ᴅɪᴇᴄɪsɪᴇᴛᴇ

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—¿Hay algún motivo por el que me estés mirando fijamente desde hace diez minutos? —dijo Enzo abrochándose la camisa de vestir.

Matías desvió la mirada hacia la ventana. Con las rodillas contra el pecho y sus desnudos brazos enroscados en torno a ellas, se veía pequeño y muy joven.

La luz de la mañana se reflejaba en su cabello castaño y coloreaba sus altos pómulos con un brillo saludable. Habría parecido un ángel inocente y puro, si no hubiera algo tan sensual en la curva de su pequeña y rosada boca. No por primera vez, Enzo pensó que el chico parecía más francés que inglés.

—Mira quien habla —dijo Matías sin mirarlo, con una diminuta sonrisa forzada en sus labios. Estaba de un humor extraño.

Enzo miró su perfil por un momento, antes de decidir que no tenía tiempo para interrogarlo. Matías había estado particularmente insaciable esta mañana, y Enzo ya estaba llegando tarde por su culpa. Viviana, pese a lo entrometida que era, no se merecía ser plantada por su hermano el día de su boda.

—No volveré hasta la madrugada —dijo Enzo, poniéndose la chaqueta del esmoquin. —Vlad te traerá tu comida. Mañana regresaremos a Rusia.

Atrapando el labio entre sus dientes, Matías asintió, todavía sin mirarlo.

—Adiós —dijo, sus brazos apretados alrededor de sus rodillas.

Enzo se detuvo junto a la puerta.

—¿Algo está mal?

Matías negó con la cabeza, sonriendo torpemente.

—Solo estoy harto de estar atrapado aquí dentro, supongo.

Enzo no estaba convencido, pero realmente no tenía tiempo para esto.

—Te veré esta noche —dijo, abriendo la puerta.

—¡Espera!

En un abrir y cerrar de ojos, Matías salió de la cama y corrió hacia él, un aluvión de extremidades pálidas y cabellos desordenados. Enroscó sus brazos alrededor del cuello de Enzo y presionó sus bocas. Sus labios suaves, afelpados y desesperados, como si no hubieran pasado horas teniendo sexo.

Enzo rió, hundiendo los dedos en las nalgas de Matías. Pero le devolvió el besó, tomando el control del mismo como le gustaba al chiquito. Fue recompensado con suaves y necesitados gemidos de placer mientras que el muchacho se aferraba a él.

Enzo lo consintió, aunque luego de horas de sexo conseguir una erección era imposible, incluso para un hombre con su libido.

Pero realmente no podría quedarse ni un momento más.

Se apartó, sus labios se separaron con un ruidito mojado y se aclaró la garganta.

—Suéltate de mí camisa, pequeño.

Aturdidos ojos marrones lo miraron por unos instantes antes de que Matías prácticamente saltara alejándose y uniera las manos detrás de su espalda, luciendo nervioso.

Se sonrojaba tan bonito.

Los labios de Enzo se adelgazaron ante la idea. Realmente no le gustaba el efecto que el muchacho tenía en él.

Cuanto antes se deshiciera de Matías, mejor.

Sin decir nada más, dejó la habitación. La puerta se trabó detrás de él.









Las bodas eran jodidamente fastidiosas. No lo ayudó el que Enzo hubiera pasado la mayor parte del día teniendo que soportar a sus numerosas tías con sus preguntas sobre su propio estado civil y cuándo este iba a cambiar. Aparentemente, estar del lado equivocado de los treinta y ser soltero era "trágico, simplemente trágico".

(Iɴ)ᴄᴏʀʀᴇᴄᴛᴏ | ᴇⁿᶻᵒ ˣ ᴍᵃᵗⁱ́ᵃˢDonde viven las historias. Descúbrelo ahora