ᴅɪᴇᴄɪᴏᴄʜᴏ

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—¡Qué Carajos! —gritó Esteban frustrado frente a la televisión cuando Arsenal nuevamente falló un gol.

Francisco escondió su sonrisa en el hombro de Esteban. A diferencia de su novio, no sentía ningún amor por Arsenal, por lo que su constante imposibilidad de meter goles era bastante divertida para él. Sabía que era mejor no decirlo en voz alta de todos modos.

La sonrisa de Francisco se desvaneció cuando vislumbró a Matías despatarrado en el otro sillón. "Despatarrado" probablemente no era la palabra adecuada para describir la forma en que su amigo estaba sentado: había algo rígido y poco natural en la postura de Matías. No era la primera vez que Francisco notaba eso en Matías desde que regresó a casa. Francisco no podía identificar que era. No era que Matías luciera infeliz, en sí. No lo hacía. Solo que había algo raro en él. A veces.

Francisco se mordió el labio. Pensó que ofreciéndole a Matías un empleo en las empresas de su familia distraería su mente de lo que le había pasado. Mientras que parecía ayudar, Matías claramente estaba feliz de hacer algo en lo que era bueno, y contento de no tener que depender de su padre; algo seguía estando mal. Matías ya no era el mismo. Francisco no sabía qué hacer al respecto. Le había dado algo de espacio a Matías, no queriendo presionarlo hasta que estuviera listo para hablar. Pero ya habían pasado tres semanas desde que Matías regresó y todavía se reía del tema y lo evadía completamente. Era como si... como si algo le hubiera pasado mientras que estuvo en Rusia. Algo de lo cual Matías no quería pensar, ni hablar.

Francisco se estremeció y se acurrucó más cerca de Esteban, aspirando su familiar fragancia.

Esteban giró la cabeza.

—¿Fran?

Francisco señaló con su vista hacia Matías y susurró:

—Tú también lo ves, ¿verdad?

La mirada de Esteban se movió hacia Matías. Asintió.

—¿Crees que le pasó algo mientras que esa gente lo retuvo? —dijo Francisco, con cuidado de mantener la voz baja.

Esteban frunció el ceño.

—Fran, unos criminales lo tuvieron secuestrado por dos meses, no fueron exactamente vacaciones. Es natural que luzca alicaído.

—Eso creo —dijo Francisco, pero no estaba convencido.

Matías era la persona más positiva y optimista que había conocido. Ser retenido por dos meses no debería haberlo afectado en semejante forma... si todo realmente hubiera sucedido como decía Matías.

—Quiero intentar hablar de nuevo con él —dijo Francisco.

Esteban lo estudió antes de asentir.

—Si te hace sentir mejor —dijo, besando una comisura de la boca de Francisco y luego la otra. —No es tu culpa, hadita. Lo sabes, ¿verdad?

Francisco enterró su rostro en el cuello de Esteban, frotándose en él.

—Sí —dijo, sin demasiada convicción.

Racionalmente, sabía que era muy poco probable que pudiera haber evitado el secuestro de Matías, pero una parte de él seguía preguntándose qué habría pasado si hubiera sacado su culo de la cama e insistido en acompañar a Matías a San Petersburgo. Si hubiera tenido un ánimo adecuado, habría hecho eso. Pero se había sentido tan como la mierda sin Esteban, que no le había importado lo suficiente. Debería haber sido un mejor amigo. Matías y él siempre se habían protegido las espaldas mutuamente. Tenían muy pocos secretos entre ellos... habitualmente. Por eso era que le preocupaba tanto el que Matías no se abriera respecto a sus días de cautiverio. Matías no era del tipo preocuparse en silencio. No era del tipo de preocuparse, punto final.

(Iɴ)ᴄᴏʀʀᴇᴄᴛᴏ | ᴇⁿᶻᵒ ˣ ᴍᵃᵗⁱ́ᵃˢDonde viven las historias. Descúbrelo ahora