐻𝑖𝑔𝘩𝑡𝑜𝑤𝑒𝑟"
Una mujer con solo su nombre. Una mujer de la calle, escondida entre los murales de su casa para evitar un cruel destino.
Hasta que conoció al...
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Palabras: 1160
Advertencias: Tensión. Pensamientos indebidos.
Comentarios míos: Puede que en una parte les resulte incomodo de leer, pero recuerden que los personajes se encuentran en un mundo donde a nadie le importa la edad. Disfruten 😉 Voten ⭐ Y comenten 🖊
126 d.C
Minutos después...
Gillye trataba de librarse del fuerte agarre que Aemond mantenía en ella. Su mano enrollaba de manera perfecta su brazo, afirmando con algo de fuerza para evitar que ella escapara. Su caminar era despreocupado pero su aura transmitía peligro para quienes se acercaran a entablar una conversación. Notaba que aún seguía furioso, pero ¿De qué? Solo era un plan para iniciar un rumor, ¿Qué de malo tenia eso?
Aunque si lo pensaba mejor, que Aemond hubiera hecho esa escena había sido la mejor decisión que pudo tomar. El príncipe de un ojo era el más consentido por su madre y abuelo, y si llegaban a escuchar un rumor como el que su adrado príncipe tenía una amada en las Calles de Seda, harían todo para buscar a la jovencita e interrogarla para saber de quien se trataba.
Si tenía suerte, la dejarían viva pero viviendo en la Fortaleza Roja tal como lo deseaba y si no, bueno, tendría que retornar con sus planes rotos al lugar del que provenía.
—Mi príncipe si sigue tirándome...
—Silencio, ya estamos por llegar.
Su voz ronca y seria. Tuvo que controlar el nerviosismo que la envolvió en ese preciso momento, para no cometer una locura de la que pronto se arrepentiría. No iba a esconder que desde que conoció al príncipe Aemond, algo dentro de ella se descontrolaba al tenerlo cerca. Cada mirada que iba dirigida a su dirección, cada gesto o cada murmullo, la hacía tensarse y querer esconderse con su acalorado rostro.
El príncipe Aemond era condenadamente atractivo y él lo sabía.
— ¿Llegar a dónde? —Pregunto sin poder contenerse.
El joven le lanzo una mirada algo seria, lo que la hizo callar sin querer decir alguna otra palabra. Gillye pudo notar que su ojo estaba centelleante en una oscuridad que jamás antes había visto. Como un dragon en los abismos de una Guerra. Y le atraía, por alguna razón inexplicable le atraía que la mirara de aquella manera tan dominante, tan... Rudo. Quería más de esas miradas, quería que la observara de aquella manera pero en situaciones que se escapaban de sus pensamientos de razonamiento puro e inocente.
