La observo estirar un poco el cuello a medida que entramos en el camino que lleva a nuestra casa, sus ojos interiorizando el terreno de nuestra pequeña mansión.
—¿Yo vivo aquí? —pregunta claramente asombrada.
—Vivimos aquí —la corrijo, y detengo el coche—. Y ya hace casi once años.
Salgo del coche y lo rodeo. Desde el asiento del copiloto, Ava está asimilando todo lo que la rodea. Le abro la puerta, pero como no muestra signos de bajar de mi Aston, me introduzco en el coche y desabrocho su cinturón de seguridad. Mi mejilla roza sus labios inocentemente y ella se queda inmóvil, aspirando con fuerza. Yo también me quedo inmóvil, mi cara a pocos milímetros de la suya. Gracias a la visión periférica, puedo ver que tiene los labios apretados, los ojos muy abiertos.
¿La habré asustado? ¿Habré acelerado su corazón con mi cercanía? Algo me dice que son ambas cosas. Mis ojos se fijan en sus labios, mi instinto me pide que la bese. Bésala. Devórala. Puede que eso active lo que quiera que se tenga que activar.
Pero gira la cara y la esperanza que crecía en mi interior muere un poquito.Me aclaro la garganta y me retiro, dándole espacio para salir del coche, algo que hace tranquila y despacio, ignorando la mano que le ofrezco.
Da pasos lentos e inseguros hacia la puerta, lentos por su pierna herida e inseguros porque, por desgracia para mí, está nerviosa. Cada cierto tiempo
me busca por encima del hombro. Yo no digo nada, sólo la sigo, sintiéndome lo más inútil que se pueda ser. Abro la puerta de entrada y vuelvo atrás y ella se detiene en el umbral a observar el recibidor. Simplemente me espero a que encuentre el valor necesario para entrar. Los zapatos de los niños están tirados en un rincón, la pequeña área de suelo de mármol está sucia del barro que han entrado del jardín. Es una insignificante y absurda muestra de nuestra vida familiar pero capta toda la atención de Lali. Su casa. Se lleva las manos al pecho y casi puedo ver el pulso latir bajo las palmas.
—Tómate tu tiempo —murmuro amable
Me mira y sonríe un poco antes de continuar intentando asimilar lo que la rodea. Da un paso hacia dentro y se dirige a la colección de fotografías alineadas en la pared sobre la consola.
El corazón empieza a martillearme el pecho a medida que se acerca más a las fotos. Su mano alcanza una del día de nuestra boda y Lali deja escapar el labio de entre los dientes, que lo tenían atrapado con suavidad. Luego se pasa un rato mirando una en la que salgo arrodillado besando su barriga embarazada, con la mano apoyada en su vientre mientras lo hace. Se vuelve hacia mí y me ofrece otra tímida sonrisa, que yo le devuelvo, ahora jodidamente nervioso, también.Entonces ve una de mis fotos favoritas, una en la que los niños eran pequeños, Jacob sobre mis hombros y Maddie sobre los de Lali. Estábamos en una terraza en el Paraíso. El mar azul a nuestra espalda parece estar tan vivo como los ojos de todos nosotros. El sol brilla tanto como mi sonrisa. ¿Alguna de esas fotos habrá avivado sus recuerdos? ¿Por poco que sea?
Cierro la puerta con cuidado, me acerco a ella y contemplo las fotos también. Fotos nuestras. De nuestra pequeña familia. Hay felicidad y amor por toda esta pared. Mire donde mire, encuentro cosas que podrían despertar algo y espero con toda mi alma que lo consigan. Y luego está mi pared de Ava en la sala de estar, las fotos que tenía en mi ático del Lusso y otras añadidas con los años.
Cientos de fotos de nosotros cuatro. Puede que eso ayude, también. Porque estar en el hospital no lo ha hecho, en ese entorno frío, clínico y nada familiar.
Sus hombros se tensan cuando estoy a pocos pasos detrás de ella y se vuelve para mirarme, su cara tan triste. No recuerda nada.
—Me preguntaba si esto era una especie de pesadilla. —Se gira hacia las fotos de nuevo—. O si alguien me estaba gastando una broma muy pesada. Me desperté y me dijeron que estaba casada y tenía hijos, pero hasta ahora no me lo creía del todo. —Señala la foto de nuestra boda, su barbilla tiembla—. Ésa soy yo. —Su voz se quiebra y me mira con lágrimas en los ojos—. Contigo.
Asiento, intentando contener mi propia emoción. Dios, nada puede conmigo, pero ver a mi mujer tan desconsolada me parte en dos. Se seca los ojos y vuelve a observar las fotos.
ESTÁS LEYENDO
Devoción
FanfictionAunque olvides todo, sabes que siempre seremos nosotros En edición