ϙᴜɪɴᴄᴇ

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Vlad irrumpió en la oficina de Enzo.

—¡No puedes estar hablando en serio!

Solo cuando su jefe levantó sus ojos, para nada intimidados, de su computadora, Vlad se percató del error que había cometido.

—¿Perdón? —dijo Enzo.

Vlad se obligó a encontrar su mirada con resolución.

—Lo siento, Enzo Vogrincic, pero no puedo estar de acuerdo con tu decisión de llevar al muchacho a Suiza. Es un gran riesgo de seguridad... podría ser detectado en el aeropuerto o...

—¿Tengo que recordarte que usaremos mi avión privado? —preguntó Enzo. —Nadie se atreverá a revisarlo. Te ocuparás de ello personalmente.

—Por supuesto —dijo Vlad, tragándose las protestas.

La mirada de Enzo se tornó penetrante y filosa.

—Si tienes algo que decir, dilo.

Vlad dudó, inseguro sobre sacar el tema.

—Estás follándote al mocoso de Recalt.

No hubo ni un atisbo de sorpresa o vergüenza en los ojos de Enzo. Su rostro no develaba nada.

—Sí —dijo. —¿Y cuál es el punto?

Vlad no creía haberse sentido tan incómodo en presencia de Enzo anteriormente.

—No sabía que estuvieras... interesado en hombres.

—No sabía que debería informarte de mi vida sexual, Vlad —dijo Enzo amistosamente, con una mirada para nada amistosa.

Tragando duro, Vlad retrocedió un paso.

—Por supuesto que no...

—Pero en caso de que te lo preguntes, no me interesan los hombres.

Vlad frunció el ceño.

—Pero... pero, ¿qué con el chico?

Prendiendo un cigarrillo, Enzo se recostó en su silla y lo observó con frialdad.

—Para finales del año, las Industrias Recalt serán mías. Todo lo que hago con Matías Recalt es con eso en mente. Eso es todo lo que diré al respecto. ¿Lo has entendido?

—Sí —dijo Vlad, ocultando su sonrisa aliviada.

Había sido un idiota por dudar de Enzo, aunque fuera por un momento. Por supuesto que Enzo no estaba enamorado del niño. La mera idea le resultaba ridícula ahora.

Enzo no era homo.

Sin embargo, aún no entendía por qué era necesario cargar con el muchacho hasta Suiza.

—¿En dónde vas a tenerlo? —preguntó Vlad. —Tú estarás con Viviana y...

—Se quedará en mi casa del lago.

Vlad palideció.

—No puedes hablar en serio. ¿Qué pasa si tu...

—Se quedará en mi casa —repitió Enzo, con un tono rotundo.

—Entendido —dijo Vlad, a regañadientes. —Pero solo quiero que sepas que creo que es una muy mala idea. Por seguridad entre otras razones.

—Lo tendré en cuenta —dijo Enzo, regresando la mirada a su computadora.

Tomándolo como la señal para irse, que realmente era, Vlad giró para retirarse.

—Vladislav.

Se detuvo, volteó hacia Enzo y se estremeció al encontrar su mirada.

Enzo habló suavemente.

—Si alguna vez vuelves a espiarme, podría olvidarme de la lealtad que has mostrado en los últimos quince años. Nadie es indispensable. Ni siquiera tú.

Vlad dio un corto asentimiento y salió de la habitación lo más rápido que pudo.

Mientras recorría el pasillo, no podía sacudirse el sentimiento de inquietud de sus entrañas.

Enzo podía no estar enamorado del muchacho, pero ciertamente actuaba jodidamente raro en lo que refería a él. Desde que el chico británico apareció en la casa, la confianza de Enzo hacia Vlad parecía ir por una espiral descendente.

Todo era culpa de Recalt.





Aqui un capítulo corto, y el próximo ya veremos como va todo en Suiza.

(Iɴ)ᴄᴏʀʀᴇᴄᴛᴏ | ᴇⁿᶻᵒ ˣ ᴍᵃᵗⁱ́ᵃˢDonde viven las historias. Descúbrelo ahora