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Boss miró la hora en su reloj y luego las escaleras.

Le había dicho que estuviera listo a las ocho, la impuntualidad era una cualidad que el Alfa detestaba y que el Omega exudaba por los poros.

-¡Noeul!-Lo llama y todo lo que obtiene es silencio como respuesta.

Mira impaciente el camino hacia la habitación que comparte con el Omega y sopesa la idea de ir a buscarlo. Solo es la estúpida fiesta que hacen los Ahn cada año para recordarle a la alta sociedad tailandesa que aún existen. No entiende cuál es el empeño de Noeul de atrasar esa experiencia ostentosa y desagradable.

-Perdón, perdón. No encontraba mi colgante.-La voz del Omega se escuchó y Boss llevó su mirada a la escalera, sus ojos en el Omega que bajaba con pasos rápidos.-Solo te pedí cinco minutos, Boss-ah. Tienes que aprender a ser paciente.-Le dijo con una sonrisita, deteniéndose frente a él.

Noeul había cambiado su tono de cabello, ahora era de un gris plata que acentuaba el tono acanelado de su piel. Un maquillaje ligero adoraba su rostro, resaltando aún más la cara bonita que el Omega tenía desde su nacimiento. Llevaba una camisa blanca y ancha que exponía sus clavículas y parte de la piel de su pecho, con un pantalón negro que se ajustaba a su cuerpo, mostrando las delgadas y elegantes piernas del Omega al igual que sus caderas estrechas.

-Joder, estás precioso.-Fue todo lo que pudo decir, sintiendo su garganta secarse ante la vista. Noeul ríe, mostrando un ligero sonrojo y el sonido hace que Boss sonría por inercia.

-Gracias.-Es todo lo que le dice, extendiéndole el colgante.-¿Me lo colocas?-Le pide, dándose la vuelta para darle la espalda y pronto la imagen de un trasero respingón apretado en aquellos pantalones llenó el campo visual de Boss.

El Alfa jadeó, sintiendo sus propios pantalones volverse apretados. Desvió la vista al colgante en sus manos y lo reconoció al instante. Era el que le había regalado en su anterior cumpleaños al Omega. Boss se apresuró en colocarlo, no logrando resistir la tentación de dejar un beso en la nuca del Omega al terminar su tarea.

-Gracias.-Noeul le dijo, girándose para mirarlo y tenía las mejillas rojas y los ojos brillantes, luciendo imposiblemente lindo. Y Dios, no era un secreto que Noeul era un Omega precioso, pero esta noche lucía simplemente celestial.-¿Nos vamos?-Le preguntó y Boss se imaginó a sí mismo diciéndole que no y descubriendo por su propia cuenta las bendiciones corporales que escondía aquella ropa elegante.

-Está bien, vamos.-Dijo en su lugar, comenzado caminar hacia el amplio garaje de la casa, con el Omega siguiendo sus pasos.

-¿Podemos usar el rojo?-Noeul le preguntó y Boss se giró a mirarlo algo confundido.-Por favor.-Pidió, y el pelinegro asintió, cerrando la puerta del Mercedes-Benz para caminar hacia el auto deportivo a unos pasos.

Noeul llegó más rápido que él, admirando con ojos brillantes el brutal deportivo híbrido que Boss tenía desde hace años y que prácticamente no utilizaba. Nunca había sido de llamar mucho la atención, llegar en un jodido Ferrari rojo discutía aquel pensamiento más el Omega lleva años queriendo poner su trasero en ese auto y hoy sería ese día.

Boss abrió la puerta para él y a Noeul le tomó menos de tres segundos estar dentro del auto acariciando los asientos forrados de cuero del mismo. El Alfa rió bajito, algo enternecido por la emoción del Omega que miraba todo con atención y la boca ligeramente entreabierta. Arrancó el auto, y la sonrisa de Noeul se volvió más amplia.

-Dios, escucha como ronronea.-Dijo casi sin aliento, el sonido del motor del auto provocando miles de explosiones en su interior.-Oh bebé, vas a hacer que me moje tanto.-Noeul gimió y el sonido de Boss tosiendo se escuchó por sobre el motor del auto.

Pusilánime // BossNoeulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora